Un mundo postapocalíptico en el que los adultos han desaparecido y del que se han adueñado los únicos supervivientes, los niños, al estallar una bomba cuyos efectos devastadores sólo sufren aquellos que han alcanzado la madurez sexual. En un entorno sin otras reglas que las que pueden imponer la fuerza y la violencia, los personajes se encuentran desamparados y desatados, convirtiéndose unos en víctimas y otros en verdugos.
La sombra de El Señor de las Moscas y El Lago Azul se proyecta sobre El Último Recreo, la obra de los geniales autores argentinos Carlos Trillo y Horacio Altuna reeditada el pasado mes por la editorial vasca Astiberri. Tomando elementos de ambas obras, Trillo y Altuna crean un mundo en el que no existen los adultos, y los niños han de tomar las riendas de sus vidas, en un microverso hobbesiano en el que los niños supervivientes han de luchar por conseguir comida mientras temen la llegada a la pubertad y la muerte que conllevaría.
Según nos cuenta el divulgador Antoni Guiral en el prólogo, El Último Recreo se publicó de manera seriada en la revista de Toutain Editor 1984 desde junio de 1982, de ahí su trasfondo de ciencia ficción distópica. En una época en que las revistas de cómic vivían una edad dorada, El Último Recreo no supuso necesariamente ningún hito en la historieta española, pero sí supuso una consagración definitiva de los autores en nuestro país (Altuna acababa de mudarse a Sitges desde Argentina), gracias a su gran talento y a su capacidad de crear una historia universal, dura y tierna a la vez, como una flor que brota de una grita en la roca.
Ambos autores contaban con una dilatada carrera profesional en su Argentina natal, habiendo publicado infinidad de cómics tanto juntos como por separado en multitud de diarios revistas de su país, y sólo era cuestión de tiempo que despuntaran aquí y que su fama se exportara más allá de sus fronteras, bien merecidamente. Trillo compone aquí 13 relatos que, aunque siguiendo una misma trama y algunos personajes en común, se pueden leer independientemente gracias a su publicación seriada original. Aunque el universo creado para sus personajes es oscuro, se pueden detectar trazos de luz y esperanza en varios de sus personajes, los que aún conservan parte de su inocencia infantil y no se han dejado corromper por la codicia y la envidia de los adultos. Sus protagonistas son menos que niños pero menos que adolescentes. Están en esa edad difícil en la que se empieza a forjar el carácter, y muchos están tan influidos por lo que han visto hacer a sus mayores que piensan y actúan igual que ellos, sin ser plenamente conscientes de si lo que hacen está bien o mal: sólo hacen lo que les han enseñado, y así han aprendido a desenvolverse en este mundo sin adultos, sin más leyes que la del más fuerte.
Por otro lado, entre tanto pesimismo y distopía hay un rayo de esperanza en forma de un grupo de jóvenes cuyas andanzas seguiremos de manera tangencialmente primero, y como protagonistas de las sucesivas historias después. Un grupo de niños, preadolescentes que persiguen la supervivencia fuera de la ciudad, y en cuya odisea encontrarán amigos y enemigos, niños buenos y niños malos. El hecho de ser niños no hace que el mundo sea diferente: sólo cambia la altura desde la que se ven las cosas. Trillo, un maestro del conocimiento de la condición más baja del ser humano, crea personajes ricos en matices y perfectamente tridimensionales, que se comportan como los niños que son, pero a veces también como los adultos que están programados para ser.
Horacio Altuna, por su parte, demuestra su maestría en el trazo con un dibujo realista plagado de sombras y áreas oscuras, tanto en los escenarios como en los propios personajes, tal como un mundo sin adultos debe de ser, sin farolas que alumbren las calles ni mentores que borren la mezquindad que empieza a aflorar en los niños. Con un blanco y negro que prescinde, pues no lo necesita, del coloreado para subrayar la miseria física y moral en la que viven los protagonistas, el trazo de Altuna recuerda en ocasiones al Eisner de The Spirit, con sus callejones oscuros, sus juegos de sombras y el ocasional toque de humor. Es de destacar también la inteligentísima disposición de los bocadillos de texto, que son los que marcan el camino que ha de seguir la lectura de las viñetas, en un innovador método que te guía por la página en un zigzag que dota a la lectura de una fluidez inaudita.
Aquí podéis leer un avance de la obra en Scribd:
La edición de Astiberri, enmarcada en su colección Sillón Orejero, contiene los 13 episodios publicados en la revista 1984 y ningún extra, excepto el prólogo del experto en cómics Antoni Guiral. Algunas de las viñetas, sobre todo las de los primeros episodios, todavía tienen rastros del lápiz de abocetar y en ocasiones de corrector blanco, e ignoro si es intención de Altuna que se publicara así o es un defecto de los materiales a partir de los cuales se ha elaborado esta edición. Sea como sea, estos detalles no entorpecen en absoluto la lectura, y dotan al tomo de un aura de Artist’s Edition, que desde luego esta obra se merece.
Para fans de los cómics de Trillo y Altuna, de los clásicos contemporáneos y de las buenas historias distópicas.