Hay autores que triunfan por su capacidad narrativa, otros por saber encontrar recursos gráficos ingeniosos que explotan las posibilidades únicas del cómic, otros por crear historias que captan nuestro interés con suma facilidad. Pero luego hay otros autores como Alfonso Casas que triunfan entre el público por la capacidad que tienen para encontrar, en una sola viñeta, el camino directo hasta nuestro corazón. Todas las personas que fui, su última obra publicada por Random Comics, es el Vengadores: Endgame del Casas-verso, un lugar donde la historia llega a su fin (de momento) y donde toma referencias de lo que lleva haciendo desde 2020 para mostrar la historia definitiva, desnudándose ante el lector y exhibiendo, más que nunca, su mundo interior. De paso, nos enseña algunos trucos que podemos llegar a necesitar en cualquier momento.
Por el párrafo anterior, podéis pensar que esta obra es una continuación de un título anterior que no habéis leído. Sí y no. Como obra, se puede leer independientemente, todo lo que cuenta es absolutamente comprensible, aunque pienso que la lectura de sus títulos previos puede ayudar a comprender mucho mejor el mensaje. Y me explico. En 2020, Casas publica, también con Random Comics la obra MonstruosaMente, un título en el que el autor nos cuenta cómo ha tenido que aprender a convivir con sus monstruos internos (la tristeza, la culpa, las dudas) a los que antropomorfiza para hablar de tú a tú con cada uno de ellos, en un ejercicio de autocrítica y de reflexión sobre su propia salud mental tan original como interesante. El año pasado autopublicó una continuación de ese título, Las orejas al lobo, en el que algunos de esos monstruos con los que aparentemente había aprendido a convivir volvían a la carga. Tras estas dos historias comienza esta obra que hoy nos ocupa.
Este libro comienza en ese momento de aparente convivencia tranquila, cuando de repente, comienzan a aparecer nuevos monstruos en su vida (procrastrinación, apatía, autoexigencia…) que dan lugar a la aparición del «monstruo definitivo», la crisis. A partir de este momento comienza un viaje más importante que nunca. De la mano de «Cris», el protagonista realiza un repaso de su vida, de cómo ha llegado a ser quién es, sus errores y aciertos, y de la búsqueda de un camino de salida de ese pozo que cada vez parece más profundo.
Bueno, en las primeras páginas te haces una idea rápida de quiénes son esos monstruos con los que convive, la metáfora se pilla muy rápido, ¿por qué es tan interesante haber leído esos otros títulos previamente? Pues más que por comprender la historia, por comprender el mensaje y al mensajero. Tengo la sensación de que en estos tres años que llevo leyendo a Alfonso Casas a través de su obra y de sus activas redes sociales, que jamás me cansaré de recomendar, he llegado a comprender el viaje que lleva realizando y qué es lo que le llevó a conocer a Cris. Pienso que, si alguien lee solo este título, sin suficiente background, puede llevarse la idea errónea de estar leyendo un libro de autoayuda o de un clon de Paulo Coelho, por cómo cuenta esa crisis puntual cuando, si has leído lo anterior, mi sensación es la de comprender mucho mejor todo el viaje. El proceso que atraviesa en esta obra, su camino hasta el final llega mucho más adentro del corazón.
Si los cómics de esta serie habían tenido siempre un peculiar sentido del humor y ese toque de metacómic, Todas las personas que fui es su punto culminante, la máxima expresión de ese juego con el lector. El propio Cris habla continuamente de no eternizar este cómic en algunos pasajes, se muestran las portadas de los títulos anteriores del autor, y hay muchas páginas que, formando parte de la historia, emulan esas ilustraciones que realiza para redes sociales con un mensaje potente. Aunque te están contando una historia, parece que te habla directamente, te cuenta cómo se ha llegado a sentir y qué es lo que le ha llevado a darse cuenta de algunos errores o simplemente aclarado el camino hacia la salida de ese túnel.
El estilo gráfico también experimenta otra evolución. Mantiene ese estilo de cómic amable con toque infantil que a muchos añosos nos recordará un poco ese estilo a medio camino de lo adulto y lo infantil que tenía el ilustrador José Ramón Sánchez en El desván de la fantasía. Pero además de conseguir una metáforas visuales rotundamente certeras, el acierto de esta última obra es la inclusión del color. Las otras obras habían sido en blanco y negro, y así comienza esta, por lo que la incorporación del color va siendo algo paulatino, y aporta el sentido de la propia evolución del protagonista en su viaje hacia la propia comprensión de su momento vital.
En defintiva, Todas las personas que fui es un colofón ma-ra-vi-llo-so hacia ese Casas-verso que nos muestra que el mejor terapeuta para salir de un proceso de depresión, o de la mera inseguridad e incertidumbre, somos nosotros mismos. Evidentemente, la ayuda exterior puede ser de gran utilidad cuando la necesitamos, pero lo que viene a mostrarnos en esta obra es que, sin esa capacidad de autoconocimiento todo se hace mucho más difícil, la convivencia con nuestros monstruos internos se convierte en una cima inalcanzable. La sensibilidad y destreza de Casas para contarnos su historia convierte esta obra en una de las lecturas más cálidas del año, y una invitación cómplice a bajar el nivel de exigencia con nosotros mismos.
Lo mejor: La sensación de unos grandes fuegos artificiales finales a la historia. La evolución gráfica. La sensibilidad del autor.
Lo peor: Imagino que si no conectas con el autor, te puede parecer un mero libro de autoayuda.