En 2009, y tras el éxito de crítica conseguido con Essex County, Jeff Lemire comienza a publicar en Vertigo la serie que probablemente le encumbraría y daría a conocer su nombre al gran público. Sweet Tooth era una historia de supervivencia y ciencia ficción que bebía bastante de la ya exitosa Los muertos vivientes pero que planteaba una visión bastante diferente de la subsistencia en un mundo apocalíptico arrasado por una pandemia. La serie duraría 40 números pero cuando se vendieron los derechos y Netflix anunció su intención de adaptarla a una serie, Lemire publicó la miniserie El regreso, con la que volvía a este peculiar universo siete años después. Tras publicar la serie en cuatro tomos, ECC publica ahora Sweet Tooth. La saga completa, un volumen integral de más de mil páginas.
La historia nos sitúa en un mundo arrasado por un virus que ha acabado con una gran parte de la humanidad, y la aparición del virus coincidió con la aparición de una raza de niños híbridos entre humanos y animales. Uno de esos niños es Gus, un inocente chaval con cuernas y orejas de ciervo, que vive con su padre en una cabaña aislada de la sociedad. Pero un día su padre fallece y Gus tendrá que desobedecer las estrictas normas de su padre y abandonar su pequeña cabaña. Tras ser atacado por unos cazadores, se encontrará con Jepperd, un viejo solitario que le habla de una reserva donde estar seguro y donde pueden averiguar algo de su origen y su pasado. Comienza ahí un viaje cargado de aventuras, dificultades y en el que se cruzarán con infinidad de personajes. Pero, ¿de quién se podrán fiar?
Lemire plantea una mezcla de géneros muy interesante: survival, ciencia ficción, e incluso western, con esos personajes con un carácter tan marcado y esa lucha por la supervivencia en un mundo hostil en el que el cualquier momento te pueden quitar de enmedio. Y en ese pozo de oscuridad se encuentra Gus, Goloso (Sweet Tooth), un niño inocente que ha vivido aislado del resto de una sociedad decadente y que solo sabe de la crueldad del resto de la humanidad por lo que le ha contado su padre. Gus es la luz en la oscuridad, es un alma inocente, que va a ir descubriendo esa nube que se encuentra sobre una población dividida entre los humanos que resisten a la pandemia y las criaturas híbridas que son vistas como los que están acabando con ellos. El contraste con Jepperd, un tipo que ha sufrido el peso de la pérdida de seres queridos y conoce de primera mano cómo aflora el sentido de supervivencia en el ser humano, es total: Jepperd es frío e introvertido, mientras que Gus es la inocencia personificada. Dos personalidades muy distintas pero que tienen más en común de lo que aparenta, e irán viendo cómo esos sutiles vínculos van abriéndose paso entre las diferencias e irán arraigando entre ellos.
Hablaba de Los Muertos Vivientes al principio de la reseña, y hoy día podríamos encontrar muchas más similitudes con otras obras de sociedades decadentes al borde de la extinción. Tal vez la más reciente sea The last of us, el impresionante juego de Naughty Dog que ha sido adaptado por HBO a la pequeña pantalla. A pesar de las similitudes entre este tipo de obras, generalmente son historias donde se profundiza en la respuesta del ser humano ante una situación límite como una pandemia, y para eso no tenemos que buscar demasiadas referencias en la ficción teniendo una (por suerte, no tan letal) reciente en la vida real. Y viendo lo que hemos podido ver, creo que obras como Sweet Tooth se ven con otros ojos, los del miedo de saber que no es algo exclusivamente de ficción y que, de suceder en la realidad, no tardaríamos en ver cómo nos matamos entre nosotros para subsistir y cómo habría quien sacara provecho en su beneficio con este tipo de situaciones.
