¿Quién no ha tenido un primer amor? ¿Quién no se ha quedado prendado de un/una amig@/vecin@/conocid@ en su infancia? Bastien Vivès vuelve a hablarnos de sentimientos. Vuelve a poner la cámara en un personaje hasta introducirnos poco a poco en su cabeza. Hace que nos olvidemos rápidamente que estamos leyendo un cómic y vamos a empezar a vivir con él sus sensaciones, sus anhelos, y vamos a estar pensando lo que él piensa, incluso sin que tenga que mostrarlo con un texto o un diálogo. En eso Vivès tiene poca competencia. Hablando de este cómic el otro día con el staff tortero les decía: “200 páginas para contar cómo un niño de 13 se pilla de una amiga… pero qué sensaciones transmite y cómo me ha gustado”. Creo que con Polina ya me declaré fan absoluto y entregado al autor. Pero es que Una hermana no decepciona. Todo lo contrario.
La familia del pequeño Antoine, de 13 años, se dirige a la residencia de verano. Mientras se pelea con su hermano menor Titi, sus padres comentan que una amiga de la familia ha sufrido un aborto. Al día siguiente, cuando Antoine despierta ve que esta amiga junto a su hija Hélène se han instalado en la casa para pasar unos días con ellos, mientras el marido de Sylvie trabaja. Hélène, tres años mayor que Antoine, acompañará a este a la playa, irán a jugar al pueblo, y conocerán a otros chicos con los que saldrán por la noche a divertirse. Se convertirá en la hermana que nunca tuvo. Hélène es mucho más adulta para su edad que Antoine, tiene un carácter más abierto y extrovertido, y no demasiado pudor para ciertos temas. Antoine intenta no desentonar. No lo sabe, pero se está quedando prendado de la chica, una chica que en unos días, volverá a Burdeos a casa de su padre. Pero una semana da para mucho…
Vivès narra la historia sin prisa ninguna, a un ritmo pausado, el propio de unas vacaciones de verano donde no hay lugar para las prisas. Con ese estilo tan abocetado, en el que parezca que solo dibuje los contornos de los personajes, vuelve a dar en el clavo con esa capacidad pasmosa de transmitir sensaciones con la expresión corporal de los personajes, o con alguna mirada. Me fascina cómo consigue meterte en la cabeza del pequeño Antoine. No usa ni un solo cuadro de texto, por lo que solo vamos a saber qué piensa por las cosas que dice y por sus miradas. Y eso es algo maravilloso. Porque llegado el momento, vas viendo cómo observa a Hélène, y cómo intentar reaccionar a su carácter abierto, cómo intenta parecer mayor, sin caer en el ridículo, y cómo intenta que no se le note lo embobado que se queda cada vez que la mira. Una sensación que seguro todos hemos pasado alguna vez en nuestra infancia, con la que forja una complicidad férrea con el lector. El hecho de que la relación no sea exclusivamente platónica le da aún más volumen al personaje de Hélène, con esa ambigüedad de la sexualidad tan asumida y abierta, sin dejar de ser consciente de la inexperiencia de Antoine. Una chica segura de sí misma, y sin conflictos internos a la hora de vivir su propia sexualidad. Algo que Vivès trata con suma naturalidad sin la necesidad de caer en lo grosero o lo gratuito.
Y aunque se trata de una obra con muchos personajes secundarios, que aparecen frecuentemente y participan en el relato (los padres, el pequeño Titi, los amigos del pueblo…), la historia se centra en la fascinación de Antoine, y los demás personajes solo sirven para introducir algún contrapunto cómico o para frenar ciertos momentos de la acción. Pero tú solo quieres verlos a ellos, y volver a tu infancia y a esas sensaciones vividas. Los otros personajes están muy bien colocados en la narración, pero como lector te sobran, solo quieres ver cómo avanza esa relación.
En definitiva, Una hermana.
Un relato absorbente, de esos que disfrutas leyendo en la intimidad, permitiéndote volar y viajar a otro sitio, concretamente a un pueblecito costero de Francia, a esos veranos en los que no había planes, no tenías prioridades y te dejabas llevar por donde fueran tus padres o tus amigos. Una historia de despertar sentimental y sexual en la adolescencia, tratada con exquisita delicadeza y un ritmo perfecto. Una construcción de personajes basadas en los pocos diálogos y en la expresión corporal de unos dibujos muy abocetados, sin detalles y que en algunos casos son solo contornos… y sin embargo transmiten mucho más que otros dibujos hiperrealistas con expresiones muy bien dibujadas. Si tienes sensibilidad y te gustan las historias de juventud, no se me ocurre un mejor título que recomendarte. Y si con este título te quedas prendado de la sensibilidad de Vivès, tienes la suerte de tener a tu disposición otros títulos anteriores que están a la altura de este. Desde el Polina que ya he citado antes a El gusto del cloro, ambas editadas también por Diabolo.
Lo mejor: La sensibilidad con que está tratado. La capacidad de transmitir con ese dibujo tan esquemático. Cómo atrapa.
Lo peor: ¿Cuándo sale lo siguiente del autor? Si no conectas con Vivès, entiendo que debe parecer un tostón.
Para lectores con sensibilidad. Para aquellos que añoran su infancia y recuerdan su primer amor. Para ver cómo puede tratarse una historia de sexualidad en la adolescencia de manera directa y sana.