No hay duda de que la novela gráfica está de moda. Dado que parece evidente que hay un público creciente que no es lector habitual de comic-book, BD o manga, cada vez hay más editoriales generalistas que se apuntan a esto de las viñetas buscando a ese público que compra un cómic puntual entre novela y novela. Andana Gráfica es una de ellas y Temporada de melocotones una de sus novelas gráficas.
De la mano de Juli, Temporada de melocotones nos abre la puerta de una conservera de fruta, sus trabajadores y sobre todo trabajadoras y un trocito de sus vidas. La joven Juli se encuentra en un momento complicado de su vida en el que las amistades que hará en la fábrica podrían ser determinantes. Paquita, Rita y Juli, tres generaciones de mujeres y tres maneras de ver la vida, se reunirán cada mañana en el descanso del bocadillo sin saber lo mucho que eso puede cambiar sus vidas.
Debo reconocer que no soy excesivamente partidario del término “novela gráfica”, pero arrancaba con él la reseña con toda la intención. El guion de Ángel Abellán podría haber dado para una gran novela. Tienen un poco de todo: el foco en tres mujeres trabajadoras en un mundo laboral machista, sus tres maneras de entender el mundo, el arco de sus personajes, un cierto discurso sobre la alienación cotidiana, el retrato de una generación de futuro incierto… Del mismo modo el dibujo de Alba Flores es tremendamente personal, profundamente preocupado por lo plástico y con un cierto toque expresionista que dota a Temporada de melocotones de una estética singular.
Por separado, son un guion y un dibujo de una calidad más que notoria y más tratándose de autores noveles. Sin embargo, por más que cada uno tenga en su currículum más de un premio en diversos certámenes y que esta propia Temporada de melocotones haya cosechado el tercer Premio Valencia de Novela Gráfica, tal vez el talento de ambos autores hubiera funcionado en un gran libro ilustrado, pero hace aguas en algunos de los aspectos fundamentales de la narrativa gráfica.
Guion y dibujo parecen remar narrativamente en direcciones opuestas y la estilización de corte expresionista, que debería traer como aderezo una caricatura al servicio de la caracterización y el acting, lejos de enfatizar personajes, uniformiza un histrión constante y una especie de deliberada deshumanización de las expresiones, que hace difícil entrar en el componente emocional. Además la estética elegida por Alba Flores restringe las posibilidades en el diseño de personajes, llegando a costar identificarlas en los primeros momentos. Esto le hace un flaco favor a una historia como esta donde estas personas y el modo en el que nos llegan es fundamental. También podemos echar de menos un mayor trabajo de atmósfera. Si bien el ambiente gris y sucio de la fábrica sólo iluminada por el color de los melocotones tiene su aquel, no hay nada en el trabajo gráfico que nos haga intuir ese ruido que los propios personajes tienen que explicitar que nos rodea.
El resultado es que al llegar al último tramo del cómic parece entreverse la intención de los autores e incluso terminas cogiendo cariño a las tres protagonistas, pero es el lector el que tiene que poner de su parte para interpretar lo que no está en el cómic. No hablo de leer entre líneas, sino de completar las líneas que no están y eso, pese a los aciertos y el potencial de la historia de Temporada de melocotones, no hace que la experiencia lectora sea completamente satisfactoria.
Probablemente, volveremos a saber pronto de Ángel Abellán y Alba Flores y en ambos se puede ver el potencial para dejar esta ópera prima que es Temporada de melocotones como un trabajo primerizo. Estaremos atentos.
