Existe algo que no sabría si llamar subgénero que es transversal a casi cualquier género, sea aventura, western, fantasía o ciencia ficción. Se trata de esas historias del héroe o antihéroe de turno vagando de aquí para allá, encontrándose con entuertos que deshacer, enemigos que enfrentar, gente a la que ayudar…Tenemos mil ejemplos de este tipo de historia, que tal vez podría remontarse hasta Gilgamesh, pero en los cómics podríamos citar Conan, Hellboy, El lobo solitario y su cachorro y, por supuesto, Usagi Yojimbo, cuya última aventura nos llega a España bajo el título de Usagi Yojimbo: Guerra Tengu.
Usagi Yojimbo: Guerra Tengu es el tercer tomo de un total de cinco del periplo del conejo samurái en IDW, con lo que aún estamos en el ecuador y queda trecho hasta que vuelva a Dark Horse y comience una nueva etapa. Aún no se ha puesto fecha para esta nueva andadura ni se ha especificado en qué forma volverá el bueno de Miyamoto Usagi, pero estamos seguros de que no se distanciará demasiado de esa idea de la que hablábamos en el párrafo anterior, esa especie de road movie pero sin coches ni asfalto, que hemos ido viendo durante casi 250 números americanos.
A nada que pensemos, este formato episódico, que parecen versos sueltos pero terminan creando mitología, tiene mucho que ver con aquel viaje del héroe del que hablaba Joseph Campbell. Sin embargo, mientras la concepción campbelliana implica una finalidad y alguna especie de conclusión por más que pueda ser circular, estas historias hacen hincapié en el propio viaje, sin apenas rumbo ni destino. ¿Quién sabe a dónde o por qué guiaban sus pasos a Conan? La verdad es que nunca le importó a nadie y lo mismo sucede con Usagi Yojimbo.
Al llegar a Usagi Yojimbo: Guerra Tengu tan solo hemos de saber que Usagi se aleja de su aldea natal, a la que había vuelto en el tomo anterior, y continúa su viaje sin que sepamos muy bien a dónde… puede que ni él lo sepa.
Son tres las historias de Usagi Yojimbo: Guerra Tengu. La primera es la que da título al tomo y nos mete de lleno en el mundo de estos yokais, que tiene ese tono pedagógico habitual de Stan Sakai mientras aprovecha para descubrimos nuevos detalles del pasado de Usagi y que explicarían por qué es tan condenadamente bueno con la espada. A modo de interludio entre las dos historias principales, tenemos una historia de bruja/monstruo de esas que nos sitúan al conejo tan cerca de Conan o Hellboy. Y termina el tomo con la presentación de Yukichi, un nuevo personaje que promete pasar a engrosar el cada vez más nutrido elenco de personalidades recurrentes de esta serie.
Y es que contra lo que pueda parecer por su carácter episódico, en los casi 40 años de Usagi Yojimbo, la construcción de mundo y de reparto ha sido mucho más extensa de lo que pueda parecer. Sin prisa pero con mucho tino, Stan Sakai se lo ha guisado y se lo ha comido y, a nada que echemos la vista atrás, las historias actuales de Usagi son mucho más complejas que al principio. Cierto que Sakai se las arregla para que casi cualquier tomo pueda ser el primero de un nuevo lector, pero hay montones de datos y detalles que solo se degustan si se ha acompañado al samurái de orejas largas a lo largo de su camino, un camino que tal vez no nos deja ver a dónde vamos, pero sí el inmenso trecho recorrido y sobre todo el presente. Como decíamos, con Usagi la experiencia del viaje es lo principal más allá del destino.
Pero todo esto no es más que una parte de lo que hace especial a Usagi Yojimbo y por más que en Usagi Yojimbo: Guerra Tengu haya un par de páginas donde Sakai tiene la ayuda en el acabado de Randy Clute — algo casi inaudito — es difícil imaginar otra estética para esta serie que no sea la que nos da Sakai. Es casi impensable que Usagi no se mueva o gesticule como Sakai dice que lo haga y, aunque se comenta que en la siguiente andadura en Dark Horse se ampliará universo en manos de otros autores, el Usagi auténtico es el de Sakai, escrito, dibujado y, aunque solo en los USA, rotulado por él. De hecho ha sido controvertida la decisión de publicar esta etapa en color. El trabajo de Tom Luth no está especialmente inspirado en algunas paletas excesivamente chillonas o algunos renders con cierto abuso del degradado, aunque hay que admitir que hace un trabajo de distinción de planos y de guía visual bastante encomiable, Sin embargo, se sigue echando de menos aquel blanco y negro sin apenas mancha que se bastaba y se sobraba.
De un modo o de otro, el viaje continúa y mientras al casi septuagenario Sakai le queden energía y ganas, Usagi está lejos de colgar las espadas y echar raíces.