Leer una obra de la dupla formada por Jeph Loeb y Tim Sale es lo más parecido a ese momento en que tu tío, el inquieto aficionado a acumular trastos, rescata una cinta casera del año «catapún» que tenía perdida por casa y la pone con orgullo en pleno concilio familiar. A veces no se ve del todo bien; en otras ocasiones el encuadre está torcido; otras veces simplemente lo que ves son los motivos de los baldosines del suelo… o una mano de alguien. Ese alguien suele sonreír por lo bajo y acumula miradas furtivas de los que le intuyen, hasta que su voz en la grabación soltando alguna payasada saca a todos de dudas y arranca carcajadas incluso de los que hasta ese instante renegaban del espectáculo retrospecter. En esta clase de cintas también suelen aparecer otros que ya no están. Es precisamente en ese momento en el que esos encuadres de cabezas cortadas o dedos de la mano apareciendo de la nada, y hasta los motivos de los baldosines del suelo si me apuráis, son suficientes para ponerte tenso. Diría más, son encuadres inmejorables.
El guionista de Stamford y el dibujante de Nueva York, a los que no sé si volveremos a ver algún día firmando otro trabajo juntos — viendo el ajetreo que Jeph Loeb tiene dirigiendo la sección televisiva de Marvel —, han ido construyendo a lo largo de su carrera un buen puñado de historias a modo de homenaje hacia personajes de extensa trayectoria; volviendo a sus orígenes y echando una mirada atrás de la forma más emotiva posible. Historias donde Tim Sale ahonda en esos «descuadrados» encuadres inmejorables de los que os hablaba antes.
Tras la publicación en abril de 2016 de Capitán América Blanco, último de los títulos que completaban la «colección cromática» de Loeb y Sale, Panini Cómics no ha tardado en ponerse con las reediciones de los números anteriores para terminar con este estupendo Hulk Gris.
Al igual que ocurriera con Daredevil Amarillo y Spiderman Azul, Hulk Gris regresa a las raíces de un pilar de la Casa de las Ideas con un relato estructurado en seis episodios, donde el protagonista, en este caso el bueno del doctor, se aplica un poco de autoayuda tratando de conectar con su amor eterno para cerrar heridas. Así, volveremos a ver al Bruce Banner que se transformaba irremediablemente por las noches en un Hulk de color grisáceo. Sí, como los cisnes negros o el traje de Daredevil, esta terrible deformidad también vio variar el color de su envoltura en los primeros compases.
Si bien en Daredevil Amarillo teníamos a Murdock escribiendo una carta a la figura de Karen Page, y en Spiderman Azul al «trepamuros» haciendo una última grabación dedicada a Gwen Stacy, en Hulk Gris una consulta con Doc Samson sirve como excusa para que Banner se explaye hablando sobre Betty y algunos de los primeros traumas del pasado que ligan con el recuerdo de su amor perdido. Con esta excusa los autores vuelven a recrear prácticamente paso a paso los comienzos del gigantón en los primeros números firmados por sus creadores Stan Lee y Jack Kirby en 1962, con una pátina de contemporaneidad, aunque sin perder el encanto de aquellas andanzas primerizas.
Las dos diferencias, al margen de licencias creativas de Loeb, sobre los inicios de este trasunto de Dr. Jekyll & Mr. Hyde que más me han llamado la atención son, en primer lugar, que Hulk hablaba bastante mejor en los primeros tebeos con el uso de más preposiciones y conjugando más los verbos, y en segundo lugar, que trataba de una forma mucho más agresiva a Betty. Me ha resultado curioso y un poco contradictorio.
Sin duda alguna Loeb y Sale forman uno de los tándems más fructíferos de la industria del tebeo, y cada una de las obras que firman y han caído en mis manos me parecen destacables… como poco. Esta «colección cromática» no es la excepción, y aunque es cierto que Daredevil Amarillo está, a mi modo de ver, por encima del resto (es un must en toda regla vaya), el resto de números, incluido este Hulk Gris, son estupendas muestras de lo que son capaces de hacer cogiendo a personajes con solera.
Tim Sale merece un capítulo aparte. Es cierto que no se ha prodigado mucho separado de Jeph Loeb — una pena —, pero las pocas veces que lo ha hecho, como en el caso del Superman: Kryptonita junto a Darwyn Cooke — y hablamos de toda una leyenda —, ha demostrado que tiene talento para aburrir. Su dibujo se sabe amoldar perfectamente al relato y, para mí — y esto ya es bastante personal —, siempre está un peldaño por encima de los diálogos que lo acompañan. Esta colección es una buena muestra. No hay una obra suya que no la recuerde por su estilo de anatomías desgarbadas y proporciones desmesuradas, por ese juego de sombras que le caracteriza y unos encuadres diferentes que inundan de emotividad la escena. Necesita cuatro viñetas menos que la gran mayoría. Sí, me estoy viniendo muy arriba, pero es que Sale me parece un narrador excelso. Pese a no ser especialmente preciosista, su dibujo me arrastra hacia el tebeo irremediablemente.
Otro gran acierto del tebeo es utilizar los colores de Matt Hollingsworth. El artista de California, que ya participó en Daredevil Amarillo, es una elección perfecta para Tim Sale. Sale gusta mucho de llenar de sombras la viñeta, y Hollingsworth ha demostrado en muchas ocasiones que ajusta el coloreado como nadie a ese tipo de situaciones. No es casualidad que Hollingsworth también coloree gran parte de los trabajos de Murphy por ejemplo.
Como en el resto de reediciones de la colección, esta edición de Hulk Gris contiene también una interesante entrevista a los autores hablando sobre el proceso de creación, y algunos bocetos de Tim Sale. Las 100% Marvel HC son muy recomendables.
Loeb o Sale. Banner o Hulk. Blanco o negro. Escoges… pero la vida es gris.