Conocí a Kiyohiko Azuma en 2004, a raíz de Azumanga Daioh, un divertidísimo manga humorístico de instituto en formato yonkoma -tiras de cuatro viñetas- editado por Norma Editorial y que tuvo su correspondiente anime que trajo su buena dosis de carcajadas también. Cuando en 2005 Norma sacó ¡Yotsuba!, el buen sabor de boca que nos había dejado su anterior obra hizo que le diera una merecida oportunidad. No me esperaba que ese primer tomo, con una adorable niña con el pelo verde en la portada, me fuera a impactar tanto y acabara convirtiéndose en uno de mis mangas preferidos de todos los tiempos. Casi diecisiete años después sigue estando en lo mas alto de mi ranking personal.

Yotsuba es una niña huérfana de cinco años que vive en Japón con su padre adoptivo, Yousuke Koiwai. El tema de qué ha sido de los padres de Yotsuba o cómo llegó a adoptarla Yousuke es algo que no se trata en la obra. Lo que nos cuenta es el día a día de la familia Koiwai y cómo la peque va descubriendo el mundo que la rodea, con una dulce mezcla de inocencia y fascinación. No hay una línea argumental en la historia; de la misma forma que en Azumanga Daioh, el autor nos cuenta episodios totalmente independientes que pueden ser leídos en cualquier orden.

¡Yotsuba! lleva ya quince tomos editados en castellano. A estas alturas, uno podría pensar que una obra que se basa en mostrar cómo una niña va encontrando cosas nuevas en su vida y reaccionando con pasión a prácticamente todo podría hacerse repetitivo. Nada más lejos de la realidad. Es una obra deliciosa, que deja con una agradable sensación de bienestar tras su lectura, de estar en paz con el mundo. De que hasta las pequeñas cosas merecen la pena. La frase en inglés con la que acaban los tomos lo resume a la perfección: Enjoy everything. Disfrútalo todo. Hasta cosas tan aparentemente banales como hacer batidos, coger piedras en la playa, comprar pinturas o una mochila nueva para ir al cole, como podemos ver en este nuevo volumen.

Mi percepción personal de ¡Yotsuba! ha cambiado notablemente del anterior tomo a este último por circunstancias vitales. Hasta ahora, para mí era una serie humorística, pero que nos hacía fijarnos en detalles menores de la vida que solemos pasar por alto o dar por supuestos. Pero en noviembre de 2016 llegó Paula, una sobrina de la que hemos hablado por aquí en alguna ocasión y se ha convertido en la protagonista indiscutible de la familia. Cuando salió el anterior tomo de ¡Yotsuba!, Paula tenía dos años recién cumplidos. Ya andaba, pero su comunicación se limitaba a chapurreos, a un puñado de palabras y a gestos físicos. Pero ahora, Paula ha cumplido hace unos meses ya los cinco años y tiene la misma edad que Yotsuba. Y muchas de las reacciones que vemos a la niña de las cuatro coletas (la palabra Yotsuba, por cierto, hace referencia a las plantas con cuatro hojas, como los tréboles de la suerte) las he visto en nuestra peque. Y así, se ha añadido, por experiencia vital, una nueva capa de profundidad a este manga. No sólo tenemos representada la fascinación con la que una niña pequeña se enfrenta a todo lo nuevo, está también el amor que un adulto siente por esa niña y va redescubriendo la vida de su mano. Y si para Yotsuba, llevar un globo en la mano es lo más, para mí la hora y pico que pasé este verano viendo como Paula intentaba hacer que un escarabajo se subiera a una piedra es un recuerdo imborrable.

Tres años han pasado entre los dos últimos tomos de ¡Yotsuba!. Cuando empecé la serie, hacía un par de años que había cumplido los treinta. Ahora empiezo a ver los cincuenta en el horizonte, y es una serie que me ha fascinado en todos los momentos de mi vida en los que me ha acompañado, aunque no soy ni remotamente la misma persona que era cuando leí el primer tomo. Este decimoquinto tomo termina con un continuará, con lo que sabemos que, al menos, habrá un tomo más. Dure lo que dure, aquí seguiré.