A estas alturas hablar del valor terapéutico del Arte supone caer en lo perogrullesco. Hay millones de ejemplos de esto en la Historia del Arte e incluso, sin salirnos del cómic, ha dado lugar a toda una rama denominada medicina gráfica, de la que en esta web somos muy asiduos. Sin embargo, se ha hablado por activa y por pasiva de lo que el Arte puede hacer como terapia, pero no tanto de lo que la terapia puede hacer por el Arte y, para hablar de esto — entre otro montón de cosas — no se me ocurre mejor tebeo que Se está muy sola en el centro de la Tierra, de Zoe Thorogood.
Zoe Thorogood es una jovencísima autora británica, que tras varias experiencias en fanzines, debutaría en 2020 con La inevitable ceguera de Billie Scott. En solo cuatro años su renombre ha subido como la espuma, sobre todo después de aparecer Se está muy sola en el centro de la Tierra de la mano de Image a finales de 2022, que le valdría cuatro nominaciones a los premios Eisner. Con estos datos, habrá a quien le pueda venir a la cabeza un caso anterior parecido de autora joven de éxito fulgurante y obras personales como es el de Tillie Walden. Sin embargo, el último par de años están llevando a Thorogood por derroteros distintos y tal vez más comerciales, como son el caso de Rain, con Joe Hill o Hack/Slash: Back to School, retomando la franquicia de Tim Seeley y Stefano Caselli, lo que no deja de ser curioso y digno de atención.
Y es que teniendo en cuenta la naturaleza intimista de sus dos primeras obras, este tipo de viraje es cuanto menos llamativo. Si bien La inevitable ceguera de Billie Scott era una especie de autobiografía a través de la metáfora, en Se está muy sola en el centro de la Tierra se quita los ruedines para una profunda autoexploración personal en viñetas y sin intermediarios. En ella, Thorogood nos sumerge en una peculiar narración de seis meses de su vida, mezclando la crónica con el relato vital introspectivo y experimental.
Se está muy sola en el centro de la tierra es la historia de una persona con depresión, pero lejos de la habitual complacencia de muchas historias de este tipo que buscan suscitar una falsa empatía lastimera y una demanda de atención autoglorificadora e infantil, Thorogood es profundamente crítica consigo misma. En un momento de la obra, menciona que este tipo de relatos suele ser bien de masturbación o bien de menstruación, es decir, recreaciones onanistas sobre la importancia del ombligo propio o vomitonas viscerales e incontrolables de lo que se lleva dentro. Se está muy sola en el centro de la Tierra es ambas, con todo lo bueno y todo lo malo que conlleva.
Thorogood es consciente de lo absurdo que supone ponerse en el centro de la Tierra pero también de lo inevitable que resulta en este tipo de situaciones. En estados de depresión por más que el análisis frío y objetivo deje en evidencia lo irracional de ciertas angustias, miedos e inseguridades, la realidad es que todos ellos existen. Por más que los motivos resultan nimios bajo ciertos ángulos y pueda parecer tomarse las cosas a la tremenda, el hecho es que se sienten tremendas y la realidad de lo que se siente es la realidad.
Todas estas cosas son examinadas en Se está muy sola en el centro de la Tierra y habrá quien vea una cierta romantización del problema y tal vez la haya, pero es inexorable recurrir a la poética o al Arte para hablar de aquello que va más allá de la realidad objetiva. Más allá de lo completa, autoconsciente, carente de condescendencia o descarnada que pueda ser esta obra, de lo absolutamente visceral y a la vez minuciosa que es en cuanto a exploración del problema, lo mejor de esta obra es el uso que para ello hace del Arte.
En cierto modo, puede recordar al también reciente Terapia de Grupo, de Manu Larcenet, en cuanto a cómo la propia autoexploración es el motor para la experimentación artística, para los cambios de registro explosivos y vehementes. Sin embargo, y aunque encontraremos no pocos momentos con ironía o cierto humor negro, donde el autor francés hacía mofa de sus obsesiones, Thorogood deja que sean el impulso de su labor artística. Donde Larcenet establecía un patio de recreo, Thorogood emprende una búsqueda.
También en parte por explorar un problema similar, y por la avatarización de sus facetas y miedos personales, se podría encontrar una cierta semejanza con el trabajo de Alfonso Casas en MonstruosaMente, o Todas las personas que fui, si bien éste autor maño ofrece una faceta mucho más amable y esperanzadora.
En cualquier caso, Se está muy sola en el centro de la Tierra no es un tebeo maravilloso sólo por su falta de complacencia y condescendencia. Tampoco porque sea profundamente autocrítica y sea consciente de cuando cae en el ineludible «porno miseria» — como ella misma llama — o porque cuando se adelanta a los posibles recelos del lector no lo haga como un reflejo autodefensivo, sino como pura catarsis. Ni siquiera es tan genial porque huye de la indulgencia y la posición de superioridad del púlpito artístico, sin buscar la identificación fácil en un pobre mal de muchos. Se está muy sola en el centro de la Tierra es un tebeazo porque Zoe Thorogood es una artistaza. Es uno de los tebeos del año porque resulta increíble que alguien tan joven sea capaz de tal despliegue de registros sin acudir a la exhibición gratuita. Su mérito no es ser camaleónica, sino que cada vez que cambia hay una razón, un propósito narrativo, que demuestra una madurez artística muy impropia de su juventud.
Incluso cuando Se está muy sola en el centro de la Tierra se muestra caótica y recargada de ideas, es un modo de alimentar la vorágine de desorden y contradicciones en la que trata de hacer que entremos para poder entender su historia. Zoe Thorogood es capaz de hacer de la marcha atrás y el volantazo un mérito que rema a favor de su obra, porque, como nos deja claro, la página es su escenario y en ella no tiene límites ni miedo.
Tal vez la deriva hacia obras más ligeras que parece haber tomado tras Se está muy sola en el centro de la Tierra sea la opción más sabia, ya que resulta imposible repetir algo como esto, no por falta de capacidad artística, sino porque a nivel persona ha tenido que ser agotador. En cualquier caso, no creo que Zoe Thorogood lea esta reseña, pero si lo hiciera, que sepa que a este reseñador le apasionaría leer esa historia sobre una escuela de viajeros temporales de la que nos habla en uno de los pasajes o cualquier otra cosa que nos quiera contar. Aquí hay un nuevo fan.