Star Slammers. La colección completa
Guión y dibujo de Walter Simonson
Panini Comics
2016
Bajo el título de Star Slammers, Panini nos trae una recopilación que mantiene concepto y autor, pero nos cuenta tres historias totalmente diferentes. No en vano este tomo contiene historias que van desde 1969 hasta 1994 y cada historia es un reflejo del periodo creativo de su autor.
Partiendo entonces de que lo único que tienen en común las tres historias de este tomo es que son mercenarios espaciales dibujados y escritos por Walter Simonson, tocaría hacer un poco de historia para ubicarlos. Allá por 1969 un joven Simonson se juntaba con otros frikazos de la ciencia ficción para tratar de llevar a Washington DC la World Science Fiction Convention y decidieron hacer unas tiras cómicas promocionales, los Space Slammers. Estas dos tiras darían lugar a una serie de capítulos cortos que desarrollaría durante sus estudios en la Rhode Island School of Design y serían, a su vez, parte del portfolio que le abriría las puertas de Marvel y DC creando el camino para que hoy día podamos disfrutar de sus etapas en Thor, Factor- X u Orion.
En 1983 llegaría el primer proyecto profesional con los Star Slammers como protagonistas en forma de novela gráfica en Marvel y quedarían en barbecho hasta 1994. Serían estos años, cuando movidos por la fundación de Image Comics, varios autores veteranos fundarían junto a Jim Starlin, Howard Chaykin o Kevin Maguire el sello Bravura de Malibú, que sería donde inicialmente Simonson tenía previsto publicar la nueva serie de sus Slammers, pero finalmente, la cosa se quedó en una historia corta y llevaría su serie a Dark Horse. Actualmente es IDW quien ha recopilado la obra completa.
Pese a que esta edición de Star Slammers deja los años de la Rhode Island School of Design para el final, me gustaría empezar por ahí por aquello del orden cronológico. Afortunadamente la gran carrera de Walter Simonson lo ha convertido en uno de los grandes, pero las primeras páginas de Space Slammers, no es que fueran de aficionado, sino que eran de aficionado muy poco prometedor. Afortunadamente sus años en la RISD dieron su fruto y cuando comienza los capítulos cortos ya se va adivinando algunas de las cualidades que veremos en el Simonson del futuro. Bajo la historia de unos mercenarios espaciales que vienen a destruir Washington, se adivinaba en el autor de Knoxville ganas de experimentar con la narrativa y el diseño de página. Desgraciadamente, la mayoría de estos experimentos resultaron fallidos, con unas pretensiones experimentadoras que su escaso oficio no podía respaldar, desembocando en un mal uso del espacio y una narrativa confusa y de ritmo anárquico.
La parte buena de esta historia es que es un documento viviente del aprendizaje de Simonson y en tan solo dos años podemos ver cómo las últimas páginas son otra cosa. Para el 71 ya podemos ver algunas propuestas con las tipografías y algunas locuras de diseño realmente impactantes.
Y así en el 83 Marvel le permite retomar Star Slammers, pero lo que encontramos aquí es muy distinto. Sigue hablando de mercenarios espaciales e incluso mantiene algún concepto como el de la unimente (que plantó en su comic de la RISD antes de que su amado Jack Kirby lo hiciera en los Eternos), pero aquí ya abandona el tono Star Trek para contarnos las aventuras de unos mercenarios que son tanto máquinas de matar como de molar. No acierto a saber qué hay en la cabeza de este autor, que es capaz de las mezcolanzas más delirantes e insospechadas y que todo quede sólido e integrado. Para el diseño de estos tres mercenarios mezcla a Kirby, samurais, vikingos o armaduras medievales para un resultado cercano a los diseños noventeros de grandes hombreras, pero integrado a la perfección en un ambiente de ciencia ficción a los Star Wars. Por algún motivo no se menciona demasiado lo influyente que sería Walter Simonson en los años futuros, pero algunos de los rasgos más distintivos de Todd McFarlane o Rob Liefeld estaban aquí… con la diferencia de que Simonson sabía cómo hacerlo. El argumento no deja de ser una historia de indios y vaqueros con tintes de Star Wars. La verdad es que no estamos ante un gran guión y la manera de hacer historias en la época le pasa algo de factura, ya que todo sucede demasiado acelerado y se echa de menos algo de profundidad en algunos puntos de la acción y los personajes, con los que no te llegas a familiarizar nunca.
En cualquier caso el guión no deja de ser una excusa para que Simonson nos obsequie con un despliegue de diseño y una narrativa muy adelantada a su tiempo. Una verdadera gozada ver cómo es posible saltarse completamente las reglas de la rejilla y, no sólo mantener la coherencia narrativa, sino enriquecerla. Desgraciadamente sus seguidores en los noventa sólo se quedaron con la parte estética.
Tras una breve historia en blanco y negro para contar el origen de Rojas y aportar una relación entre la novela gráfica del 83 y la miniserie del 94, pasamos a esta segunda y nada más entrar hay varias aspectos que llaman la atención. El primero es que los Star Slammers no son unos personajes concretos, sino un concepto que salta entre personajes épocas y ambientes, en una idea similar a la del Grendel de Matt Wagner. La segunda es esta historia no deja de ser hija de su época y su base es la acción desenfrenada, los grandes pistolones, bad girls y los héroes de musculaturas imposibles. Nos obstante, la maestría de Simonson consigue que esta historia aguante perfectamente el paso del tiempo. De hecho, parece ser que en IDW eran conscientes de esto y eliminan uno de los mayores vestigios de noventismo del cómic: el color. También la historia anterior está recoloreada, pero la en ella el respeto por la paleta y el tratamiento original son milimétricos. No obstante, para la miniserie se ha optado por cambiarlo del todo para combatir aquella época de excesos de los inicios del color digital.
Estamos ahora ante un Walter Simonson más maduro y con más tiempo para contar su historia, con lo que le da tiempo a montar una trama de conspiraciones y desarrollar algunos personajes como la pequeña bad girl Phaedra o esa máquina de matar entrada en años, en kilos y de rostro se amable llamado Rojas. Puede que no sean el colmo de la profundidad, pero no dejan de tener su carisma. Con los cinco números de los que constó la miniserie le da además para colarnos algunas ideas muy locas y algunos diseños de naves realmente curiosos.
A estas alturas Walter Simonson es un autor maduro que conoce muy bien el lenguaje y se puede permitir lujos como ocupar todo el espacio de una viñeta para una onomatopeya o pasar todo un número uno sin su protagonista y conseguir que todo funcione. Contamos con la ventaja de que se trata de un autor completo con oficio en todos los aspectos del medio. Es capaz de hacer que dibujos, onomatopeyas y cuadros de texto funcionen en un diseño total que rara vez conseguimos cuando rotulista y dibujante son personas distintas. pero es que además diseño y narrativa juegan en el mismo equipo y estos a su vez perfectamente hermanados con historia y personajes.
Star Slammers quizá no sea una de esas lecturas que queden en la Historia de los comics, pero es sin duda una lección de oficio de cómo se hace un cómic y el hecho de que en este tomo estén también sus primeros pasos nos da una perspectiva total del proceso de cómo un novato más que verde se convierte en un maestro del medio… y si encima todo esto lo tenemos vestido de acción, tiros y peleas de naves, pues mejor que mejor.