Sin tener aún noticias del próximo destino de Dan Slott, ya nos figurábamos, al reseñar el tomo anterior, que esta no sería una serie de largo recorrido. Ahora ya sabemos que Slott ha cambiado el rojo y azul arácnido por el rojo y azul kryptoniano y pronto lo tendremos por aquí, también de la mano de Panini. Eso nos deja que Spider-Boy 2: Pasatiempos nos sitúa en el ecuador de los cuatro tomos, con un total de 20 números USA, que compondrán esta despedida de la casa de las ideas de este guionista californiano.
Y es que la verdad es que, ahora en contexto, esta serie sí suena a adiós, pero a Slott no parecen gustarle las despedidas tristes y quiere terminar con una fiesta, eso sí, con sus seguidores más cercanos. Después de convertirse en la persona que más números de Spidey ha escrito en toda la historia, parece que de algún modo quisiera poder jugar una última vez con sus juguetes sin la presión de un gran número de miradas y eso es lo que venirmos a tener en Spider-Boy 2: Pasatiempos.
Spider-Boy es una especie de tabula rasa con toda la maravillosa trampa del mundo. Por cómo es creado durante ese Fin de Universo Spiderman que nos brindó hace un par de años, Bailey Briggs surgía de la más absoluta nada, pero con toda una historia, con todo un universo tras de sí, que puede que el mundo hubiese olvidado, pero de cuya existencia ya nos dejaba Slott constancia. Esta argucia le permite edificar sin cimientos, construir solo las partes divertidas sin necesidad de todos los pasos previos y sin ceñirse a normas. Esta peculiaridad se une a la falta de focos que le permite no estar trabajando en un primera línea y hacer así de Spider-Boy su patio de recreo final sin restricciones, el lugar donde Dan Slott se va a permitir jugar con sus propias reglas y como le dé la gana antes de abandonar Marvel.
Y no me gustaría obviar la labor — y gran labor, que quede claro — de los dibujantes y, particularmente de Paco Medina, como lo que podríamos llamar guitarra solista de este grupo de artistas. Pero en este caso, es evidente que Spider-Boy 2: Pasatiempos y toda la serie, en general, es una iniciativa particular de Dan Slott, una que habría sido imposible llevar a cabo solo, pero también una donde el equipo artístico sabe, por más que su aportación sea crucial, quién celebra esa especie de último cumpleaños y con su trabajo de algún modo rinden homenaje a Slott.
En lo que se refiere a este volumen en concreto, en realidad, Spider-Boy 2: Pasatiempos bien podría haber sido el último tomo de la serie, ya que cierra dos arcos, que son además las dos principales vías argumentales abiertas del personaje de Bailey Briggs. El primero de ellos concluye la línea sobre el origen de Spider-Boy y los híbridos animales de Madame Monstruosidad, mientras que el segundo pone el foco en su origen multiversal en una última visita al multiverso arácnido.
En el medio de ambos arcos tenemos un número epílogo/puente a base de experimentos narrativos con pasatiempos y rupturas de la cuarta pared, que es una verdadera delicia y define todo el espíritu de la serie. Se trata de jugar, de explorar con el único objetivo del disfrute puro y sin encorsetar por complejos, continuidades o vaya usted a saber qué. Incluso cuando en el segundo arco se vuelve al Universo Spiderman por enésima vez, esta vez es diferente. Se huye de las grandes escalas y de las trascendencias argumentales, comerciales o de continuidad. Tanto Slott como sus editores saben que esto lo vamos a leer cuatro y en familia se puede permitir la más pura diversión sin ataduras como no podría hacer en otro tebeo.
Aquí todo vale y Spider-Boy 2: Pasatiempos está lleno de pequeños experimentos con diversos niveles de realidad, curiosidades y chistes meta conscientes del tipo de historia que se está haciendo. Hay un momento incluso que se emula una página de publicidad de pastelitos con el eslogan «saben mejor si con cada bocado suspendes tu incredulidad» y con esto ya nos lo dice todo.
Slott se permite jugar con viejos conocidos del Universo Marvel, pero podría decirse que la gran mayoría de Spider-Boy 2: Pasatiempos es mitología propia. Podría ser esto lo más parecido a una obra de autor de Slott por más que esté ubicada en el cosmos de ficción de la casa de las ideas. Es casi como un especie de autohomenaje.
De todo esto, decíamos, parecen muy conscientes los dibujantes, encabezados por un Paco Medina capaz de resolver lo que le echen con elegancia y marcar la identidad visual de la serie. Incluso cuando le echan una mano para que se tome un descanso y, aunque tal vez con el resto de dibujantes pierda un pelín de encanto, el camino y el tono marcado por el dibujante mexicano prevalece de algún modo y siempre se aprovecha además para sustituirlo en escenas puntuales de esos otros niveles de realidad de los que hablábamos o en arcos aislados. Punto también para la editora Ellie Pyle.
Slott, Medina y compañía nos dan así una de esas series periféricas sorpresa de Marvel de las que nadie espera nada y justo gracias a eso se pueden atrever con todo. Hablábamos de autohomenaje, pero sospecho que esto es también de algún modo un regalo de despedida de Slott a Marvel. Todo queda cerrado en Spider-Boy 2: Pasatiempos y podría haberlo dejado aquí con los juguetes recogidos, pero aún quedan otros dos tomos y ya os adelanto que son una especie de manual de instrucciones que Slott deja a la editorial, una guía de cómo podrían seguir usando a Bailey Briggs en el futuro y puede que algún otro regalo que está próximo a llegar.