Con este tercer volumen, llegamos al final de la primera serie de los cómics inspirados en Riverdale. Tenemos aquí los números 9 al 12 de la serie original, ambientados en la segunda temporada de la serie de televisión… aunque perfectamente podrían cuadrar en cualquier punto de la misma.
Lo comentábamos ya en las reseñas de los dos tomos anteriores (1 y 2). Esta serie no pretende crear una historia en sí misma, no está ambientada en el Archieverso de Mark Waid y compañía. Su objetivo es simplemente dar más material a los espectadores de la serie de televisión con las versiones de los personajes que salen en ella. Y aunque en el segundo tomo hubo un par de historias bastante inspiradas, la línea general de estos doce números es bastante plana. De hecho, bastantes de las historias que hemos podido leer aquí perfectamente podrían estar ambientadas en cualquier otra serie adolescente ambientada en cualquier instituto americano. Hay toques aquí y allá de argumentos de la serie, como ver a Jughead con una chupa de los Southside Serpents, pero en general en este tercer tomo se pierde un poco la profundidad de los personajes, siendo posiblemente el más deslucido de los tres. Lo cual es un tanto extraño, teniendo en cuenta que tres de los cuatro números los escribe Greg Murray, un tipo que ha escrito también tres capítulos de la serie de CW. Aunque también es cierto que su relación con el cine y la televisión se limita a esos tres capítulos, y en el mundo del cómic sólo ha firmado cuatro de los doce números de esta serie tie-in. Quizás por no ser un habitual de ninguno de los dos medios entre los que se mueve este cómic haya quedado un par de peldaños por debajo de lo que hemos visto hasta ahora.
Las historias que nos encontramos aquí son, como decía, tremendamente genéricas. La primera es el típico concurso de estar de pie con una mano apoyada en un coche y el último que aguante, se lo queda. La segunda cuenta una epidemia de mononucleosis en el Instituto Riverdale justo antes del estreno de una obra de teatro basada en Las brujas de Salem de Arthur Miller, y Cheryl Blossom intentará descubrir quién es el paciente cero. Cómo es que Cheryl muestra interés por el teatro o de dónde ha sacado habilidades detectivescas es algo que sólo Greg Murray sabrá. La tercera nos cuenta cómo Reggie se inventa una enfermedad terminal para llamar la atención y, aunque Mantle sea un poco -bastante- capullo, este número parece un tanto fuera de lugar. Y el cuarto es un bizarrísimo combate entre dos personajes de la serie alrededor de una máquina arcade de esas que se veían por todas partes en los 80. Un WTF en toda regla, vamos.
La edición de Norma, en la línea de los tomos anteriores. Los cuatro cómics uno tras otro y al final, galería de portadas -básicamente, fotos de los actores de la serie- y el proceso creativo de Thomas Pitilli para tres de las páginas del tomo, partiendo de boceto hasta página terminada. Eso sí, sin demasiado detalle, que cada página está reducida a unos siete centímetros de altura.
La sensación que deja este tomo es de explotation sin complejos de la serie de televisión. Si te gusta la serie y quieres más, aquí tienes personajes con el aspecto de lo que se ve en televisión. La personalidad ya un poco menos, eso sí. Si eres un fan radical de la versión de Archie de KJ Apa, esta serie puede llegar a hacerte más llevadero el tiempo entre capítulos. Si no, lo más probable es que aquí no vayas a encontrar nada que te interese.
