Una de las cosas que más se suele argumentar en contra de Rick Remender, además de sus cartuchos de texto interminables, es que siempre parte de un high concept con mucha potencia, pero después se dedica a huir hacia delante como un pollo sin cabeza y dar vueltas hasta llegar al final. Sin embargo, no es este el caso de esta serie, que tal como empezaba en el número anterior, concluye con Una sed de venganza justificada 2 sin más dilación.
Once números americanos en total y la trama queda completamente cerrada y, aunque apostaría a que antes o después veremos esta serie recopilada en un solo tomo, tiene todo el sentido que haya sido editada en dos, ya que la historia se divide en dos partes muy diferenciadas. Teníamos el tomo anterior una situación que nos ponía a la carrera y de la que nos íbamos enterando sobre la marcha, casi a la vez que el protagonista, pero afortunadamente eso ya no se mantiene en Una sed de venganza justificada 2.
De hecho, cuando lo habitual habría sido mantener la intensidad hasta que el final llegara el momento de las explicaciones, Remender decide que va a comenzar en parada. Una sed de venganza justificada 2 comienza con una elipsis. Han pasado 6 meses y nuestro protagonista, que ahora ya sabemos que se llama Sonny Wen, se ha integrado en una extraña comunidad que se oculta, como él, de aquello a lo que se enfrentaba en el primer tomo. Todo el silencio sumarial sobre lo que estaba pasando en el primer tomo, se rompe para ponernos en situación y coger aire porque las cosas están a punto de volver a ponerse intensas.
Y aunque Remender está francamente bien y se aleja de sus manías más desesperantes — aunque otras como el tema paternofilial recurrente están ahí —, sabe jugar esta baza de las explicaciones en medio de la historia, la termina más que dignamente y, en general, está bastante más inspirado de lo habitual, pero sigue siendo André Lima Araújo la estrella de esta serie.
Lo que hace el portugués con el ritmo de este tebeo es como de otro planeta. ¿Cómo es posible hacer una narración descomprimida, con montones de viñetas para la misma acción, y aún así el tebeo vaya siempre a toda pastilla? Bueno, habrá quien diga que eso en Japón no es nada raro, pero cuesta encontrar un autor occidental con ese sentido de la acción. Líneas cinéticas, despejar fondos, acortar planos… todos los trucos que el manga utiliza para conseguir moverse como lo hace sin necesidad de caer en sus clichés estéticos. Es cierto que hay ciertas reminiscencias de Katsuhiro Otomo en el arte de André Lima Araújo, pero igualmente encontramos influencias americanas y europeas.
Una sed de venganza justificada no deja de ser un thriller de acción sencillo, no hay pretensión de ser nada más allá, pero tiene todo lo que debe: una premisa atractiva, un desarrollo trepidante, un vínculo emocional con los protagonistas y un final que, si bien no deslumbra, cierra con elegancia y sensación de saciedad. Tanto Una sed de venganza justificada 2 como el primer volumen se leen en un suspiro, pero llenan como un menú completo.