Dentro de ese maremágnum, Lemire hace lo que mejor sabe hacer, que es mostrarnos personajes muy bien caracterizados, cuyas personalidades ponen de relieve aún más lo que quiere contar. Es el caso de este Gus que va perdiendo su inocencia, pero muy poco a poco, siendo evidente el conflicto entre su naturaleza bondadosa e inocente frente a unos hechos que van a obligarle a ir contra su propia manera de ser y pensar. Igualmente nos muestra a ese Jepperd, solitario y pragmático, que nos va a recordar al Clint Eastwood de sus últimas películas y que, por más que se resista, e intente aislarse de los sentimientos, va a acabar poniéndose a prueba por la fragilidad del pequeño niño ciervo. Igualmente nos presenta a personajes secundarios llenos de matices, como el propio doctor de la reserva, con una manera de pensar que nos va a producir rechazo a veces, pero lo vamos a comprender en otras…; así como otras criaturas híbridas como el chico marmota o la chica cerdita, que sirven para ver cómo hay algunos de ellos con más parte humana y otros más animales irracionales.
La verdad es que leyendo el final tan bien cerrado y en el que todos los misterios quedan resueltos, cuesta comprender la necesidad de esa miniserie posterior más allá del rédito económico que pueda traer la popularidad de la serie, pero en todo caso Lemire se las arregla para llevar la acción a 300 años después y plantear una sociedad que ha vuelto a cambiar. El niño protagonista tiene los recuerdos de Gus y, aunque es una historia totalmente independiente, juega a traernos recuerdos de la serie original y buscar la complicidad del lector. En todo caso, es una miniserie que no desagrada, pero es absolutamente innecesaria.
El dibujo corre a cargo de Jeff Lemire casi en su totalidad, salvo en capítulos concretos en los que cuenta con la ayuda de Nate Powell, o Matt Kindt. Generalmente son capítulos de flashbacks que ganan con el cambio de estilo y ayudan a ser vistos con más distancia por el cambio de estilo. El trabajo de Lemire en Sweet Tooth sorprenderá a los que lleguen a ella en la actualidad, después de haber leído otros trabajos suyos, y es que vamos a encontrar numerosos recursos gráficos a los que no siempre estamos acostumbrados, estructuras de página repetidas que buscan un efecto concreto e incluso un cambio en el color a la hora de mostrar líneas temporales diferentes o escenas oníricas. Me ha llamado la atención ver cómo recupera para El regreso algunas de estas técnicas, haciendo que la sensación de homogeneidad sea total, siendo técnicas que no las hemos vuelto a ver en sus trabajos posteriores, mucho más sobrios y basados en las emociones humanas. Por poner algunos ejemplos de las estructuras o técnicas usadas, tenemos números de lectura horizontal narrados como un cuento infantil, o divisiones de página en dos niveles para contar dos líneas argumentales diferentes. El tomo cuenta con numerosos bocetos y la propuesta que entregó a Vertigo en su día como extras.
En definitiva, Sweet Tooth. La saga completa es una oportunidad de tener en un solo tomo toda la historia del niño ciervo, en un grueso tomo de más de mil páginas en formato reducido (jíbaro), lo cual contribuye a la manejabilidad de un tomo ya de por sí pesado. Una historia de supervivencia que pone de relieve el contraste entre cómo afloran los instintos más primitivos y autodestructivos en una situación límite y la inocencia de un niño que no tiene experiencia vital como para pensar que las cosas se pueden hacer para conseguir un beneficio propio, aunque eso suponga hacer daño a los demás. Una historia con un recorrido que permite ver la evolución del niño inocente hacia el fin de su infancia y del viejo grandullón que dejará paso a las emociones por mucho que intente bloquearlas por instinto de supervivencia. Muy muy disfrutable y recomendable, de las mejores obras de un Jeff Lemire en estado de gracia.
Lo mejor: Se lee con suma facilidad. Las personalidades de los personajes, con sus arcos evolutivos. Ver a Lemire experimentar con la narrativa gráfica.
Lo peor: La sensación de que, a pesar de conseguir disfrutar esa miniserie posterior, está hecha con una finalidad de aprovechar el tirón de popularidad, más que por necesidad de la historia.