Un bloque de vecinos siempre es una fuente de problemas, de eso podemos dar fe más de uno… Pero si encima esos vecinos son ancianos con sus achaques y manías, como es el caso de Residencia Arcadia, las cosas se disparan. En mi opinión, el título juega un poco en contra de esta obra. Yo lo hubiera titulado Residencial Arcadia. Con el título que se le ha puesto, y viendo la portada, uno podría pensar que estamos ante un Arrugas 2 (el estilo artístico incluso encaja…) pero nada más lejos de la realidad. Esta obra relata el día a día de un grupo de ancianos, pero tras esa primera impresión hay mucho más: Engaños, amores imposibles, traiciones, orgullo… Una obra que podría adaptarse perfectamente al teatro y que va cambiando a medida que vas descubriendo más de sus protagonistas.
La Residencia Arcadia es un bloque de vecinos en las afueras de una ciudad italiana, en una aparente distopía en la que hay un régimen dictatorial, o al menos muy militarizado, en la que pertenecer al partido de la oposición es ser un criminal. Así conoceremos a Emilio y Dirce, un matrimonio en la que ella es una ama de casa preocupada siempre de llevarse bien con todos y tener la casa perfecta y él está enganchado a las redes sociales fotográficas. A la espera de entrar en el cuerpo militar, se muda una semanas antes de su ingreso, Ettore, el sobrino de Dirce, un joven rebelde. En otro piso vive Mirta, la típica piedra en el zapato por todo vecindario, preocupada por quejarse de todo. Dimitri vive solo con su perro Rasputín, y es un militar retirado que recibe unas misteriosas cartas con una frecuencia puntual. Por último está Esther, una vecina a que apenas sale de casa. Todo permanece en una calmada guerra constante hasta que el suplente del administrador avisa de que van a entrar a vivir unos nuevos vecinos. Algo que pondrá en jaque a todo el vecindario y tal vez consiga que aparquen sus guerras personales en busca del «bien común».
Daniel Cuello es argentino pero vive desde hace años en Italia, donde ha desarrollado su carrera como autor de cómics. Tengo que reconocer que su planteamiento de esta obra me ha sorprendido mucho. Comienza presentándonos un La que se avecina de abuelos gruñones, pero poco a poco va mostrando trazos del pasado de cada uno de los vecinos, que nos va a cambiar por completo la perspectiva que teníamos de ellos. Y todo esto con esa opresión militar de fondo que se deja entrever en todo momento, pero que nunca llega a ser analizada o explicada para el lector, lo cual le da un punto de misterio que lo hace muy inquietante. Precisamente comentando esta obra con mi compañero Mario, me planteaba la duda de si esta comunidad en la que entra a vivir alguien «diferente» y esa sociedad tan militarizada no podría ser una especie de ambientación en todo lo que conllevó la Ley de Punto Final y de Obediencia Debida aprobadas por Raúl Alfonsín en 1986 y 1987, con la reubicación de imputados por crímenes de guerra en edificios seleccionados. Dado que en la historia sigue habiendo una fuerte opresión militar no parece encajar precisamente con ese momento histórico aunque, dada la nacionalidad de Cuello, se podría adivinar una crítica velada o al menos una inspiración en la dictadura que vivió Argentina de 1976 a 1983 y las posteriores leyes para intentar exculpar a los militares que cometieron crímenes durante ese período. El rechazo del vecindario a los que piensan diferente, hace que aquí los papeles sean teóricamente diferentes (los vecinos colaboran con el gobierno), pero estoy convencido de que la historia reciente de Argentina ha podido tener cierto peso en esta obra.
Y es que, precisamente el punto de inflexión de esta obra es la llegada de esos nuevos vecinos, una familia a la que nunca llegaremos a ver, pero que saca de los vecinos toda esa intolerancia, odio, manipulación y en definitiva lo peor de cada uno de ellos, con un final realmente desolador que te deja con el gesto torcido. No digo que sea un mal final, todo lo contrario, pero refleja tan bien la naturaleza humana que llega a cortar el cuerpo un poco…
En cuanto al dibujo, es un dibujo muy caricaturesco, con las formas del pelo muy marcadas y rostros muy diferentes. Con una composición de página siempre cambiante (diría que no hay una de las 170 páginas que repita el mismo esquema de viñetas) e incluso cambio de forma de viñetas. Y si hay un matiz que me encanta de la obra es el uso del color. Cada casa tiene su color: La de Mirta es de un azul pálido, Emilio y Dirce viven en la casa con tonalidades violáceas, Dimitri y su perro viven en la casa de tonos ocres, y Esther en la casa del amarillo más intenso. Cada personaje mantiene sus propios colores en las zonas comunes.
Otro recurso gráfico que me ha resultado llamativo es la representación de la policía/cuerpo militar, como figuras sombreadas con unos cabezas alargadas, supuestamente por llevar cascos, y que de perfil parecen bocas de dientes afiladas amenazantes.
En definitiva, Residencia Arcadia.
Una obra realmente interesante. Daniel Cuello nos presenta un relato que parece una cosa, pero que poco a poco va mutando, va quitándose capas como una cebolla y va revelando la verdadera naturaleza de la historia que quiere contar. Una demostración de que no todos somos como aparentamos, y que la naturaleza humana impulsa a atacar cuando quieres defenderte, aunque no sepas bien de lo que te estás defendiendo. Residencia Arcadia hace un uso muy sutil e interesante del color, y con ese estilo casi exagerado, nos sitúa frente a unos personajes que en algún momento nos resultarán simpáticos y en otro antipático, incluso los que no lo parece a primera vista. Mucho más profunda de lo que parece.
Lo mejor: El uso del color. Ese efecto iceberg, de montaña enterrada bajo un aparente cubo de hielo.
Lo peor: El mal ánimo que te deja. Aunque ese precisamente sea uno de sus puntos fuertes.
Para amantes de historias con muchas capas. Para los que gustan de historias corales. Para disfrutar de una obra de teatro perfectamente plasmada en cómic.