Corría el año 2002 y todo el mundo estaba esperando como agua de mayo (se estrenó ese mismo mes), la primera entrega de “Spider-Man” de Sam Raimi. A nadie parecía importarle que unos meses antes llegase al cine “Blade II”, secuela del que consideramos verdadero despertar de Marvel en el cine. Afortunadamente la taquilla acompañó. Costó 54 millones, recaudó 82 en USA y casi doblo esa recaudación en el resto del mundo, convirtiendo a la secuela en la más taquillera de toda la trilogía.
¿La habéis visto? ¿os gustó? ¿la odiáis? Lo cierto es que la crítica se portó de manera bastante tenue con ella, aprobando por los pelos en el mejor de los casos. “Blade 2” es una película dolorosa, no lo decimos porque sea buena o mala, es dolorosa por lo que fue y sobre todo, por lo que podría haber sido.
Desde New Line decidieron seguir una línea continuista a más no poder: mismo protagonista, mismo guionista e incluso mismo director. Sin embargo, Stephen Norrington abandonó la preproducción para dirigir “La liga de los hombres extraordinarios” (su mejor todavía no se lo ha perdonado) y en su lugar entró Guillermo del Toro. En ese momento, el gran realizador mexicano había cosechado buenas críticas con «Mimic» y su película de vampiros “Cronos”, era un título de culto ¿qué salió mal?
Algo tan simple como Del Toro sudó del rodaje, así de simple. No se implicó lo más mínimo en el guion de Goyer, pese a que este solo había marcado claramente el principio y el final. Los personajes nuevos fueron ramplones a más no poder y el protagonista no evolucionó lo más mínimo respecto a su debut en 1998.
Donde sí se notó mucho la mano de Guillermo del Toro fue en el aspecto visual de la película. El desarrollo de las nuevas criaturas a vender, los segadores, es obra de su propia industria de maquillaje y esa mandíbula que se abre con el aguijón están claramente influenciados por el aspecto de criaturas como los aliens y los depredadores. No en vano, Del Toro siempre ha reconocido que Stan Wiston y H.G. Giger son algunos de sus maestrs espirituales. En las labores de maquillaje contó con David White, todo un artesano que a la postre ha colaborado en “Thor el mundo oscuro”, “Los guardianes de la galaxia” o “Capitán América: el primer vengador”. Los efectos especiales son algo extraño en “Blade II”, una extraña amalgama entre efectos artesanales (los más conseguidos) y efectos digitales sin demasiado acierto, especialmente a la hora de mostrar saltos imposibles y habilidades especiales de algunos personajes.
Pero hablemos del guion. “Blade II” comienza de forma espectacular con Snipes dando caza a unos vampiros (entre ellos Santiago Segura, que dice claramente “Torrente 3” y que disfrazaron de idioma vampiro) para localizar a Whistler. Exacto, uno de los pocos golpes dramáticos de la primera parte es deshecho sin ningún pudor. Además la forma en la que Blade consigue que deje de ser un vampiro, es tan facilona y cutre que hace que parezca que cualquiera pueda dejar de ser un chupasangre con un poco de voluntad.
La trama general cuenta como la nación vampira liderada por Damaskinos, interpretado por el actor germano Thomas Kretschman, crea una nueva raza de monstruos en su afán de evolucionar y llegar algún día a ser como Blade. Estos monstruos se alimentan solo de vampiros y estos deben recurrir a Blade para acabar con ellos. Pero no lo hará solo, ya que le prestarán a la “Banda sangrienta”, siete asesinos que llevaban años entrenados para terminar con “El que ha visto el sol”.
Siete asesinos donde se pueden ver rostros conocidos. Por supuesto tenemos a Ron Perlman, habitual colaborador de Del Toro y que poco después fue “Hellboy”. A Leonor Varela que además de ser brevemente el interés romántico de Blade, casi consigue el papel de Elektra en “Daredevil” o a Donnie Yen, que también ejerce de coreógrafo en la película. Todos juntos deberán acabar con Nomak (Luke Goss, que más tarde sería villano en otra secuela de Del Toro, en concreto “Hellboy: el ejército dorado”).
No hay más chicha que esta. Un desarrollo muy lineal sin ningún tipo de sorpresa donde absolutamente todo se ve venir y que tiene algunos momentos de vergüenza ajena. La escena donde Blade descubre que Scud (y no Scout como dicen en la versión española) es un traidor es un deux ex tan grande como el prepucio de Galactus. Como nota al pie, decir que Scud es interpretado por Norman Reedus, el ahora mundialmente conocido Darryl Dixon de “The walking dead”.
Como cosas positivas hay que decir que sus 117 minutos no se hacen nada pesados y que la pelea final entre Blade y Nomak es bastante espectacular y muy bien coreografiada. También está lograda la ambientación, muy claustrofóbica por lo general (nueva influencia de “Alien”) y la fotografía de Gabriel Beristaín.
Una oportunidad desperdiciada para llevar a Blade a otro nivel, parece además que la película sufrió bastantes modificaciones y que Morbius iba a ser inicialmente el villano, pero desde La casa de las ideas pensaban que tendría más potencial como película independiente, película que nunca se llegó a rodar.
Otro aspecto importante es que si bien las películas parecían funcionar, los tebeos no lo hacían tanto y una nueva serie regular fue lanzada con la película, no pasó del número seis pese a las grandes portadas de Tim Bradstreet, artista responsable del arte conceptual del filme.
En quince días volvemos con “Spider-Man”, película fabricada para triunfar.