Sandman es una serie que nos marcó tanto a toda una generación de lectores que nos sentiremos tentados de picar con cualquier obra que tenga el nombre de la inmortal creación de Neil Gaiman en la portada. En ocasiones, principalmente en los puntuales regresos de su creador, esas nuevas entregas de Sandman posteriores al Velatorio de 1996, nos han llegado a fascinar tanto como la serie original. Otras, que aún siguen inéditas en castellano décadas después de su publicación original, no tenían valor más allá de una declaración de amor a uno de los grandes pilares del cómic de los años 80-90. Pero aún así, aún sabiendo que sin el nombre de Neil Gaiman en la portada no vamos a encontrarnos con obras que nos hagan emocionarnos tanto como con la icónica obra que creó en 1989, nos lanzamos de cabeza a ellos. Y aunque no siempre es así, a veces nos llevamos más que agradables sorpresas, como con el Lucifer de Mike Carey o El Sueño de Simon Spurrier. Vamos a ver qué tenemos en El Sueño: Horas de vigilia, de G. Willow Wilson y Nick Robles.
Mientras que la anterior serie de El Sueño, la escrita por Simon Spurrier, estaba ambientada principalmente en el reino de Daniel y protagonizada por sus habitantes, en Horas de Vigilia se reparte el tiempo entre sueños y pesadillas y los habitantes del mundo de los despiertos. No sólo humanos normales, también nos encontraremos por aquí con hechiceros e incluso algún que otro ángel de la Ciudad de Plata. La historia empieza siguiendo a Lindy Morris, una estudiante de Literatura Inglesa que está investigando para su doctorado sobre la autoria de Shakespeare, el bardo al que hace referencia el título y figura fundamental en la serie original de Sandman. Lindy, además, es una soñadora lúcida desde el reciente nacimiento de su bebé, y cuando se encuentra con Ruina, una pesadilla defectuosa reciente creada por Daniel, hay un problema: ella se queda varada en el Sueño y la pesadilla escapa al mundo de la vigilia. Y a lo largo de los cinco números americanos que incluye este tomo, veremos como Lindy intenta volver al mundo de la vigilia, desentrañando por el camino un clásico misterio alrededor de William Shakespeare, y como Ruina intenta volver al Sueño y a la vez, averiguar quién es él mismo.
El trabajo de G. Willow Wilson es más que correcto. No está a la altura de lo que hizo Neil Gaiman en la obra original -de nuevo, pocos lo están-, ni a nivel literario ni fantástico, ni tiene el punto onírico surrealista que nos daba Simon Spurrier, pero está muy por encima del fanfic con ínfulas que acabó siendo The Dreaming, la serie de Vertigo de finales de los 90. Quizás la mayor pega que le podemos poner es la representación que hace de Daniel, un personaje que tiene una gran importancia en la trama y al que presenta como novato e inseguro. Pero Daniel sigue siendo Sueño de los Eternos, la misma entidad bajo un punto de vista diferente.
Al dibujo tenemos a un artista recién llegado, Nick Robles, cuya primera obra publicada en castellano fue Eutanautas, del sello Black Crown de IDW, hace ahora algo menos de tres años, y que debutó en DC con un numero de la serie digital Superman: Man of tomorrow, pasando directamente de ahí a Horas de vigilia. Consigue darle ambientes poéticos a algunos pasajes, terroríficos a otros… y en una serie ambientada en el Sueño, el ambiente lo es prácticamente todo. Quizás no sea un resultado memorable, pero para un prácticamente novato es suficientemente interesante como para apuntarnos su nombre y echar un ojo a sus trabajos fututos.
Como comentábamos al principio, pocas de las secuelas de Sandman no escritas por Neil Gaiman aguantan la comparación con el material original. Horas de vigilia no está al nivel de la inmortal obra de Gaiman, pero es una lectura muy agradable, y con una representación de Daniel infinitamente superior a la perpetrada por Scott Snyder en Noches Oscuras: Metal, por poner un ejemplo reciente.