El año pasado de casualidad descubrí el Instagram de Elisa Riera gracias a una compañera de trabajo. No tardé en quedarme enganchado gracias a su estilo sencillo, humilde, pero sobre todo eficaz. Elisa usaba la popular red social como un cuaderno de bitácora donde iba relatando su vida. Como era de esperar las desventuras autobiográficas de esta diseñadora nacida en Barcelona en 1981 no tardaron en dar el salto al papel. Primero con una historia corta para la antología En corto (Astiberri, 2018) y más tarde como flamante integrante de la línea Sillón orejero con su primer recopilatorio titulado El futuro es brillante en el cual relataba sin pelos en la lengua el nefasto resultado de la mayoría de sus historias sentimentales con especial énfasis en una relación tóxica que Elisa tuvo el valor de compartir con todos sus seguidores/lectores.
Siguiendo por esta misma senda marcada por la honestidad brutal de Elisa nos encontramos con su segunda novela gráfica llamada para la ocasión Una laowai en Shanghái donde viviremos de primer mano el shock provocado por un choque de culturas tan distintas. En ella podremos saber más sobre la carrera de Elisa como consultora de moda para marcas chinas y sus constantes viajes a dicho país. De hecho, el término laowai significa extranjera por lo que ya podéis imaginar por dónde irán los tiros. El comienzo del libro no puede ser más prometedor con Elisa desnudando su alma al lector en una primera página brutal, donde nos encontramos con Elisa de mala hostia porque hace calor, no ha podido dormir nada durante el larguísimo vuelo, le ha venido la regla y para colmo está a punto de descubrir que le han perdido la maleta.
Un sinfín de situaciones cotidianas, tabúes en algunos casos o según para que personas, pero que Elisa nos narra con toda la naturalidad del mundo. Las casi 150 páginas que dura Una laowai en Shanghái se pasan en un suspiro. La autora consigue que agarremos el libro para disfrutarlo de una sola tacada. Tampoco es que se tarde una barbaridad, ya que el ritmo de lectura es rápido pese a que nos detendremos más de una vez a reírnos a carcajada limpia por las peripecias vividas por Elisa en China. En este volumen también conoceremos más a Esme Hui, su enlace y traductora que ya fue presentada en El futuro es brillante, y que complementa perfectamente a la protagonista sirviendo de explicación a muchos sucesos que nos pueden resultar incomprensibles a los occidentales.
Una laowai en Shanghái no es tan ácida o cafre como su predecesora, por lo que me alegro por Elisa, sin embargo tiene un gran valor didáctico a la hora de descubrirnos muchas cosas curiosas sobre la sociedad china. Por algunos aspectos interesantes como son la sobre vigilancia para garantizar la seguridad pasa un poco por encima, pero es que tampoco es labor de la autora denunciar esto, ya que esta obra es una extensión de su vida, de su trabajo y de sus viajes a dicho país. Hay algunos momentos en los que, aunque ella es la verdadera y única protagonista, casi parece una embajadora de lo que haría cualquier español en su situación. Por que a ver, si pides agua en un hotel y te la sube un robot ¿No correrían a hacerse una foto con o a él? Si alguno dice que no, seguramente se esté mintiendo a sí mismo.
Y como este ejemplo muchos más a nivel de sociedad, costumbres, gastronomía. Sus vivencias en China probablemente darían para publicar muchos álbumes. De momento nos tendremos que conformar con este, y desear que con un poquito de suerte la autora adquiera esa costumbre tan agradable de publicar un tomo cada año puesto que rara vez puede disfrutar uno de esta sinceridad tan transparente así como de la capacidad que tiene de reírse de sí misma la gran Elisa. Si le tengo que poner una pega es que en esta ocasión Elisa no ha ido poniendo banda sonora a su vida como ya hiciera en El futuro es brillante, una pena porque me descubrió bandas de lo más interesante.
Como viene siendo habitual la edición de Astiberri es impecable con una edición apaisada en tapa dura, papel de calidad y un precio ajustado. Un tebeo que debería estar en las tebeotecas de todo el mundo y que además resulta perfecto para regalar incluso para gente ajena a este mundillo.