Se ha hablado mucho del oscurecimiento del medio del cómic durante los años 90. Una mala comprensión de la obra de Frank Miller y Alan Moore hizo que una oleada de jóvenes autores con escasa IMAGinación se quedara en la superficie sin penetrar en lo que las dos lumiarias de los 80 estaban haciendo realmente. Como se suele decir, cuando alguien señala al cielo, el necio mira al dedo. Pero no fueron los denostados -injusntamente en algunos casos- años 90 los primeros responsables de oscurecer el tono del cómic superheroico. Veintitantos años antes de Spawn y Youngblood comenzó la Edad de Bronce, el patito feo de las grandes eras del cómic clásico. En esa época pasamos de leer historias imaginarias sobre Superman casándose con Lana Lang o Jimmy Olsen flirteando con gorilas a ver cómo el sidekick adolescente de Green Arrow acababa adicto a la heroína. A ver el cadáver de un científico arrojado a un pantano del que surgiría un monstruo. A presenciar la muerte de Gwen Stacy.
Y del mismo modo que en los 90 se hicieron obras luminosas reaccionando contra ese ambiente grim and gritty, también en los 70 hubo alguna serie que se opuso a las patadas en la tripa que daban ciertos tebeos. Y uno de los ejemplos de los que podríamos hablar es Shazam!, la primera serie protagonizada por el Capitán Marvel -el original- dentro de DC Comics.
La historia editorial de Shazam! es compleja. El personaje, creado dentro de la editorial Fawcett Comics un año después que Superman y claramente inspirado en él, fue el objeto de una larga y dura batalla judicial que empezó con una denuncia por parte de National -la antecesora de DC- en 1941, seguida de siete años de batallas legales que concluyeron con un juicio en 1948, un veredicto en 1951, una apelación el 1952, y con Fawcett tirando la toalla en 1953 y cerrando toda su línea de cómics. Aunque es cierto que el Capitán Marvel había llegado a superar a Superman en ventas durante los años 40 -llegó a ser incluso el cómic más vendido en Estados Unidos- a principios de los 50 la popularidad de los superhéroes había caído en picado y Fawcett no veía rentable tanto jaleo.
Pero con la aceptación del medio recuperada en la Silver y asentada desde principios de la Bronze, a principios de los 70 DC decidió que tenía que ampliar su línea editorial, así que a alguien se le ocurrió la idea de que por qué no proponer a Fawcett que les licenciara los derechos del Capitán Marvel. Ese alguien se llamaba Carmine Infantino, por cierto. Cómo fue que Fawcett llegó a un acuerdo con la empresa que le obligó a cerrar su división de cómics… yo qué sé. Pasta, supongo. Tener una propiedad intelectual guardada en un cajón que no puedes utilizar tampoco da dinero y con orgullo no se pagan facturas. Así que con el acuerdo firmado, DC fue a lanzar la nueva colección del Capitán Marvel en 1973… encontrándose con que no podía utilizar el nombre del personaje porque otra editorial, aprovechando que hacía casi quince años que no se utilizaba el nombre, se había apropiado de él. La otra editorial era Marvel Comics, el personaje era el kree Mar Vell y el resto ya es historia. ¿Qué hizo DC en ese momento? Publicar la serie con el nombre de Shazam!, la icónica palabra mágica que disparaba el cambio del personaje.
Durante la Golden Age, época en la que se publicó toda la serie original del Capitán Marvel, el medio estaba totalmente enfocado a un público infantil y juvenil y, salvo los asesinos en serie de Batman y Robin, cuya cuenta de cadáveres en cada número de aquella época asustaría hoy en día, eran historias bastante luminosas e inocentonas. La serie no era especialmente más camp que la de Superman, por poner un ejemplo. El caso es que en este revival del personaje de 1973 se respeta el espíritu original de la colección de la Golden… treinta años después. En treinta años, el medio había cambiado mucho en tono y estilo visual, pero manteniendo las formas de la anterior encarnación, Shazam se convirtió en un icono de la inocencia y las historias felices y familiares que aún hoy en día mantiene. Para ello, Denny O’Neil, guionista de la mayor parte de las historias de los nueve primeros números de la serie, arranca con un retruécano argumental para justificar la desaparición del personaje: La Familia Marvel y la Familia Sivana, sus principales antagonistas, habían caído por accidente en un globo de Suspendium que les había mantenido durante veinte años en animación suspendida -obsérvese el evidente paralelismo entre este arranque y el del Miracleman de Alan Moore-, y habían vuelto al mundo como si el tiempo no hubiera pasado por ellos. Y por ellos no había pasado, pero por el resto del medio sí.
A mantener este espíritu camp auyda que el artista elegido para ilustrar la primera serie del personaje sea Clarence Charles Beck, el ilustrador original y creador gráfico del personaje. Comparad las páginas que firma aquí con lo que se hacía por la época: El Green Lantern/Green Arrow de Neal Adams, el Cuarto Mundo de Jack Kirby, el Spiderman de Gil Kane… el estilo de Beck no es que haya quedado desfasado -aún hoy, casi cincuenta años después de su publicación original, sigue siendo tremendamente dinámico y divertido si entras en su juego-, es que pertenece a otro mundo. Es mucho más cercano a la Línea Clara que se estaba haciendo en Europa que al aspecto del superhéroe medio de los 70.
La renovada popularidad del personaje gracias a la película protagonizada por Zachary Levy ha hecho que DC lance bastante material del personaje en los últimos tiempos. Habiendo reeditado hasta el fallido relanzamiento del personaje a cargo de Roy Thomas a mediados de los 80, el siguiente paso lógico era esta serie de los años 70, en dos lujosos volúmenes en tapa dura con portadas de Michael Cho, el portadista oficial de las reediciones de clásicos de la editorial en los últimos años. Y la verdad es que ha sido una lectura deliciosa. Sí, inocente, quizás incluso infantil… pero no todo tiene que ser historias sobre traumas mentales, ¿no?
En castellano, sólo hay dos ediciones de este material, la colección de Vértice y el Showcase de Planeta. Ambas en tamaño reducido y ambas en blanco y negro. Lo único que se ha visto por aquí con una edición mínimamente respetuosa es el primer número de la serie, incluido en el tomo 75 años de Shazam de ECC. Así que quien quiera leer esto en una edición decente, a menos que ECC se lance a por ello -y, por el momento, no ha dado señales de ir a hacerlo en breve- la única opción que queda es el material de importación. Vamos, lo que suele pasar con las marcianadas clásicas minoritarias de las que a veces hablamos por aquí.