En verdad tenía muchas ganas de ver cómo se desenvolvía Tom Taylor con personajes de creación propia. Ese es el motivo principal respecto a mis expectativas con la serie que nos ocupa, otro de los éxitos recientes de Boom! Studios. Porque si echamos cuentas rápidas, hasta el momento en España hemos visto a Taylor cargarse universos (DCsos y La Era Oscura) o insuflar vida propia a personajes mainstream establecidos de la talla de Nightwing, Superman (bueno, su hijo) o el Escuadrón Suicida. Entonces llega Planeta, que está apostando fuerte por el cómic independiente los últimos años, y nos ofrece Siete Secretos, de cuyo segundo tomo me dispongo a hablar.
Si estáis con nosotros desde el principio de la aventura, sabréis que las cosas no pintan bien para la Orden. Los Guardianes y Protectores se han visto obligados a batirse en retirada debido a la fuerte ofensiva de los Buscadores. En medio de todo esto tenemos al héroe de la función, un joven Caspar que apenas sabe por dónde va el aire y que terminó el anterior volumen descubriendo que el mundo es mucho más grande de lo que pensaba.
Ay, amigos, Tom Taylor es un cabrito. Cuando parecía que Siete Secretos iba a ser una serie de acción al uso que cogía elementos de sagas cinematográficas como James Bond y Misión Imposible con un tono cercano a fenómenos YA como Divergente o Los Juegos del Hambre, va, y se marca ese final que nos dejó a todos con el culo torcido. No diremos más por si hay algún despistado no se lo ha leído todavía.
Siete Secretos se vuelve más grande en su continuación
El guionista da un golpe de efecto en las primeras páginas con una demostración brutal de lo que esconden los secretos al revelar el poder destructivo de tan solo uno de ellos. Se sirve de esto para diluir ese falso efecto maniqueista que embriagaba la serie en sus primeros pasos. Una vez visto lo que puede hacer el contenido de los maletines, no nos queda tan claro que el propósito de los Buscadores de hacerse con ellos tenga fines malvados.
No me queda otra que quitarme el sombrero ante los autores por construir un pequeño cosmos de ficción en tan solo un puñado de números. A base de flashbacks sabremos más de los protagonistas de Siete Secretos, en especial de Caspar y de Canto. Pequeñas píldoras de información que hacen las veces de balones de oxígeno para coger algo de aire ante el ritmo vertiginoso que tiene la historia en el noventa por ciento de las veces.
Y es que, como decíamos más arriba, Siete Secretos tiene un alcance global en esta continuación con múltiples cambios de localización. Hay peleas, tiroteos, explosiones, una traición que (si bien se veía venir) nos dejará un poco con el culo torcido… Y mucho más en esta versión trascendental del juego del gato y el ratón.
Por supuesto, no puedo terminar esta reseña de Siete Secretos sin hablar del pedazo de arte de Daniele Di Nicuolo. El estilo del artista, venido de franquicias como Power Rangers o Adventure Time, eclosiona de manera definitiva en estas páginas. Un abanico de virtudes narrativas que tiene como resultados unas páginas que recuerdan más al frenetismo del Shonen japonés que al cómic mainstream americano. Sus secuencias de acción quitan el aliento, sus personajes son tremendamente expresivos y su dominio del lenguaje corporal se me antoja imprescindible para las páginas donde priman los diálogos.
Al parecer la serie acaba en el número 18, o sea que el siguiente tomo será el último. Una pena, porque creo que una decena de episodios más le sentaría estupendamente. Ahora, a esperar que alguien quiera adaptar la obra. Y a desear que este alguien no sea Netflix.