El cowboy shaolin se encuentra con tres enemigos en su camino: Los del pasado, que aún le persiguen; los del futuro que le están esperando; y los del presente, que descubren que matarlo no va a ser tan fácil como creían. La obra que le mereció el Premio Eisner al mejor autor completo a Geof Darrow, por fin en una edición a su altura. El cowboy shaolin: ¡gordo, rápido y letal!
A Geof Darrow le habían dado en 1991 un premio Eisner junto con Frank Miller por su trabajo en Hard Boiled. Posteriormente, en 1996, volvió a recibir otro Eisner por su dibujo en The Big and Rusty the Boy Robot, también con guion de Frank Miller. Darrow se había hecho amigo de los hermanos Wachowski, y había trabajado como artista de storyboards para The Matrix, un trabajo que le venía como anillo al dedo por su inconfundible estilo a la hora de coreografiar peleas y tiroteos. Incluso publicó algunas páginas en la antología Matrix Comics, bajo el sello Burlyman Entertainment, propiedad de los Wachowski. Éstos le ofrecieron publicar bajo este sello su propio cómic escrito y dibujado por él, este Shaolin Cowboy, y de nuevo le volvieron a dar un Eisner al mejor autor completo en 2006. Éste último premio es el que no entiendo. Veamos por qué.
The Shaolin Cowboy es la historia de un antiguo monje shaolin que vaga por el desierto en compañía de una mula parlanchina (si el cowboy puede entender lo que dice, aún no lo sabemos). Muchos son los cadáveres de cazarrecompensas que el cowboy shaolin ha dejado atrás, puesto que su destreza en las artes marciales hace que sea muy difícil atraparle, pero eso no hará que dejen de intentarlo. En este primer volumen, que recoge los 7 primeros números publicados por Burlyman Entertainment (aunque el recopilatorio lleve el sello de Dark Horse Books), aún desconocemos la historia del ex-monje, las razones de su abandono del templo, e incluso por qué hay una recompensa por su cabeza. Geof Darrow nos mete de lleno en un paisaje aparentemente postapocalíptico, en un país y una época sin determinar. Todo apunta a que el escenario pertenece a unos Estados Unidos post-nucleares, a raíz de la presencia de cangrejos parlantes, lagartos gigantes que llevan una ciudad a cuestas, demonios antropófagos… Darrow parece dar rienda suelta a la técnica de escritura libre con todo lo que se le pasa por la cabeza sin ton ni son, dibujando las mayores barbaridades y luchas plagadas de ultraviolencia y un exacerbado sentido de lo absurdo. Todo tiene cabida en las páginas de Shaolin Cowboy, desde un cangrejo despechado, único superviviente de un buffet libre de cangrejos arrasado por la debilidad del cowboy por los crustáceos, a dos extraños demonios que persiguen a un bebé con las manos ensangrentadas y que ha dejado un reguero de cadáveres a su paso. ¿Qué significa todo esto? ¿Qué pretende contarnos Darrow? La forma vence al fondo en un cómic que pretende emular la odisea del protagonista de Hard Boiled, pero sin la chispa y la mala leche de los textos de Frank Miller. En su lugar, tenemos a una insufrible mula parlanchina (en este sentido, Shaolin Cowboy debe mucho a Lucky Luke), con el look de Jolly Jumper y la verborrea incansable del Asno de Shrek.
¿Qué me estás contando, Geof Darrow? ¿A dónde vas a parar? The Shaolin Cowboy es un viaje en el que el destino importa menos que el viaje. Un viaje en el que los protagonistas (el cowboy y su mula) encuentran todo tipo de criaturas, a cual más extraña, sin inmutarse en demasía. El cowboy es lacónico y letal, apenas pronuncia unas cuantas palabras a lo largo de los siete números de la obra porque deja que su espada y su rifle hablen por él. Lucky Luke, el Lobo Solitario y su Cachorro, el paisaje de Mad Max, las peleas de The Matrix… son los ingredientes de este explosivo cóctel cuyo dibujo bien le puede suponer a Geoff Darrow todos los premios habidos y por haber, pero cuyo guion pretende emular al Frank Miller más salvaje y se queda en una mera sombra que no lleva al lector a ninguna parte, dejando que todo el mérito de la obra recaiga en el hiperdetallado dibujo. Cada página es un Dónde está Wally para adultos. Todo puntuado por los maravillosos colores de Peter Doherty, Lovern Kindzierski y Alex Wald.
La edición de NORMA Editorial es de auténtico lujo, con una encuadernación holandesa sobre cartoné (cuidado sin tenéis animales en casa, que la tela atrapa los pelos) para recopilar los siete números de la serie original más las distintas portadas obra del mismo Darrow, Mike Mignola, Moebius, Scott Gustafson, Ricardo Delgado, Kevin Nowlan y John Severin. En los próximos meses se publicarán los siguientes tomos que recogerán la continuación de la serie, cortesía de Dark Horse Books. A ver si a lo largo de sus páginas aprendemos más sobre el origen del cowboy shaolin y su mula. Su insufrible mula.
