Mencionar Vertigo en la pasada década de los noventa, es hablar de The Sandman, Predicador y, por supuesto, Los Invisibles, la obra más personal del escocés Grant Morrison.
Idea surgida a través de sus vivencias a lo largo de los viajes que realizó por el mundo (gracias a los royalties producidos por las ventas de la novela gráfica Arkham Asylum), pero sobre todo al consumo de estupefacientes que realizó Morrison por primera vez en su vida, aunque parezca mentira tras leer su trabajo previo en Animal Man o Doom Patrol (La Patrulla Condenada). Todo ello produjo el vuelco necesario (según sus palabras) que dio en su vida, hastiado de su situación personal, logrando mutar o evolucionar en una versión más extracorpórea, donde tuviera cabida el Sexo, la Magia del Caos, el Travestismo, la Generación Beat (de ahí su afán por viajar), y la desinhibición personal y artística.
Los Invisibles se convirtieron en el diario fantástico y biográfico de este nuevo Grant Morrison, observado desde el prisma de un adolescente de Liverpool, Dane McGowan, que cómo el propio Morrison, se encontraba confinado en un mísero entorno limitado, siendo la violencia el único salvoconducto para no perder la cabeza.
De esta manera, Morrison plasma sus ideas en la figura de King Mob, el líder de la célula revolucionaria llamada La Universidad Invisible o Los Invisibles, un grupo “terrorista” clandestino, chamanes que buscan mantener mediante la anarquía la libertad en todas sus variantes (intelectuales, artísticas, sexuales, de culto) en la Humanidad, frente al totalitarismo de El Otro Bando, grupo que mueve los hilos de todo aquello que va mal en el mundo, pero que recoge muchos réditos para una élite cuyo mero sentido de vida es absorber y avasallar al resto de los mortales. Sería lo que hoy en día se denominaría La Casta.
Hablando ya a nivel literario, Los Invisibles es una obra rompedora, transgresora, muy arriesgada e incendiaria, y quiero remarcar esta afirmación, en su momento. A día de hoy, estas ideas tan descabelladas de células seudoterroristas que luchan contra un poder establecido para cambiar el status social y cultural, están más que implantadas de nuevo en nuestra sociedad (históricamente hablando tenemos la famosa Revolución del 68 parisina). Los Movimientos Antisistemas Globales, la Revolución de los Egipcios e inclusive nuestro Movimiento 15-M, entran dentro de lo que Morrison pretendía mostrar a sus lectores, salvando algunos detalles importantes, en las páginas de esta serie personal de Vertigo.
Por que la idea de cambio sobrevuela en cualquier componente de Los Invisibles. Ahí tenemos el primer movimiento de King Mob al traer al redil a su nuevo pupilo, Dane McGowan, aleccionandolo para que salga de su burbuja de protección y luche por sus ideales, que resulta que son nuevos y aprendidos casi a la fuerza por parte de sus compadres, un detalle al que Morrison muestra en estos primeros números poca atención justificándolos cómo el camino verdadero de salvación, algo que Dane pone en duda en todo momento aunque se lo haya dicho en persona el propio John Lennon.
El carácter violento que implanta Morrison en esta obra es una llave necesaria para narrar las aventuras o misiones que vivirán nuestros protagonistas, ya que la violencia no deja de ser un lenguaje (universal e histórico) que todo el mundo entiende a la perfección. Por no decir que el Haz el Amor y no la Guerra no funciona en este universo psicodélico basado en la Magia del Caos repleto de referencias (metalingüisticas y literarias) y puzzles imposibles de resolver de los que se nutre Morrison para plantear esta guerra secreta entre las dos facciones presentadas en el primer arco argumental.
Siendo sinceros, Los Invisibles al ser una obra tan personal cómo caótica, necesita de la complicidad del lector para adentrarse en el ligérsico mundo creado por la remozada mente de su autor, demasiada ambiciosa a priori, que lo único que consigue es que un lector poco habituado a los excesos simplemente vea a superhéroes extrambóticos viajar en el tiempo, tomar ácido mientras luchan con pistolas de juguete contra unos soldados fascistas zombies.
A pesar del bajo nivel gráfico de la serie, aún con algún que otro dibujante destacable, Los Invisibles es una lectura fascinante a muchos niveles, ya sea como mero escapismo o como ensayo filosófico de una sociedad moderna abocada al consumismo de masas, pero que nunca va a perder esa sensación de rareza bienintencionada del autor.
Os recomiendo el visionado del documental Hablando con Dioses, que se puede ver aquí mismo, donde el propio Morrison narra la génesis de Los Invisibles y recorre a su vez toda su vida, resultando fundamental para llegar a entender las semillas que plantó en este tebeo.