Un par de años después de maravillar a los lectores con El largo Halloween, los Hernández y Fernández de DC a finales de siglo XX, se pasaron también por las oficinas del Daily Planet para hacer una visita al bueno de Clark Kent. En 1999, Superman: Las cuatro estaciones confirmó al tándem formado por Loeb y Sale como una de las parejas de moda, sólo superada por la de Kobe Bryant y Shaquille O’Neal.
La obra, reeditada hace pocos días por ECC Ediciones en un cartoné kryptoniano, trata de sintetizar la transformación del icono superheroico por excelencia desde los primeros pasos del dubitativo Clark adolescente, hasta el Superman con las ideas claras. Desde ese joven aterrizado en Kansas que ya se sabe poderoso y siente que para llegar a ayudar a más personas debe sacrificar el calor diario de su familia y amigos, hasta el superhombre de las mallas azules y la capa roja del que todos, hasta los que no han abierto un tebeo en su vida, tienen una imagen en la cabeza.
Si en El largo Halloween empleaba las festividades para estructurar la historia, en esta ocasión Loeb toma las estaciones del año, haciendo de nuevo una correlación —algo más velada en esta ocasión— entre lo que sucede en cada capítulo y los títulos correspondientes: la maduración y florecimiento del Clark más comprometido vinculado a la primavera, la caída de las hojas del otoño relacionada con los primeros traspiés de Superman y los celos de Luthor, su contrapartida más carismática… y así con el resto de capítulos.
Y precisamente, en la comparación con El largo Halloween, podemos atisbar gran parte de las diferencias de idiosincrasia de personajes y lo que pedía cada historia. En materia de guion, mientras que en El largo Halloween el protagonismo es de los villanos y esa rogues’ gallery tan típica cada vez que un autor nuevo coge al murciélago, en Superman: Las cuatro estaciones, al margen de Luthor, el foco se lo llevan principalmente sus padres, Jonathan y Martha Kent, además de Lana, Lois y amigos o paisanos de Clark en Smallville. Al fin y al cabo, para el hombre que lo puede todo, lo más importante es no convertirse en su propio enemigo. Y en cuanto al apartado gráfico, mientras que Sale en El largo Halloween empleaba más tinta, más sombra y un tratamiento bastante más oscuro de la viñeta, en Las cuatro estaciones el entintado es más fino dejando que el color respire y dé una mayor sensación de alegría y de esa celebración de la vida que representa Superman. La noche de Gotham y los demonios de Bruce, en contraste con la luz de Clark y sus apoyos emocionales.
Esto dice mucho de Tim Sale y su capacidad para adaptar su arte a lo que pide el personaje sin dejar de ser reconocible en ningún momento y sin perder ni una pizca de su mojo. Pero bueno, no vamos a descubrir ahora a este titán.
Y hablo mucho de su obra anterior en DC por su relevancia y por compartir universo, pero este Superman: Las cuatro estaciones tiene bastante más en común con lo que hicieron posteriormente en Marvel en su colección cromática (Daredevil amarillo, Spiderman azul, Hulk gris, Capitán América blanco), pues son todas ellas una especie de resumen de los personajes, con un tono muy nostálgico a través de los ojos de los que les quieren o les recuerdan. Un repaso en tercera persona de superhéroes archiconocidos, jugando con el hecho de que casi todos los lectores que se acercan a estos cómics conocen sus andanzas a la perfección. Todo ello con muy buen gusto por parte de Loeb a la hora de escoger los momentos idóneos en los que soltar esa línea de diálogo o narración que logra tocar la patata. De hecho, elementos como el álbum de fotos que aquí se incluye o las pequeñas historias cortas que van al margen del relato troncal y que han puesto al final del tomo, son puro porno emocional. Loeb haciendo trampas de libro, y aun así me coge desprevenido.
Superman: Las cuatro estaciones es una de esas historias autocontenidas que tanto se agradecen, al igual que All-Star, Identidad secreta o Hijo rojo, porque es accesible y disfrutona para el nuevo lector, y diría que hasta enternecedora para el veterano que adora a Clark. Una buena medicina contra los prejuicios hacia el noble migrante kryptoniano. El extraterrestre que es más humano que los propios humanos. El único tipo al que no le quedan ridículos los calzoncillos por fuera. EL superhéroe.