¿De qué va SEXO MAL? Bueno, es curioso, pero siempre que intentas recordar alguna experiencia sexual… ¿te vienen a la cabeza las mejores o las más terribles? Carles Ponsí hizo un ejercicio de memoria y, en escasos cinco minutos, tenía una lista ABSURDAMENTE ENORME de desastres en la cama. Bueno, en la cama, en la cocina, en el baño, en el portal de casa, en saunas, en… porque si algo podemos sacar en claro de este libro son dos cosas: Carles ha follado muchísimo, y muchísimas veces ha acabado mal. Pues eso, SEXO MAL. Nada que envidiar.
Oímos hablar de Carles Ponsí por primera vez gracias a su divertidísimo ¡Socorro! ¡¡Mi madre tiene Facebook!!, una obra autobiográfica en la que el autor narraba con mucho desparpajo e ironía las experiencias de su madre con las nuevas tecnologías, un tema con el que muchos lectores se veían claramente identificados. En ese tebeo descubrimos a un dibujante con un sentido del humor capaz de alternar el humor fino con la sal más gruesa. Ahora le tenemos de nuevo en una recopilación en papel de todas las tiras cómicas publicadas online en la web de Fanternet, y con algunos extras para animar al lector que quiere algo de valor añadido.
La introducción del tomo corre a cargo del crítico de televisión Bob Pop, y en ella hace una apasionada defensa de los malos polvos. Yo, personalmente, siempre he sido de la opinión de que el único mal polvo es el que no se echa, al igual que la única comida que no engorda es la que se queda en el plato, pero ya nos sirve de precalentamiento para lo que nos vamos a encontrar en este Sexo Mal: una antología de fails sexuales, con un denominador común: todos le han sucedido al pobre Carles Ponsí. Me cuesta creer que una sola persona haya pasado por tantos descalabros en la cama (o en la cocina, o en el baño…), pero claro, estadísticamente, cuantos más polvos echas, más probabilidades tienes de que te ocurra una de estas cagadas. Es la ley de los grandes números, que decimos los estadísticos.
Carles Ponsí nos cuenta sus experiencias sexuales más desastrosas desde que salió del armario, y cómo a raíz de la dolorosa ruptura con su primer novio decide abandonar el compromiso y la búsqueda del amor y lanzarse de cabeza al apasionante mundo de la promiscuidad (y no esas tonterías del poliamor que se han inventado por ahí). Comienza así la búsqueda del polvo perfecto con hombres de todo pelaje (y plumaje), para acabar descubriendo que el polvo perfecto no sólo es un mito a la altura de El Dorado, sino que además ¿de qué sirve encontrarlo si no vas a poder convertirlo en material para una tira cómica? Aparte de ser una divertida recopilación de cagadas y meteduras de pata (y lo que no es la pata), en Sexo Mal aprendemos cosas muy educativas, como que los condones y el lubricante no pueden faltar en la mochila de cualquier cruiser, o que en la apps para ligar una buena fotopolla puede ser más efectiva que un «buenas tardes, encantado de saludarte».
Carles se representa a sí mismo como ese hombrecito de a pie, tierno y sensible, a quien las circunstancias y la experiencia han llevado por el camino del pim pam y adiós. Con mucha autocrítica y sentido del humor, Carles recuerda a sus amantes, omitiendo nombres (aunque seguramente alguno se reconocerá reflejado en alguna viñeta y pensará «¿este tío que me calcé era dibujante de tebeos?»), y plasmando en divertidas caricaturas las dolorosas posiciones, eyaculaciones precoces, enculadas a traición e incluso orgías por las que ha pasado. La portada ya no deja lugar a dudas de lo que nos vamos a encontrar dentro, así que no os engañen los adorables muñequitos que protagonizan estas páginas: la polla de Carles ha visto más mundo que Willy Fog.
No soy muy amigos de leer cómics que consisten en gente follando. Y me echan mucho para atrás aquéllos que van en plan «mira cuánto follo», pero este Sexo Mal me ha hecho gracia, tal vez porque el autor es capaz de reírse de sí mismo y de sacar el lado cómico de todas esas desastrosas experiencias de las que, inevitablemente, acabas riéndote con el paso del tiempo. Habría sido una lástima que se hubieran perdido. Leer Sexo Mal nos puede ayudar a escarmentar en cabeza ajena y prevenir futuribles fails. Reconozco que a mí nunca me han pasado cosas así (aunque hubo una vez una historia con una esquina de la mesilla de noche), pero igual es que debería leer menos tebeos y follar más.