Conocí a Chris Ware en 2004 cuando Planeta editó por primera vez en España Jimmy Corrigan: El chico más listo del mundo. Incluso con 15 años menos de edad y rodaje viñetero, resultaba evidente el virtuosismo formal de Chris Ware, pero también un tanto abrumador. Teniendo en cuenta además que Jimmy Corrigan tampoco era la historia más positiva del mundo, pese a ver las innegables virtudes, dar el paso hacia nuevas obras de Ware resultaba amedrentador. Además, propuestas estructuralmente aún más experimentales si cabe, como Catálogo de novedades ACME o Fabricar historias podrían no ser el camino más sencillo para seguir con Ware.
Y así nos llega Rusty Brown, un libro más cercano al estilo de Jimmy Corrigan, que recopila el trabajo de 18 años de tiras de Chris Ware. Prácticamente todas y cada una de las páginas de Rusty Brown habían aparecido antes en publicaciones como New City, Chicago Reader, Virginia Quarterly Review o, por supuesto en Drawn & Quarterly, pero sorprende la unidad de idea de fondo, tanto formal como argumentalmente en Rusty Brown como obra completa.
Rusty Brown nos cuenta las historias de 6 personas orbitando alrededor de Rusty Brown, un niño de Omaha, Nebraska, sin demasiadas habilidades sociales y un mundo interior un tanto hiperactivo. Seremos testigos de las angustiantes historias del que será su amigo Chalky; de Alice, la hermana de éste; de Jason Lint, el tipo que le hace la vida imposible y de varios profesores del colegio, como el propio padre de Rusty, la señorita Cole o el propio Chris Ware.
Desde el principio Ware nos deja clara la intencionalidad formal y estructural de Rusty Brown. Más allá de las historias de cada uno de los protagonistas, este libro se construirá en torno a la organización de un copo de nieve, articulado siempre en modo hexagonal con una cantidad completamente variable e infinita de ramificaciones en forma de fractal. Los copos de nieve no sólo le servirán como símil para el subtexto de la metahistoria (incluso de cada historia de manera individual) sino que posibilita una serie de juegos formales que se apoderan del primer plano.
Como partiendo del centro de un copo, comienza con una estructura más elemental, que no casualmente se organiza en páginas de 6 viñetas (aunque con una tira de historia paralela que va expandiendo una de las ramas). Las variaciones sobre esta distribución se disponen en forma de fractal de manera muy directa al inicio . Sin embargo, a medida que avanzamos en el tomo y cambiamos de protagonista, la estructura introduce cada vez elementos más complejos: viñetas fuera del formato rectangular, cambios del sentido narrativo, elementos fuera de viñeta, cambios de estilo gráfico y todo lo que se le va a ocurriendo a Ware. Cada historia tiene su propia estructura e identidad visual y sin embargo todas son fácilmente discernibles como parte del mismo conjunto.
Con todo lo anterior, resulta evidente que Rusty Brown es un tebeo para muy cafeteros. Sin duda hará las delicias en todos los interesados en la experimentación narrativa y en lo puramente plástico. Más allá de los juegos del lenguaje secuencial, la exquisitez del dibujo de Ware a nivel de diseño es una gozada plástica, pero si la intención del lector es únicamente la de leer una buena historia gráfica, no diré que no la vaya a encontrar en Rusty Brown, pero el esfuerzo que conlleva tapa sin duda la experiencia si no contamos con lo plástico.
Hacia la mitad del tomo llegamos a tales grados de experimentación que el nivel más elemental de la experiencia lectora se disipa. Llegamos a perder el sentido de lectura e incluso casi la posibilidad misma de la lectura en un mar de viñetas minúsculas y texto diminuto. El propio Ware afirma que forma parte de la experiencia, que alude al aumento de la complejidad de la historia, la intensidad y un nivel de detalle más fino (como las propias ramificaciones del propio copo de nieve), pero me atrevería a decir que el hecho de haber sido editadas originalmente en distintas publicaciones periódicas con distintos formatos también tiene algo que ver. La edición de Reservoir Books (por otro lado exquisita) no hace sino repetir la solución aportada por el recopilatorio original del Pantheon Books.
Más allá del despliegue visual, las historias de Rusty Brown nos acercan una colección de inadaptados cotidianos, de rarezas corrientes con identidades tan únicas e irrepetibles como familiares y comunes, de recorridos singulares que podemos ver cada día. Con esa mirada habitual en Ware pesimista, angustiante y no exenta de cierto humor ácido, despliega una colección de personajes que vive en su propio mundo pese a que nieve sobre todos por igual.
Por más odioso que pueda sonar, Rusty Brown se ajusta a la perfección a la tópica expresión “no para todos lo paladares”. Nadie será más o menos listo por disfrutar o no de Rusty Brown, pero sin duda es fundamental tener en cuenta a qué tipo de obra de obra nos acercamos cuando hablamos de Chris Ware. Hay más de un modo de disfrutar de un cómic, no lo olvidemos.