Sin amor, no somos más que extraños en el paraíso.
Hace ya más de veinte años que Strangers in Paradise debutó en el mercado español, de la mano de Dude, aquella pequeña editorial independiente de corta duración recordada principalmente por lanzarse a editar en castellano la obra de Terry Moore y el Bone de Jeff Smith. En aquel momento, a finales de los años 90, el indie americano empezaba a hacerse un hueco estable en nuestro mercado. Por aquella época, ver en las tiendas títulos de autores como Daniel Clowes, Art Spiegelman, Charles Burns o Joe Sacco empezaba a no ser la rareza que no demasiados años antes era. El mercado editorial español estaba dejando atrás los superhéroes ultraviolentos con armas enormes y estaba empezando a madurar de la mano de sus lectores.
Y, precisamente, Strangers in Paradise es una de las obras más merecidamente recordadas del indie noventero.
Describir en pocas palabras Extraños en el paraíso es algo tremendamente complejo. Podríamos decir que es un slice of life, pero nos estaríamos quedando cortos. Sí, empieza contando la vida cotidiana de tres personas, pero pronto en la historia aparecen mafias internacionales, redes de prostitución, investigaciones del FBI y demás que lo acercan argumentalmente a un thriller. Se puede decir también que es la historia de un triángulo amoroso, pero también estaríamos simplificando demasiado. En efecto, en determinados momentos de la historia, hay implicaciones emocionales, correspondidas y no, entre los tres protagonistas… pero también entre los protagonistas y personajes fuera de este núcleo central. Lo que es innegable es que ésta es una historia de personajes. Unos personajes que aparecieron hace ya más de veinticinco años y cuya serie original terminó hace más de doce, pero siguen siendo recordados con cariño por todos los que quedamos prendados por ellos en su día. El trío protagonista está formado por Katchoo, una artista lesbiana con un pasado oscuro y un pronto un poco más violento de la cuenta, Francine, una persona adorable pero tremendamente insegura, y David, un estudiante de arte enamorado de Katchoo que tiene mucho más que decir de lo que parece en los primeros compases de la historia. Pero también irán pasando por la serie un numeroso elenco de personajes secundarios a los que poco a poco llegaremos a coger cariño. No, a Freddie Femurs, el mujeriego ex de Francine no llegaremos a apreciarle nunca. No yo, al menos.
Puede parecer en una primera aproximación que este planteamiento tiene un cierto deje culebronesco… y es totalmente cierto. Una parte importante de la historia son los sentimientos (sin amor, no somos más que extraños en el paraíso), pero no la única, y no son sentimientos vacíos ni forzados los que aquí se nos presentan. Y aunque el trasfondo de los personajes pueda llegar a parecer un tanto estereotípico, los diálogos de Terry Moore son fascinantes. Pocos autores he visto que dialoguen mejor que Terry Moore, y en una serie de trasfondo realista como es ésta -en Echo o Rachel Rising, aunque son dos grandes obras, es más difícil que el lector llegue a sentirse tan identificado- los diálogos son fundamentales para llegar a comprender las motivaciones de estos personajes, a identificarse con ellos. Y vaya si lo consigue, aún siendo su primera obra profesional, una de las mejores primeras obras del medio. Strangers in Paradise es el Appetite for Destruction del mundo del cómic. En el plano gráfico, la personalidad de Terry Moore ya está notablemente definida en estos primeros momentos de la serie, siendo ya perfectamente reconocible, pero es cierto que aún tiene un trazo un tanto titubeante, pendiente de encontrar su identidad definitiva. Pero lo dicho, es su primera obra.
Esta edición de lujo de Norma en tapa dura incluye una buena cantidad de extras: portadas a color, bocetos, las tiras que hacía en sus inicios Moore, textos de introducción de los volúmenes recopilatorios… No es, por cierto, una simple reimpresión de la edición anterior en siete volúmenes en tapa blanda. Comparando ambas ediciones, se puede apreciar que ha sido maquetada y rotulada de nuevo.
Strangers in paradise es, sin duda, una de esas series que deberían estar siempre presentes en el mercado. Es un clásico atemporal que no queda desfasado por mucho tiempo que pase por él, y que puede ser disfrutado por un lector de veinte y por uno de cuarenta, en primera lectura o en la enésima relectura. Poniéndome ante este tomo, tenía el miedo de que, con mucha más experiencia vital a mis espaldas que la primera vez que lo leí me fuera a resultar plano y superficial, pero no ha sido el caso. Una vez más, he quedado atrapado por Francine y Katchoo -venga, va, y un poquito también por David- y una vez más, Strangers in Paradise ha resultado ser una de las lecturas más potentes de los últimos tiempos.
