Con solo 10 años de carrera artística y un puñado de obras, Mathieu Bablet se ha convertido en un autor referente cuyo trabajo es seguido con cada vez más interés por el fandom comiquero. Su Shangri-La consiguió bastantes buenas críticas y le dio a conocer al gran público español, y hace poco nos ha llegado también una obra anterior suya, Carbono y Silicio. Hoy reseñamos su primer trabajo, Adrastea, que desde Tengu Ediciones han recuperado aprovechando la reedición en tomo integral por la propia Ankama Éditions. Curiosamente, esta siendo su primera obra es una de las más espectaculares y llamativas visualmente, tal vez por la temática que gira sobre la mitología griega.
La obra nos presenta a un protagonista cuyo nombre desconocemos y solo sabemos que se trata de un ser inmortal que ha sido rey durante más de 1000 años en el reino de Hiperbórea y que un día decide abandonar su trono y partir en busca de su esposa y a preguntar a los dioses por qué no puede morir. Para ello, deberá cruzarse en su camino con multitud de personajes propios de la mitología griega que irán componiendo un tapiz de toda esa realidad. Los personajes con los que se cruce serán de todo tipo: criaturas mitológicas hombres mundanos o dioses, algunos le ayudarán en su misión y otros intentarán detenerle, ya sea abiertamente… o de manera subrepticia.
Como decía al principio, si hay algo que llama la atención, es el espectacular dibujo que se disfruta doblemente al ser publicado respetando el tamaño original, puesto que Bablet juega continuamente con paisajes muy detallados, y con trucos de todo tipo, como esos cambios de orientación en determinados momentos, en los que el paisaje se convierte en un laberinto, o el aprovechamiento de las páginas completas para hacer unas ilustraciones que invitan a detenerse un rato en ellas y buscar hasta el último detalle oculto. Es cierto que no son paisajes tan futuristas y espaciales como los de Shangri-La, que suponen un reto mayor por la carencia de referentes, pero diría que hasta ahora es la obra de Bablet de la que más he disfrutado su arte.
Porque, si hay algo que destaca de esta obra es el dibujo. En el guion, que nunca ha sido el fuerte de este autor, llama más la atención lo primerizo que es este trabajo. Nos plantea a un personaje, ya de por sí plano, por esa falta de expresividad que es una de las características que lo identifican. Pero es que, además, carece de un arco evolutivo, de ese viaje del héroe que hace que los personajes nos calen hondo. Estamos ante un personaje con una meta, y todo lo que le va sucediendo, apenas afecta al resultado final, simplemente son sucesos con los que se cruza, pero que no provocan ningún cambio en su persona, ni afectan a la misión que se ha propuesto llevar a cabo.
Sí encuentro muy acertado de esta edición ese glosario final donde se recuperan todos los personajes y criaturas que han ido apareciendo a lo largo de la obra, algunos de ellos en un fugaz cameo. Por lo que, si se te habían pasado inicialmente, es una oportunidad para recuperarlos y volver atrás a la página en la que aparecen. Cada personaje o criatura va acompañado de un pequeño texto, que permite también analizar la versión de Bablet, puesto que no son pocas las ocasiones en las que el autor se vale de la historia de una de las deidades para introducirlo en su propio relato, jugando con el conocimiento previo que puede tener el lector. En ese sentido, la obra tiene más de una lectura.
En definitiva, Adrastea es una obra que juega con toda la mitología griega para crear su propia historia y hacer un repaso de gran parte de lo que se ha escrito sobre todos ellos. Si bien es un interesante compendio mitológico, y el apartado gráfico es especialmente espectacular, sí se puede echar en falta un guion con algo más de chicha y en el que veas cambios en su protagonista y la evolución en su persona, imprescindibles en cualquier obra de ficción. Con todo, me atrevería a decir que, si has disfrutado de los anteriores trabajos de Mathieu Bablet, Adrastea te va a sorprender por ver lo potente que resulta, teniendo en cuenta que es su primer trabajo publicado en una industria tan exigente como la del cómic franco-belga.
Lo mejor: El apartado gráfico. La edición de Tengu, impecable. El uso del color, con diversas paletas para cada escena.
Lo peor: El arco de personaje y la sensación de que es una historia en la que los obstáculos no suponen demasiado impedimento para la misión.