Nada menos que Matt Fraction y Albert Monteys adaptando una obra del músico Jonathan Coulton, una auténtica sensación de internet. ¿Cómo podía ser posible que una obra como Solid State llevara casi dos años inédita en España con esos créditos?
La verdad es que tal vez suene como una baza más segura de lo que es. Tal vez sea cierto que Jonathan Coulton es una estrella de internet, que sus canciones han sido usadas para videojuegos como Portal, Portal 2 o Lego Dimensions y que se trata de toda una institución de la cultura geek. Sin embargo, apuesto a que muchos de vosotros no teníais ni idea de quién es y, mucho menos aún, de qué es Solid State.
En un mundo donde internet ha devuelto la hegemonía musical a los singles, Coulton se decide a grabar un álbum conceptual donde todos los temas cuentan una misma historia. No es la primera vez que se lleva a cabo en cómic una experiencia similar y ha dado algún que otro buen resultado como The last temptation de Alice Cooper y, aunque esta vez no tenemos a Gaiman y Zulli, tenemos nada menos que a Matt Fraction y Albert Monteys.
Juntos se embarcan en una historia de ciencia ficción contada en dos tiempos, que podrían ser un futuro cercano y otro varios siglos después. Tendremos dos protagonistas llamados Robert y un solo antagonista que conectan estas dos tramas en una sola historia. Una trama sobre la exposición de la privacidad en las redes, con inteligencias artificiales de por medio, y otra envuelta en una extraña distopía orwelliana de corrección política en un mundo sin sueños. Ambas se dan la mano en esta pirueta narrativa llamada Solid State.
La verdad es que pese a los nombres implicados, no estamos ante una historia excesivamente comercial. No se trata de una lectura amable y quizá de no ser por el éxito de ¡Universo! nunca habría visto la luz en España. Estamos ante una historia que adapta una serie de canciones, con lo que Fraction y Monteys se guardan de impregnar todo la historia de esa poética ambigua de la música. Tal vez la prioridad de Solid State no es la de un relato canónico y lineal. De algún modo nos mantenemos durante la mayor parte de la obra imbuidos de un ambiente de lánguida extrañeza, muy en la línea de la música de Coulton en la que se basa. Permitidme que os recomiende el disco como banda sonora de la lectura de Solid State para completar la experiencia.
En un momento en el que Black Mirror ha vuelto a llevar a la popularidad los relatos cortos de ciencia ficción, Solid State lo retuerce una vuelta más recordando también en algunos momentos a una especie de versión moderna del Brazil de Terry Gilliam o hasta algunos retazos oscurecidos del Idiocracia de Mike Judge. Y en medio de toda esta nebulosa poética futurista tenemos a Albert Monteys para tener siempre un pie en la tierra. Mientras Fraction deja lo máximo posible a las vísceras del lector, es Monteys quien se encarga de decirnos cómo es el futuro, el que nos da un asidero y construye el mundo que podemos tocar. Pero más allá de poner la solidez en Solid State, el amable y contundente trazo de Monteys nunca fue tan perturbador. Es casi como si la simpática redondez habitual de su estilo te llamara “colega” en el siniestro sentido que se le da a la palabra en la obra.
Solid State es una mirada amarga y un tanto surrealista a ese internet en el que nadamos a día de hoy demasiado sumergidos en sus aguas para poder mirar en perspectiva.