Cuando tienes críos y te empachas de animación infantil ya no eres capaz de discernir en qué serie o película lo has visto, pero os aseguro que la idea principal de éste Navilandia yo ya la he vivido en dibujos animados. O algo parecido, ya que nos encontramos en un país en perpetua Navidad. Cada 25 de diciembre es seguido de un 24 del mismo mes a perpetuidad. Osease, que SIEMPRE ES NAVIDAD!!!

¡Qué cosa más buena!, puede que penséis. Pero no. El amigo Tronchet nos plantea un estado policial y controlador que tiene como fin principal que todos y cada uno de los ciudadanos pase una nochebuena tras otra disfrutando al máximo posible.  Y claro, con éste control exhaustivo que te obliga a pasártelo bien sí o sí lo único que se consigue es una sociedad llena a rebosar de hipócritas que fingen estar en una juerga continua a pesar de que por dentro están realmente disgustados. Y mucho ojito con exteriorizar tu descontento, que como te pille la Brigada de los Amigos Juerguistas puedes terminar entre rejas.

Situaciones extravagantes y humor negro destilan las páginas de ésta divertidísima obra que nos hace pensar cuando la terminamos, reflexionando sobre nuestro consumismo, nuestras tradiciones obligatorias en determinadas festividades y demás lindezas que nos parecen cotidianas pero que reflejadas en las páginas de Tronchet vemos lo absurdas que realmente son.

Quizá si queremos buscarle alguna pega sería que dado lo “denso” de la historia, con el dibujo bastante recargado y buena cantidad de texto, habría sido de agradecer que se hubiera publicado en un tamaño algo mayor para poder disfrutar más de ella. Pero es un mal menor si tenemos en cuenta lo ajustado de su precio en proporción a la calidad y la cantidad de lectura que nos proporciona.

Y, por supuesto, todo un acierto por parte de La Cúpula el aprovechar éstas fechas para su publicación. Porque aunque la obra sea perfectamente disfrutable en cualquier momento del año, no hay que negar que hacerlo ahora ayuda bastante a magnificar su mensaje.