Ya hemos comentado en varias ocasiones que las publicaciones de DC para público joven funcionan a las mil maravillas. Quizás uno de sus principales méritos sea que no tratan a sus lectores como si fueran tontos, sino simplemente como personas más jóvenes. En particular, la línea Young Adult, enfocada a adolescentes son tebeos bien hechos pero tratando temas que interesan a los lectores de esa edad. Entre ellos tuvimos Harley Quinn: Cristales rotos, nominada a tres premios Eisner, de los cuales se llevó el de mejor guionista por Mariko Tamaki. Y dentro de esa misma línea y con la misma guionista tenemos ahora Yo no soy Starfire, recientemente publicado por ECC en castellano.
Mandy Anders es una chica de dieciséis años totalmente normal. No destaca por absolutamente nada. No es brillante en los estudios, no es un bellezón, no tiene cuerpo de modelo ni nada que se le parezca. Es una adolescente llena de inseguridades, que no sabe qué hacer con su vida más allá de un par de ideas utópicas sin pies en la tierra y tiene un crush con una compañera de clase que resulta ser la abeja reina y la niña más mona de los alrededores, y la ve totalmente fuera de su alcance. Y por si fuera poco intimidante la chica que le gusta, resulta que su madre es Starfire. La perfecta Starfire. La princesa Starfire. La superheroína Starfire. Y por si fuera poco ideal inalcanzable la perfección que tiene en casa constantemente, Mandy no ha desarrollado superpoderes de ningún tipo pese a ser hija de quien es. Lo que sí ha heredado de su madre es una némesis interestelar.
El retrato que hace Mariko Tamaki de Mandy es impecable. Como ya vimos en Harley Quinn: Cristales Rotos -entre varias otras-, es una autora que entiende muy bien ese incómodo momento de la vida de una persona que está a medio camino entre la infancia y la vida adulta. Los cambios internos y externos que sufren los adolescentes les hacen estar constantemente cabreados con el mundo, pensando que nadie los entiende cuando lo que realmente ocurre es que se están empezando a asomar a la realidad en la que les va a tocar vivir hasta el final de sus días y son ellos los que no entienden nada. Cualquier adulto que sea capaz de mirar atrás con objetividad y recordar sus dieciséis años verá que vivió esto mismo. Y que sacó de quicio a sus padres de la misma forma de la que sus hijos lo están haciendo ahora.
Yo no soy Starfire no es ni remotamente una historia de superhéroes. Mariko Tamaki coge a la ya-no-tan-Joven Titán como símbolo de lo inalcanzable, de los objetivos imposibles y de la presión a la que se ven sometidos los jóvenes. Koriand’r es parte del trasfondo de la vida de Mandy, pero no es ni remotamente una parte principal de la historia. La auténtica protagonista es su gruñona hija y su búsqueda de lugar en el mundo en una historia sobre la llegada a la madurez. Y con esta idea en mente, hay que decir que Tamaki hace un trabajo impecable.
El arte de Yoshi Yoshitani difiere mucho de lo que estamos acostumbrados a ver en el cómic superheroico, pero una vez más: esto no es un cómic de superhéroes. El estilo es mucho más cercano a un cartoon cuqui que al mainstream norteamericano, pero se adapta a la perfección a la historia. Además, el diseño de personajes es perfecto para el tono de la historia, y el uso del color, que en algunos momentos puede recordar a Arthur de Pins, es fantástico.
De esta autora en castellano hemos podido ver antes Bajo la luna, un libro ilustrado sobre cuentos de hadas, fábulas populares e historias mitológicas publicado por Picarona.
Teniendo claro que Yo no soy Starfire no es una historia de superhéroes y no está enfocada a un público adulto, es un cómic muy defendible. Quien vaya buscando una historia de acción superheroica con fantasías de poder masculinas se va a sentir profundamente decepcionado, este cómic no está pensado para ellos. Pero si hay un adolescente en casa o el lector adulto es capaz de ponerse en la piel de alguien que está pasando ahora por lo mismo que él pasó hace décadas, es una lectura muy agradable.
