Había ganas de ver lo siguiente de Javi Rey tras el éxito de Intemperie, obra de 2016 que tuvo una segunda juventud de la mano del éxito internacional, que lo llevó a una nominación a los premios Eisner, y a la película que adapta la novela de la que partió Javi Rey. Nos llega así ahora Un enemigo del pueblo, de nuevo una adaptación, aunque esta vez el elegido es el dramaturgo noruego Henrik Ibsen.
Un enemigo del pueblo nos lleva a una pequeña isla, cuya ubicación no se precisa en un momento que, aunque la obra original es de 1882, podríamos ubicar tal vez en algún momento indeterminado de mediados del siglo XX. En cualquier caso, el hecho de que el momento y lugar no sean concretos tiene mucho que ver con la intención de la obra, pero pongámonos primero en contexto.
Cuando comienza la historia, descubrimos el balneario La Ballena Feliz, que aprovechando las propiedades de las aguas termales de la isla, ha dado inicio una una nueva era de prosperidad económica a la isla. Todos los cimientos comenzarán a tambalearse cuando el doctor Thomas Stockman, hermano del alcalde, haga un descubrimiento que podría cambiarlo todo y destapar unas entrañas políticas mucho más turbias de lo que todo parecía indicar. A partir de ahí, comenzará todo un juego de poderes, intereses, mentiras y manipulaciones sobre las que girará la obra.
Retomando el asunto de la indefinición de tiempo y espacio, podría decirse que el planteamiento de Un enemigo del pueblo sería exportable a casi cualquier época y lugar del mundo, ya que nos habla de la fragilidad de los principios, el egoísmo innato, la manipulación del poder, el gregarismo del ser humano y en general cómo actúa, se desarrolla y autolegitima la corrupción con todas sus mentiras, omisiones, promesas y adulaciones.
No obstante, y esto probablemente no sea tanto culpa del trabajo de Javi Rey como de la obra original, el análisis se queda un tanto incompleto y superficial. Esto tampoco debería suponer ningún problema porque estamos hablando de una historia y no un ensayo y la parte de relato está ejecutada de manera impecable. Sin embargo, lo peor que se le puede achacar a Un enemigo del pueblo es que en lugar de exponer la problemática y dejar algo de trabajo a la inteligencia del lector, te ofrece una respuesta cerrada que, pensada con un poco de calma, hace tantas aguas como el problema que expone.
Un enemigo del pueblo nos expone los peligros de la demagogia y como alternativa ofrece aún más demagogia y quizá por eso a nivel discursivo termina por dejar un regusto amargo.
No obstante, en lo que se centra en el puro trabajo de Javi Rey sorprende el dominio que tiene de la caracterización y la sutileza de acting de algunas escenas — la presentación de la familia del doctor Stockman es maravillosa —. Si tenemos en cuenta que Un enemigo del pueblo es originalmente una obra de teatro, su labor de dirección de escena resulta extraordinaria. Tal vez por eso sorprende que luego nos lance algunas metáforas visuales un tanto manidas y excesivamente evidentes (el peluquín al viento cuando se destapa la verdad, las ovejas, «La voz del pueblo» cayendo…).
En cualquier caso, tal vez Un enemigo del pueblo podría ser una obra perfecta para ser leída en los institutos y es que no es casual la importancia de los niños en este cómic ni su incidencia en la educación en el pensamiento crítico. Podría resultar una especie de iniciación a los problemas políticos, el funcionamiento de la demagogia y una especie de primera guía al pensamiento político crítico, pero tal vez se puede quedar un tanto escaso a nivel discursivo para lectores más talluditos. Lo que es incuestionable es que más allá del discurso, como cómic y como historia funciona funciona como un tiro y que Javi Rey está un paso más allá como dibujante y colorista de lo que estuvo en Intemperie. Vemos un Javi Rey más limpio y sintético, más sutil, más claro y fluido… un Javi Rey, en resumidas cuentas, más experto y depurado, que no teme exponerse prescindiendo de artificios y que, a la vez, establece propuestas más arriesgadas gráficamente — esto es especialmente visible en el color —. Y es que estemos o no de acuerdo con el mensaje, de lo que no hay duda es que este llega meridiano a cualquier público y eso es gracias al talento con el que nos lo cuenta el autor.
Puede ser que esta adaptación llegue a hacer aguas en la resolución final del discurso, con un exceso de pensamiento dirigido, pero tal vez debamos agarrarnos a lo que el resto de la obra nos muestra y olvidar el miedo a pensar diferente, a establecer nuestros propios razonamientos críticos y a sacar nuestras propias conclusiones, tanto en la vida como en la lectura de Un enemigo del pueblo .
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