Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Transmetropolitan, libro uno

Transmetropolitan, libro uno
Guion
Warren Ellis
Dibujo
Darick Robertson
Tinta
Jerome K. Moore, Keith P. Aiken, Dick Giordano, Ray Kryssing, Kim DeMulder, Rodney Ramos
Color
Nathan Eyring
Formato
Cartoné, 336 págnas
Precio
31.50 €
Editorial
ECC Ediciones. 2019
Edición original
Transmetropolitan 1 a 12 USA

Si a alguien en esta mierda de ciudad
le importara una polla de perro muerto la verdad,
esto no estaría ocurriendo.
-Spider Jerusalem

 

El sello Vertigo ha dado la inmensa mayoría de las obras que copan la cima de prácticamente todo listado de los mejores cómics de la historia. Salvo Watchmen y alguna cosa más del barbudo de Northampton -ese tipo juega en otra liga y es injusto para nosotros, simples mortales, pretender compararnos con Él- podrías enumerar las grandes obras del medio sólo con mencionar los títulos de esta línea editorial que se reeditan una y otra vez. Sandman, de Neil Gaiman. Animal Man, de Grant Morrison. La Patrulla Condenada, también de Grant Morrison. La Cosa del Pantano, de Alan Moore. Lucifer, de Mike Carey. Y, el último hombre, de Brian K. Vaughan.

Y, por supuesto, Transmetropolitan, de Warren Ellis.

transmetropolitan pg1

Transmetropolitan fue una serie que debutó en 1997 dentro de Helix, una línea editorial de esas que periódicamente DC se saca de la manga y caen en el olvido tan rápido como llegaron, centrada en la ciencia ficción. Por qué hacía falta crear esta nueva línea existiendo ya Vertigo, donde se recogían todos los productos más adultos y apartados del mainstream superheroico es algo que se me escapa. De la misma forma que se me escapa para qué hacía falta crear Young Animal y qué necesidad había de cerrar Vertigo, pero de eso hablaremos otro día. El caso es que tras el casi absoluto fracaso de Helix, las tres series salvables que dio este sello –Bloody Mary, de Garth Ennis, el Multiverso de Michael Moorcock y, por supuesto, Transmet- acabaron en Vertigo. Oh, qué sorpresa.

¿Y qué es Transmetropolitan, a todo esto? Podríamos hablar de ella en varios niveles. En el plano más superficial, es la historia de Spider Jerusalem, un periodista verborreico, malhablado, violento, adicto a todo tipo de sustancias, en el que podríamos ver una versión futurista de Hunter S. Thompson, creador del Periodismo gonzo. Spider se acerca quizás más a la figura del columnista de opinión que a la de un periodista, pero con un apasionado afán en la búsqueda de la verdad y en contarla a los cuatro vientos, caiga quien caiga.

También tenemos en Transmetropolitan una importante dosis de crítica social camuflada de ciencia ficción. Han pasado doscientos y pico años desde la actualidad, pero la política sigue plagada de tipejos miserables sin escrúpulos ni valores, se discrimina a los inmigrantes y a los vagabundos, se manipula a la gente a través de la religión y, a poco que rasques el barniz de sociedad que lo tapa todo, te das cuenta de que el mundo es un poco un asco, y la gente que lo puebla… pues también, qué demonios.

transmetropolitan religión

Por supuesto, ambientada en el S. XXIII y mostrando cómo podría haber evolucionado la humanidad en ese tiempo, hay una potente dosis de transhumanismo. No vamos a señalar la perogrullada de que no somos la misma sociedad que hace dos siglos, es que no somos la misma sociedad que hace dos décadas. Hace veinticinco años, pocos tenían teléfono móvil, y los que lo tenían sólo podían usarlo para hacer llamadas telefónicas y mandar mensajes de texto. ¿Internet? Sí, hace veinticinco años yo ya había oído hablar de esa cosa, pero nunca la había usado aún. Y con la velocidad a la que avanza la tecnología hoy en día, y viendo que esa velocidad es cada vez mayor, ¿qué nos espera? ¿Inteligencia artificial, modificación corporal, cambios en la moralidad imperante propiciados por nuevas costumbres? Bueno, sí. Y muchas otras cosas más que ni siquiera alcanzamos a imaginar, también.

