Os voy a ser sincero, en mi vida había oído hablar de Manuel Álvarez, pero cuando Fandogamia anunciaba las novedades que arañaban el borde del fin de año, junto al título de El último cómic de la Historia había un enlace. Al parecer, esto era una recopilación de las tiras digitales de algo llamado [INSERTE TÍTULO AQUÍ] de la iniciativa de webcomics Fanternet. A lo tonto me puse a hojear… y el resto es historia.
No sé si seguís leyendo esta reseña, pero creo que en el enlace tenéis el mejor análisis, la mejor difusión y la mejor radiografía del trabajo del autor… y además más graciosa. En cualquier caso, trataremos de definir El último cómic de la Historia lo mejor que podamos. Si algo puede definir esta colección de tiras donde unos personajes son recurrentes y otros no, donde ni siquiera todas las tiras guardan una estética común o donde hay tiras de una viñeta y otras de varias páginas, es eso que Miguel Noguera define en el prólogo (en el primero de ellos) como existencialismo metalingüístico. ¿Y cómo algo basado en una cosa llamada “existencialismo metalingüístico” puede ser tan jodidamente divertido? Ah, pues ya ahí ni idea.
Dicen aquello de que el humor se basa en gran medida y la sorpresa y es que gran parte de la clave de lo bueno que es este tebeo es que al empezar una tira ni sospechas con que te va a salir Manuel Álvarez. Resulta que este chaval de ventipocos años tiene unas ideas que parecen salir de la cabeza de alguien que lleve haciendo humor toda una vida y no me sorprende que El Jueves se haya apresurado a ficharle.
En El último cómic de la Historia nos podemos encontrar un chiste que reflexione sobre el valor icónico y simbólico de las representaciones gráficas y en la página siguiente un chiste de pollas. Puede ser intelectual o cafre… es más, puede que siempre sea las dos a la vez. El humor es una de esas cosas que nunca puedes atrapar del todo en un análisis, que sale de las tripas y lo único que sé es que hacía tiempo que no me reía tanto.
El último cómic de la Historia es una de las mayores sorpresas con las que me he encontrado en los últimos tiempos y es de agradecer que mediante incitativas como Fanternet podamos descubrir nuevos autores de tanta calidad. Y por si fuera poco, encima tenemos un segundo prólogo de Rubén Fernández y un epílogo de Albert Monteys, ambos en formato cómic. ¿Que todavía no te he convencido? Vale, a mi no me hagas ni caso, échale un vistazo a algunas tiras y si te gusta, ya sabes.