Cuando empezamos a leer Sex Criminals hace ya tres años, descubrimos un thriller de ciencia ficción con un componente cómico muy potente, pero también con interesantes reflexiones sobre la sexualidad y la moralidad. Ahora, en su quinto y penúltimo tomo, ha ido evolucionando poco a poco, y aunque siguen apareciendo esos componentes, el sexo ha dejado paso a las relaciones y el tono cómico se ha ido viendo progresivamente sustituido por un intimismo con un toque amargo. Y aún así, sigue siendo una de las mejores series que se pueden leer en la actualidad.
Según ha ido avanzando la serie, los personajes han ido creciendo con ella. Como si se tratara de un adolescente, esta serie ha pasado de tener el foco en el sexo y las risas a centrarse más en emociones y relaciones interpersonales. Sí, por supuesto, sigue habiendo sitio para sexo y risas, pero ya no son conceptos tan omnipresentes como en el arranque, en Un truco sucio. El avance de la trama general de la historia pasa a un segundo plano, y este penúltimo volumen se centra más en la evolución psicológica y emocional de los personajes. En cómo han quedado de tocados Suzie y Jon después de su ruptura. Que, por cierto, hacían una pareja adorable y esa ruptura fue una jugarreta sucia hacia el lector que había cogido cariño a una de las parejas sentimentales más disfuncionales que hemos visto en los últimos años. En este arco, los dos protagonistas intentan seguir adelante con sus vidas y parece que hubiera una competición de a ver quién es capaz de caer más bajo. Ella sale con el hombre más gris del mundo y vuelve a vivir con su madre, una viuda que vive en un museo a su difunto marido y que lidia con la menopausia de una forma hipersexualizada. Él empieza una relación con una mujer por la que no siente nada y con un nivel de compromiso que a él no le convence.
No estamos, pese a lo que pueda parecer, en un tomo de relleno ni transición. Podría parecerlo si fuera una serie abierta, pero ya sabemos desde hace tiempo que en el siguiente tomo llega el final. Es un punto de la historia en el que profundizamos un poquito más en la personalidad de los protagonistas, y en el que todos los personajes que hemos ido encontrando a lo largo de la serie, buenos y malos, convergen de cara a la traca final que veremos en el sexto y último volumen.
Lo marciano del planteamiento de la serie y lo bien definidos que están los personajes, amén de los fabulosamente bien escritos que están los diálogos de Matt Fraction, hace que haya un punto al que no se alaba suficientemente: el dibujo de Chip Zdarsky. Sigue estando al mismo nivel que al principio de la serie, pero es fascinante la naturalidad con la que fluyen sus viñetas y cómo consigue llamarte la atención al punto que quiere de la página cuando es necesario. Quizás el hecho de no tener un millón de rayitas por centímetro cuadrado y no tener splash pages de poses épicas cada dos por tres le reste espectacularidad, pero es un tipo que consigue que veas dinamismo en una historia que en su mayor parte son personas hablando.
En resumen, podemos decir que Sex Criminals es una serie que ha evolucionado por caminos inesperados y ha cambiado bastante el tono desde su arranque, pero sigue consiguiendo interesar al lector mucho más que la media de las publicaciones que se leen mes a mes. Ya sólo falta ver si el final está a la altura, pero después de los cinco tomos previos, estamos seguros de que lo estará. In Fraction & Zdarsky we trust.