Tengo que reconocer abiertamente que Diábolo me tiene enamorado con su labor recuperando tebeos clásicos de los años 50 que, hasta la fecha, no habían sido nunca publicados en nuestro país o lo habían hecho en formato reducido y en blanco y negro. Desde hace unos años nos están ofreciendo la fastuosa Biblioteca de Terror de los años 50. A eso debemos añadir la publicación de los clásicos de la EC, siguiendo la reciente edición de Dark Horse, que hasta el momento alcanza tres volúmenes de Tales From the Crypt y dos de Weird Science. Del más reciente de estos últimos me dispongo a hablar ahora.

Weird Science se publicó en el primer lustro de la década de los cincuenta. Alcanzó los veintidós números que Diábolo nos ofrecerá en, presumiblemente, cuatro tomos. Hoy me dispongo a hablar de las entregas siete a doce que vieron la luz entre mayo de 1951 y abril de 1952. Vamos que, a bote pronto, el material que me he metido entre pecho y espalda ha cumplido los setenta tacos y sigue tan fresco como el primer día.

Weird Science. Pasión por la ciencia ficción

El género de la ciencia ficción vivió toda una revolución en la América post Segunda Guerra Mundial, sirviendo principalmente como vehículo de evasión. De hecho, estuvo presente en seriales radiofónicos, películas o novelas Pulp. Podríamos incluso decir que el ecléctico contenido de Weird Science es la evolución lógica de estos librillos de consumo.

A lo largo de las treinta y seis historias que ofrece esta segunda entrega de Weird Science seremos testigos de un tsunami de imaginación donde no faltará de nada: Desde viajes a las estrellas, paseos por el tiempo, científicos locos, desastres cósmicos… todo tiene cabida en estas páginas. Y ello sin olvidar el terror que, aunque principalmente estaba relegado a su hermana mayor (Tales From The Crypt), estaba presente en la forma de aliens y seres de pesadilla, criaturas antropomórficas de todo tipo o monstruos gigantes.

Los tebeos de la EC Comics se adelantaron a su tiempo. Sus tramas a menudo han servido de inspiración a películas de renombre o a series como la mítica versión original de The Twilight Zone o The Outer Limits, así mismo tampoco rechazan su propia herencia y la portada de este volumen se podría considerar todo un homenaje al Flash Gordon de Alex Raymond. Lo bueno de estos tebeos de Weird Science fue la total libertad creativa de la que gozaron sus autores en una época pre comics code.

Y hablando de autores, creo que es de recibo alabar el trabajo de Al Feldstein, escritor y dibujante que poco a poco iría abandonando el lápiz en favor del procesador de texto, cuya autoría está más que presente en Weird Science. Feldstein describe en sus historias a la sociedad norteamericana con una sutileza y mala leche que roza lo exquisito. En sus relatos, aparentemente para jóvenes, utiliza las diversas razas y criaturas extraterrestres como metáfora del creciente miedo al comunismo imperante en la época y que sería reflejado en las novelas de James Bond de Ian Fleming, por mencionar un ejemplo. De esta forma, Feldstein ofrece una mirada crítica, cínica y divertida de todo lo que le rodeaba y que no fue suficientemente valorada en su día.

Cierto es que los relatos de Weird Science se sostienen sobre un esquema que se reitera hasta el infinito. Todos son historias de ocho páginas con su inicio, desarrollo, giro inesperado y conclusión más o menos satisfactoria. Por eso es aconsejable saber muy bien el tipo de lectura que nos vamos encontrar, y según sea el caso dosificar las raciones para no llegar a empacharse. Un riesgo mínimo, en mi opinión, puesto que la variedad está garantizada.

Por último no puedo terminar la reseña de Weird Science 2 sin alabar la sensacional edición de Diábolo. Además de las historias y las portadas originales, se incluyen también páginas de correo de los lectores y publicidades varias de la época que le dan a la obra un aire de facsímil que le sienta de muerte. El remate es un estupendo prólogo escrito por Paul Tobin, guionista de Colder, entre otras muchas cosas.

Entre las historias más destacables aquí recopiladas me gustaría resaltar “Era el monstruo de la cuarta dimensión”, todo un referente a The Blob; “¡Los alienígenas!”, muy divertido relato con dibujazos de Wally Wood; “¡Semillas de Júpiter!”, que sí o sí tuvo que servir de inspiración al equipo detrás de Alien, el octavo pasajero; “El Planetoide”, con el debut de Joe Orlando en la colección o “Por qué papá se fue a casa”, un muy inteligente relato de viajes en el tiempo.

Lo dicho, toda una delicatessen en el, cada vez más, saturado mercado editorial patrio. Deseando estoy de que salga la siguiente entrega.