Cómics de Star Trek lleva habiendo casi desde los primerísimos momentos de existencia de la franquicia. El primer capítulo de la serie original fue emitido el 8 de septiembre de 1966, y el primer cómic, editado por Gold Key, vio la luz tan solo nueve meses después, antes de que comenzara la segunda temporada televisiva. Desde entonces, la franquicia ha pasado por Marvel, DC, Malibu, Wildstorm, Peter Pan, Tokyopop, varias tiras de prensa, y a día de hoy está en IDW, donde lleva desde 2007. En castellano, también ha pasado por un buen puñado de editoriales, desde que Bruguera publicó la adaptación de la primera película, firmada por Marv Wolfman y Dave Cockrum, en el lejano 1980. Desde hace unos años, su casa es la madrileña Editorial Drakul. Y de entre estos estos cientos de tebeos, hay uno que tiene un halo legendario, la novela gráfica Deuda de honor, de Chris Claremont y Adam Hughes, que se reedita ahora casi treinta años después de la edición original de Planeta DeAgostini.
Deuda de honor fue publicada originalmente en 1992, durante la época en la que DC publicaba los cómics de la franquicia. Por aquella época, la serie de televisión que se estaba emitiendo era La Nueva Generación, y la última película de la serie original había sido estrenada un año antes, estando ya en desarrollo Generaciones, en la que la tripulación de James T. Kirk le daría el relevo en cines a la de Jean-Luc Picard. Sin embargo, Chris Claremont echa la mirada atrás y escribe una historia protagonizada por los personajes clásicos, ambientada en la época de Misión: Salvar la Tierra, la cuarta película. “La de las ballenas”, como recuerda Cels Piñol en el artículo que cierra el tomo.
Como en muchas de las historias de la Star Trek clásica, el protagonista absoluto de Deuda de honor es James T. Kirk. Aquí vemos una amenaza que lleva persiguiendo al capitán de la Enterprise durante toda su carrera, y a la que decide poner fin de una vez por todas. Pero para ello tendrá que colaborar con los Romulanos y los Klingon, tradicionales enemigos de la Federación, encabezados para esta misión por los comandantes T’Cel y Kor. Los recelos entre los tres bandos son evidentes, pero la necesidad de colaboración es mayor.
La historia está contada en varios momentos temporales. El presente, parte principal de la historia, y unos flashbacks en los que se contextualiza la amenaza y se nos da un poco de trasfondo psicológico de Kirk. Como es habitual en la obra de Claremont, la continuidad es una parte muy importante de esta novela gráfica. Así, hay constantes guiños y referencias a distintos momentos de la historia de los personajes -sin ir más lejos, abre con una escena ambientada en el final de En busca de Spock- que encantarán a los fans de los personajes pero que quizás lastrarán un poco la lectura de lectores casuales.
Y esa es una de las principales características de esta obra. Tenemos a Claremont al frente para lo bueno y para lo malo. Se nota que conoce Star Trek al dedillo y que tiene mucho cariño por este mundo: Deuda de honor podría perfectamente haber sido una secuela de Star Trek IV, y tiene tanto el tono como los temas que se espera. Pero también hay que estar muy metido en este mundo para no perderse en algunos momentos. Aunque claro, el público objetivo de esta novela gráfica no es el lector casual, sino el trekkie convencido y practicante. Por otro lado, las formas de Claremont no son precisamente actuales. El escritor inglés fue, sin duda, uno de los principales guionistas de cómic superheroico durante la Edad de Bronce, pero su estilo ha quedado totalmente desfasado. Tiene una verborrea que hace que la lectura de algunas páginas se haga pesada, y muchos de sus textos son totalmente innecesarios. Quizás tenga algo que ver que el dibujante que le acompaña era casi un recién llegado en ese momento: Adam Hughes, un cotizado ilustrador a día de hoy, había debutado en las grandes tan solo tres años antes de la publicación de esta obra tras dos años en editoriales independientes como Comico, Apple Press o Crystal Publications. Y Claremont tiende a sobresaturar de textos sus cómics cuando no confía en el artista que le acompaña. También ocurre que, para dar cabida a la clásica verbalidad del escritor, muchas páginas tienen una narración prácticamente inexistente, siendo una colección de bustos parlantes. Muy bonitos, sí, pero bustos parlantes.
La edición de Drakul es correcta, pero no está exenta de problemas. La parte física del tomo es impecable, con un papel apropiado y tapa dura, pero la rotulación lastra la lectura con una fuente del estilo de la impopular Comic Sans, poco parecida a la original y que hace que la lectura resulte un tanto incómoda. Por otro lado, el único extra que tiene este volumen es el mencionado texto de Cels Piñol.
Aunque diste mucho de ser un cómic perfecto, hay que reconocer que Deuda de honor es un cómic histórico que llevaba demasiado tiempo no disponible en el mercado español. Los fans de Star Trek que no tengan la edición anterior sin duda lo agradecerán. Eso sí, quizás para los que no sean habituales de los viajes de la Enterprise, esta obra se les puede hacer un poco dura, si se acercan atraídos por los nombres del equipo creativo.