Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Rogue Trooper 1

Rogue Trooper 1
Guion
Gerry Finley-Day
Dibujo
Dave Gibbons, Colin Wilson, Cam Kennedy, Brett Ewins, Mike Dorey y Eric Bradbury
Color
Charlie Kirchoff
Traducción
Alberto Díaz
Formato
Cartoné. 21 x 28 cm. 232 páginas. Color
Precio
32,90€
Editorial
Dolmen . Mayo 2024
Edición original
2000 AD progs 228-232, 234-243, 246-258, 260-262 y 265-279

Si exceptuamos el icónico Juez Dredd y tal vez el Perro de estroncio, con toda probabilidad, Rogue Trooper es después de estos la franquicia más popular de cuantas nos han dado los casi 50 años de historia de 2000 AD.

No obstante y tal como se explica en el prólogo de Barsen Sánchez en el primer volumen de esta edición de Dolmen, Rogue Trooper es algo así como un producto de laboratorio. Surge de un encuesta publicada en la revista y fue un encargo del editor Steve McManus a Gerry Finley-Day y Dave Gibbons, por aquel entonces autores relativamente jóvenes y no especialmente reputados.

De hecho, en el caso del escocés Gerry Finley-Day, su nombre ha trascendido quizá menos de lo que merece, ya que hablamos de uno de los pesos pesados de 2000 AD, con títulos sus espaldas como Invasion!, Fiends of the Eastern Front, Harry 20 on the High Rock o Ant Wars, además de otros tantos antes en la revista Battle Picture Weekly. Los años venideros serían mucho más espléndidos con Dave Gibbons, pero en aquel 1981 en que crearon a Rogue Trooper, aún quedaba para Green Lantern, Watchmen o Give me Liberty. No me extenderé sobre los trabajos de Gibbons previos a Rogue Trooper, ya que la edición de Dolmen viene complementada por un extenso dossier sobre su figura a cargo de Sergio Aguirre.

Rogue Trooper

Así pues, Rogue Trooper es un pastiche, un batiburrillo de referencias que nos lleva a una guerra eterna y sin sentido en el planeta Tierra Nu. Rogue es un IG, lo que no deja de ser en ingles GI y, por tanto, un guiño al término militar que acabaría popularizado por los muñecos de G.I. Joe. No obstante, en este caso significa «Infantería genética», dado que Rogue es el superviviente de una serie de experimentos para crear soldados mejorados, que además pueden sobrevivir sin traje respirando el aire tóxico del planeta. A Rogue lo acompañan, en forma de biochip y a modo de fantasmas, sus compañeros muertos Gunner, Bagman y Helm. Rogue es un desertor del bando de los sudistas que busca por su cuenta al traidor responsable de la masacre de Quartz.

Con esta premisa y mezclando mil y una referencias de la tradición británica del cómic bélico, Star Wars, el espectro de la Guerra Fría flotando, la novela Rogue Male, El fugitivo, La guerra interminable, Starship Troopers y todo lo que se les cruza, nos embarcan en una aventura episódica, donde se va construyendo por el camino y de manera un tanto improvisada. No se diferencia esto en exceso de cómo funcionaba el resto de las cabeceras hermanas de 2000 AD, pero en nuestros tiempos de pre-producciones eternas, concept-arts y worldbuildings minuciosos, este salto de mata de escenarios postapocalípticos será a buen seguro un tanto bananero para algunos, pero refrescante para otros tantos.

De este modo, capítulo a capítulo, vamos descubriendo detalles sobre Rogue y sus compañeros caídos, sobre la naturaleza absurda e incierta de la guerra, sobre los bandos sudista y nordista, sobre las distintas facetas del conflicto… pero, como esto era una revista y cada episodio podía ser el primero de algún lector, exceptuando los episodios centrales de algunas sagas concretas, cada uno tiene la información necesaria para ser leído por separado, aunque a veces haya que meter con calzador algún pequeño recordatorio o texto explicativo.

