La obra de Sibylla Schwarz no es especialmente conocida en España, y hasta hace poco se puede decir que en ningún sitio. Es de esas autoras malditas cuya obra cayó en el olvido durante siglos y que a raíz de reflotar algunos de sus poemas ha acabado siendo todo un referente de la poesía barroca alemana. Al cumplirse cuatro siglos del nacimiento de la poetisa, comenzó a reeditarse su obra, extensa a pesar de su corta edad al morir, y la Asociación Amigos de Sibylla Schwarz encargó al autor alemán Max Baitinger (Röhner) una obra que hiciese honor a lo interesante que fue su vida. Fulgencio Pimentel edita la obra en España.
Como decía, Sibylla murió con tan solo 17 años, de disentería, pero en esas casi dos décadas de vida le dio tiempo a escribir alrededor de una centena de poemas. Su vida tiene la peculiaridad de que fue la hija del alcalde de su localidad de nacimiento, Greifswald, su madre falleció cuando tenía solo 9 años y le pilló de lleno la Guerra de los Treinta años, lo cual la obligó a cambiar de residencia en varias ocasiones, perdiendo su casa por los estragos del conflicto.
Pero que nadie espere una biografía al uso de la autora. Aquellos que conozcan el trabajo del autora alemán, sabrán que le gusta experimentar, y con esta obra no hace algo diferente. Consciente del encargo, opta por hacer una obra en la que tiene mucho peso el simbolismo. Eso probablemente guste mucho a los admiradores y seguidores de la autora, porque comprenderán mucho mejor todas esas referencias que van desde su relación con su padre como alcalde de la localidad, o con el poeta Martin Opitz, fundamental para su carrera y para la propia poesía alemana que hasta ese momento utilizaba el latín como lengua.
Baitinger muestra sus intenciones desde esas primeras páginas en las que deja claro que nadie puede esperar una obra con múltiples referencias a la realidad porque realmente hay poca documentación sobre la vida de la joven. Incluso se ríe de ello y ridiculiza lo innecesarios que son algunos detalles sobre su vida, en las primeras páginas, cuando duda de cómo se vería su casa de la infancia, haciendo hincapié en que lo verdaderamente importante es la obra. A partir de ahí, cada capítulo es un episodio independiente, con una narrativa vanguardista y experimental, con un trazo grueso y muy poco detalle para los personajes, y un coloreado con acuarelas que juega en todo momento con las sensaciones visuales. Es un estilo muy sencillo, parecido al de Lorenzo Montatore, con esos diseños geométricos, con poca expresividad gestual, y partes de un todo en cuanto a composición de página se refiere.
Las viñetas carecen de bordes en ocasiones, y suelen ser pocas y grandes por cada página. Sin embargo, juega con claroscuros, con masas de negro, con cambios en el detalle del dibujo, saltos del rotulador a la acuarela, o en el formato de las viñetas. El conjunto deja con una sensación de cómic fluido, cambiante, inestable… como si saltase de un pasaje de la vida de Sibylla a otro, sin detenerse en exceso. El conocedor de la vida de la poetisa interpretará bien lo que estamos viendo y el que no… sentirá curiosidad por su relación con esos personajes que aparecen o son simplemente referidos, y le invitará a investigar sobre ellos.
En definitiva, Sibylla es una obra compleja, que exige un trabajo activo por parte del lector, tanto por su complejidad narrativa como por esos cambios continuos entre narración y poesía. Pero, como suele suceder con este tipo de obras, si consigues superar ese pequeño desafío intelectual, la recompensa suele ser mucho mayor que con otras lecturas, por la sensación de haber «superado el reto». Una edición muy cuidada por parte de Fulgencio Pimentel, como viene siendo habitual, con un encuadernado cartoné con sobrecubiertas plastificadas, y un papel offset de alto gramaje que reproduce a la perfección el dibujo de Baitinger.
Lo mejor: Una biografía que plantea los datos suficientes para que investiguemos sobre la vida de la autora, no te lo da mascado.
Lo peor: Su complejidad narrativa y la experimentación visual pueden alejar a algún lector que prefiera obras más convencionales.