Segunda entrega de esta serie antológica de Michael Walsh y ya vamos teniendo perspectiva para observar algunas señas de identidad, algunos rumbos trazados y algunos signos de continuidad más allá de la pura antología. Sea argumental, tonal o estructuralmente, The Silver Coin 2 es el tomo en que empezamos a hacernos a la idea de lo que esta serie puede brindarnos.
The Silver Coin 2 es, como decíamos, una serie antológica y quizá el signo más claro esto es que cada número es una historia autoconclusiva escrita por un autor distinto, pero también es algo más. Pese a que cada historia es a priori independiente, encontramos vínculos entre cada una de ellas más allá de la moneda, que en muchas ocasiones es un macguffin. La mayoría de las veces la moneda es la manifestación física simbólica de la codicia humana, de ese lado oscuro y egoísta que encierra la raíz de la mayoría del mal del mundo. La mayor parte de los actos malvados de la humanidad no son realmente viles ni malintencionados, sino que parten del deseo y la ambición, de un individualismo irresponsable, y, como tal, la moneda de plata que da título a la serie es el perfecto símbolo del mal sobre el que vertebrar la historia.
Pero ya no solo es que tengamos una unidad temática y discursiva, es que además Michael Walsh se reserva una historia por tomo para darnos detalles sobre el origen de la moneda, lo que aporta también una unidad argumental. Y por si fuera poco, toda la serie está dibujada y comandada por Walsh, con lo que ahí tenemos la unidad estructural y gráfica.
Sin embargo y pese a todo esto, es como si Walsh quisiera lo mejor de dos mundos: la unidad y coherencia de una serie continuada con la libertad y capacidad de exploración de la antología. Es por eso que en cada historia tenemos un nuevo guionista. En The Silver Coin 2 tenemos a Joshua Williamson (Muerdeuñas, Crisis Oscura), Ram V (Blue in Green, La Cosa del Pantano), Matthew Rosenberg (4 kids walk into a bank, DC contra vampiros) y el tándem formado por Vita Ayala (Nuevos Mutantes) y Salomée Luce-Antoinette (Nubia), cada uno con su propuesta: un niño en los recreativos de un centro comercial en los noventa, un perdedor con una racha de suerte en un casino con forma de pirámide azteca, un limpiador en un edificio de Wall Street a finales de los 60, un policía corrupto durante los incendios del Bronx en los setenta o un grupo de adolescentes a punto de invocar algo malvado.
Cada historia obliga a cambiar de registro a Walsh, no ya tanto en el plano del acabado, sino en el planteamiento narrativo. Cada historia tiene su propio diseño de página y su propio ritmo porque además, cada historia puede explorar un subgénero distinto del terror. Podemos tener una historia al más puro estilo EC, saltar al slasher juvenil, el thriller o, como vimos en el tomo anterior, la ciencia ficción. Y si he empleado mal «subgénero» ha sido completamente a posta sólo para poder hacer hincapié en no se trata tanto de subdivisiones del terror, como de que este es una especie de metagénero, un género transversal que puede darnos historias, que a la vez de ser de terror, pueden ser thrillers, futuristas, westerns o lo que le dé la gana y la antología es la herramienta perfecta para que Walsh lo explore.
Aún así, como en toda antología, hay altibajos y relatos de más y menos calidad. En este caso podríamos destacar los escritos por Joshua Williamson y Ram V y, por supuesto, Juramento: Abominación, la historia con Walsh como autor completo y que recoge la trama sobre el origen de la moneda.
Cuando termina The Silver Coin 2, vemos que, por el momento, solo está cogiendo marcha y tiene cuerda para rato. Aún le queda a Walsh mucho que explorar, mucho con lo que divertirse y montones de guionistas para colaborar. Para el siguiente tomo, tendremos a James Tynion IV (El Departamento de la Verdad), Stephanie Phillips (Harley Quinn), Johnnie Christmas (Tartarus) y Pornsak Pichetshote (Infiel) y, aunque ahora mismo lleva un tiempo de hiato en los USA tras el tercer tomo, esperemos que no se demore demasiado, porque el mal no descansa.