Con la publicación de Winterworld en España estamos de enhorabuena por partida doble. Por un lado porque ha sido uno de los primeros lanzamientos de la renacida Aleta. Por otro, porque por fin ve la luz uno de los tebeos de ciencia ficción más potentes de la extinta editorial americana Eclipse en el lejano año 1987.
Seguramente el nombre de la editorial Eclipse no le dirá nada a más de uno. Pero este sello editorial, que estuvo activo desde 1977 hasta 1993, fue un referente del panorama independiente yanki en los años ochenta. Publicaron a algunos de los mejores autores del mercado con obras como Sabre de Don McGregor, el Miracleman de Gaiman/Moore, Air Boy de Chuck Dixon y Timothy Truman o Liberty Project de Kurt Busiek. Como curiosidad, hay que añadir que muchos de estos tebeos tuvieron una intentona hace treinta años de la mano de Cómics Forum.
Pero mejor nos centramos en Winterworld del mencionado Chuck Dixon y el monstruo del dibujo argentino Jorge Zaffino (que lamentablemente nos dejó prematuramente a la edad de 43 años). El tomo en cartoné que nos ofrece Aleta adapta la edición llevada a cabo por IDW hace una década y recopila la miniserie de tres números original y la secuela, de nombre Wintersea, que estaba inédita hasta ahora. Esta helada epopeya debería haber terminado con Winterwar, pero la muerte del dibujante provocó que todo el material existente se limite al que acabamos de comentar.
Esta historia de Ciencia Ficción nos traslada a un planeta Tierra que ha sufrido una nueva glaciación. La tecnología y los supervivientes son escasos, viven en pequeñas tribus y hay pocos resquicios del pasado. En esencia, estamos ante una versión de Mad Max cubierta de hielo, algo así como Snowpiercer pero sin toda la carga política y de lucha de clases del sensacional cómic francobelga.
Chuck Dixon es un perro viejo. Todos le conocen de sus largas etapas en Batman (sobre todo en la etapa de La caída del murciélago) o Punisher. Con Winterworld no se complica, no pierde el tiempo explicando cómo el mundo ha llegado a este punto. Se limita a narrarnos una historia con un ritmo frenético y lleno de acción. En apenas un par de páginas nos presenta a Scully, un tipo duro que viaja por libre en una especie de tanqueta y sobrevive comerciando, y a Wynn, una niña que acaba a su lado. Se da comienzo así a una curiosa historia de amistad y familia con ciertos ecos a Lobo Solitario y su Cachorro (y que me da que el guionista de Waterworld se leyó antes de ponerse con el libreto).
Dixon saca oro de esta explotation del género apocalíptico donde nuevamente queda en evidencia que el peor mal que asola la superficie del planeta no es ningún cataclismo, es y siempre será el ser humano. En Winterworld lo que queda de la especie humana es, en su mayoría, despreciable, egoísta, carente de héroes o altruismo alguno. A esto hay que sumarle esa sensación de peligro in crescendo que impregna cada plancha con una amenaza al acecho detrás de cada ventisca.
No obstante, no deja de ser una historia típica y tópica (pero muy bien contada) que gana enteros hasta llegar al status de culto gracias al tremendo dibujo de Jorge Zaffino. El talento del argentino es inconmensurable, tanto en el lápiz como en el entintado. El dinamismo que le da a los guiones de Dixon hacen que el tebeo se lea en un suspiro y el nivel de detalle con el que dibuja las tormentas y otros fenómenos atmosféricos helados consigue calar hasta los huesos. Pero sin duda es su manera de mostrar a las personas como andrajosas y casi más animales que seres humanos lo que hace que el dibujo llegue a estremecer en según que pasajes.
Una pena que nos hayamos quedado sin la conclusión de la trilogía. Aunque si decidís darle una oportunidad a Winterworld (cosa que no deberíais dudar) podéis quedaros tranquilos, porque al finalizar, el tomo sí deja una sensación de desenlace. La edición de Aleta es bastante aceptable, quizás algo más pequeña de lo que el dibujo de Zaffino se merece, pero a cambio tiene un precio ajustado.
Ojalá sigamos viendo material inédito de editoriales americanas de los ochenta y noventa. De Eclipse los derechos de propiedad intelectual pertenecen a Todd McFarlane desde 1996, como haya que negociar con él…