El terror y el humor son dos géneros especialmente complicados en cómic. Ambos se basan en gran medida en la sorpresa, lo inesperado, y en un medio donde el lector marca el ritmo de lectura, hay que ser algo más que gracioso para hacer un buen cómic de humor. Por descerebrada que parezca The Fix, hay un trabajo de fondo por parte de un equipo de grandes profesionales encabezado por Nick Spencer y Steve Lieber. Son ellos los que hacen de esta serie la que posiblemente es la mejor comedia con bocadillos que se publica actualmente.
En el tomo anterior ya conocimos a Roy y a Mac, ese par de policías absolutos perdedores tan corruptos y mezquinos como adorables. También conocimos a Pretzels, el beagle que resulta ser el mejor policía de los tres. Nos familiarizábamos con los turbios tejemanejes en los que andaban metidos y una estrella de Hollywood terminaba… bueno, leed el primero para saber cómo. The fix 2: Leyes, perretes y zoquetes continúa la historia con las consecuencias de todo esto en dos frentes. Roy tendrá que averiguar en una desquiciada versión del trabajo policial quién está detrás de lo ocurrido con Elaina, la estrella adolescente del tomo anterior. Mac por su parte deberá involucrar a Pretzels, el único policía íntegro de los tres en los asuntos… dudosos en los que está metido.
Así la historia en este segundo tomo se divide en dos y comenzamos a ver de forma cada vez más separada a esa extraña pareja formada por Roy y Mac. Vamos distinguiendo cada vez más a uno del otro y conocemos más a Roy como ese hijo de puta rastrero con gracia con el que es divertido pasar el rato siempre que sus cabronadas vayan dirigidas a otro. Es ese tipo que vendería a su madre con tal gracia que se la reirías. Mac por su parte es un pusilánime adorable, un tipo de buen corazón que por miedo, debilidad o lo que sea, no sabe decir que no a la hora de meterse en líos. Cuanto más se separan sus historias, más nos hacemos con los protagonistas y sus respectivos círculos de extravagantes secundarios, por caminos más divergentes se mete cada una de las tramas y más disfrutamos anticipando que de alguna loca manera, las dos líneas argumentales terminarán uniéndose de nuevo.
Nick Spencer sigue desmenuzando nuestra cultura haciendo gala de una incorrección política sin ínfulas ni exhibiciones, con cierta sutileza y con muy mala leche. Esta vez reparte para los millennials, la cultura friki, la humanización hacia los animales, las relaciones de pareja y todo lo que se cruce por su camino.
Es difícil entender cómo The fix 2: Leyes, perretes y zoquetes puede ser tan inteligente y descerebrado a la vez, cómo alterna montones de escenas mudas y verborrea a paladas con el mismo éxito y la misma gracia. Y es que sin querer quitarle mérito al trabajazo de Nick Spencer, Steve Lieber es en gran medida el responsable de que las chifladuras de Spencer nos lleguen de manera tan eficaz. Más allá del vigor con el que comunican sus personajes, en este segundo tomo ya termina de establecerse una identidad visual y narrativa para esta serie, con recursos que se repiten y que, lejos de perder eficiencia por repetir truco, aportan coherencia e identidad a The Fix. Las secuencias mudas a base de momentos congelados o los juegos con iconos son muchas veces tan culpables de desenterrar esa carcajada que guardábamos bajo llave como la ironía y la mala leche de los diálogos de Spencer. No voy a negar que se le nota una cierta prisa en el trazo en este tomo que ni el colorista Ryan Hill es capaz de ocultar, pero el trabajo de fondo de diseño y narrativa permanece impecable.
Básicamente, The fix 2: Leyes, perretes y zoquetes no es una lectura para llevar al transporte público si no os gusta llamar la atención. Os reto a intentar leerlo en silencio y sin descomponer el gesto.