Pero esta serie también tiene una importante reflexión en las formas del cómic. Desde principios de los años 90, se empezó a popularizar el Decompressive Storytelling como técnica narrativa, que alcanzaría a principios del S.XXI su máxima expresión en títulos como Nuevos Vengadores de Brian Michael Bendis, en cuyo primer número todo lo que ocurre es que se va la luz en una cárcel. Cierto es que con la narración descomprimida -cuando está bien hecha- se consigue dar mayor profundidad psicológica a los personajes, se consigue definir mejor la situación en la que se desarrolla la historia… pero es que no suele ser el caso. Esta técnica se suele usar para estirar como el chicle una idea que da para uno o dos números hasta rellenar un arco argumental de seis. ¿Y qué tiene que ver esto con Transmetropolitan? Pues que se opone frontalmente al Decompressive y muestra un horror vacui gráfico y argumental constante. En todas las páginas pasan una puñetera barbaridad de cosas, en todas se presentan ideas interesantes y prácticamente todo lo que se muestra y se cuenta tiene un motivo. Aquí no vamos a encontrar diez páginas de los protagonistas jugando al baloncesto, ni peleas de tres números. Warren Ellis nos cuenta lo que nos tiene que contar a una velocidad endiablada. Con las ideas que Ellis nos tira a la cara en los cinco años que duró esta serie, Brian Michael Bendis tendría material para no menos de veinte años. Pero claro, un Spider de Bendis no habría sido el cabrón malnacido que hemos llegado a odiar y adorar a partes iguales.

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En los doce números que incluye este primer tomo de la nueva edición de ECC, la etapa Helix completa, tenemos una brutal densidad de información. Tenemos la presentación del personaje, abandonando su exilio en las montañas para volver a la ciudad por obligaciones contractuales, la introducción de un mundo totalmente desquiciado pero brutalmente fascinante, un vistazo a la política de ese mundo -cuanto más cambia todo, más se parece a lo mismo-, una mirada a la necesidad de creencias trascendentes de la humanidad y cómo siempre va a haber alguien intentando sacar tajada del tema, con una cantidad de cultos diferentes que parece que el futuro se ha originado en California… Y, por supuesto, también tenemos esas reflexiones sobre nuestro mundo actual. Sobre cómo tratamos a los inmigrantes, convertidos aquí en los transitorios, o a las personas sin hogar, que aquí son los reanimados, gente que fue criogenizada en nuestro presente a la espera de una cura para sus enfermedades en el futuro, despertando en un mundo que no entienden y que no se preocupa por ellos. También pasaremos por una fábula transhumanista, en la que hay gente que vuelca su consciencia a nanomáquinas, por una mirada a la brutalidad policial y a la corrupción de los servicios públicos -lo dicho, algunas cosas no cambiarán nunca- y por la programación televisiva. Spoiler: doscientos años después, la tele sigue dando asco.

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Y si brutal es el guion de Warren Ellis, el dibujo de Darick Robertson no se queda atrás. La capacidad de este autor para mostrar emociones o rellenar cada puñetero milímetro cuadrado de página de información hace que no nos podamos imaginar esta obra con un dibujante diferente, que está aquí en la cumbre de su carrera.

Esta nueva edición en tapa dura de ECC, que durará un total de cinco tomos, tiene una buena cantidad de extras. Además de textos varios de Warren Ellis y alguna columna de Spider tenemos el guion completo del número nueve (el de la visita a las reservas culturales) y los lápices de Robertson de ese mismo número, pudiendo comparar el guion con la interpretación que el dibujante ha hecho del mismo. Lo que hemos dicho otras veces, no es cómic, pero a todos los que nos interesa el proceso creativo es algo que siempre se agradece. En general, es una edición francamente buena si no fuera porque la traducción es bastante mejorable.

¿Se me ha notado, quizás, demasiado emocionado hablando de este cómic? Joder, sí. Es para ello. Es una obra absolutamente imprescindible. Cada cual tendrá sus preferencias, pero es que Transmetropolitan es para mí no sólo una de las cumbres de Vertigo: es que es una de mis diez obras predilectas de la historia del cómic. Pensaba leerme este tomo poco a poco, paladearlo en pequeñas dosis -lo leí por primera vez hace ya veinte años, en la primera edición que apareció en castellano de la mano de Norma-, pero es tan puñeteramente absorbente que ha caído de una sentada.

Y en el próximo tomo, llegan las elecciones generales. Avisados quedáis.