Por todas estas cosas, por lo exagerado de muchos de sus modos, por la improvisación loca, por su maniqueísmo, por la tendencia al drama o por esa visión que muchas veces se queda en ese borde difuso entre la ironía y el humor involuntario e ingenuo y que hace difícil discernir en qué lado estamos… por todo esto y por esa sombra que nos hace intuir que puede haber algo más detrás de todas estas dramatizaciones y simplificaciones, Rogue Trooper es probablemente la serie de 2000 AD que más rasgos comparte con sus vecinos los superhéroes americanos.

Rogue Trooper

Así, alternamos algunas moralejas finales bastante facilonas con ideas de fondo mucho más interesantes: la utilización de los soldados como recursos que ni muertos pueden retirarse, los fantasmas que acompañan para siempre a los combatientes, la creación de la leyenda en este tipo de conflictos, la deshumanización, la demonización incuestionada del otro bando… del mismo modo que se va a haciendo crecer el escenario y el trasfondo temporal con cada capítulo, se van introduciendo nuevas ideas, algunas con la brocha más gorda que otras, pero haciendo crecer la mitología y la esencia de Rogue Trooper.

No obstante, aunque Gibbons tenía una idea mucho más orientada al viaje y el aprendizaje, es finalmente Finley-Day quien se lleva el gato al agua y la serie está plagada de acción a raudales. En parte, probablemente se deba a que Gibbons no duró demasiado en la serie y pronto lo relevarán otros dibujantes como Colin Wilson, Cam Kennedy, Brett Ewins, Mike Dorey o Eric Bradbury.

El Gibbons que vemos aquí, no obstante, es bastante más primitivo que el que nos encontraríamos años después en su carrera americana, pero ya se le aprecian unos cimientos solidísimos, mucho trabajo en la puesta en escena — tanto en el escenario como en la disposición de los planos de acción — y, sobre todo, una elegancia y pulcritud que se echa en falta en sus sucesores.

De entre todos ellos, destaca el neozelandés Colin Wilson, que, por mucho que Gibbons sea el creador gráfico del personaje, es el que podríamos considerar el dibujante principal de esta primera entrega de Rogue Trooper. Wilson tienen un estilo quizá más áspero, pero mucho más bombástico y tendente a las grandes escenas de acción y, tal vez a excepción de Cam Kennedy, es el único que hace que no echemos de menos demasiado a Gibbons.

Rogue Trooper

El resto de dibujantes, Mike Dorey, Brett Ewins y Eric Bradbury, tienen un papel más testimonial y, pese a realizar una labor digna, no brillan tanto como sus compañeros. Normalmente entran de apoyo, cuando sus colegas no llegan con las entregas. A veces ni siquiera todos los capítulos de una misma saga están dibujados por la misma persona, lo cual vemos que no es un fenómeno exclusivo de la actualidad ni de las grandes editoriales americanas.

En cierto modo, que Dolmen haya partido de la recentísima edición Essential inglesa tiene la ventaja de que el color de Charlie Kirchoff dota de cierta unidad a los estilos de los distintos dibujantes. Aun con todo, tal vez el tratamiento del color no es el más adecuado, con tonos por momentos muy intensos u oscuros y con toda una serie de texturas y volúmenes que añaden montones de información a un dibujo pensado para tener toda la necesaria en el blanco y negro. Esto deriva en que se puede hacer algo ruidoso y aunque gana en impacto en las escenas de acción, puede hacer la lectura algo más pesada.

En cualquier caso, parece entonces que tenemos Rogue Trooper para rato, ya que este primer tomo apenas abarca un año de aventuras de un personaje en un universo que incluso hoy en día sigue produciendo nuevas historias. Después de los intentos de la editorial MC en los ochenta y Kraken ya en este siglo, dicen que a la tercera va la vencida y esperemos que la edición de Dolmen sea la que llegue para quedarse.