EL PRÍNCIPE DE LOS PÍCAROS
Antonio Camacho
Editorial: El Almendro
ISBN: 9788480052061
Fecha de publicación: 2013-06-25
Páginas: 400
PRECIO: 19.00€
La novela histórica está de moda, es innegable. Los escaparates de las librerías se llenan de obras de este tipo y yo, como aficionado al género y a la historia, no puedo más que alegrarme. Muchos autores españoles deciden, con mayor o menor fortuna, ambientar sus relatos en distintas épocas de la historia de España. Escritores ya consagrados, como Arturo Pérez-Reverte o Matilde Asensi, y autores noveles han contribuido a fomentar este fenómeno editorial. Algo que tampoco debería sorprendernos, pues la tradición de la novela histórica en España viene de largo; baste recordar por ejemplo los Episodios Nacionales de Galdós.
En esta reseña nos vamos a ocupar de El príncipe de los picaros, la primera novela del cordobés Antonio Camacho. Un licenciado en Arte Dramático que en 2013 decidió probar suerte en el mundillo editorial con esta historia ambientada en el al-Ándalus del siglo X. Vaya por delante que yo soy bastante exigente con este género y que, desafortunadamente, esta novela se queda lejos de cumplir con mis expectativas.
Camacho nos cuenta la historia de Hisham, un joven pícaro de buen corazón y familia humilde, y de Samira, una chica recién llegada a Córdoba, culta e inteligente, que disfruta de una acomodada posición social pero deseosa de conocer su nueva ciudad y vivir aventuras. Ambos son guapos, listos, buenas personas y en seguida nos quedará claro que están destinados a conocerse y enamorarse perdidamente. Los protagonistas se verán envueltos en una trama de conspiraciones políticas, ambiciones desmedidas y malos despiadados. El relato se ambienta en los tiempos de Abderramán III, durante los primeros años del califato de Córdoba, alrededor del año 930.
Como decía al principio, juzgado como novela histórica, el libro deja bastante que desear. Una de las cosas que busco en este género es verme transportado a otra época, sentirme sumergido en lugares y sociedades diferentes al mundo que me ha tocado vivir. Sin embargo, El príncipe de los pícaros fracasa completamente en este aspecto. La prosa de Camacho, aunque clara y directa, es demasiado parca en descripciones, lo que hace que nunca puedas construirte una imagen mental de los lugares donde transcurre la historia. Constantemente se hace referencia a lo bella que es Córdoba, la joya del califato, etc., etc., pero apenas hay descripciones de sus calles, de sus gentes, ni de sus edificios más representativos. Hecho mucho de menos alguna descripción de los jardines del alcázar o de la mezquita, por ejemplo.
Al fallar en este aspecto, no consigo implicarme emocionalmente en el destino de esa ciudad y sus habitantes, algo esencial dada la historia que intenta construir el autor. Por poner un ejemplo más concreto: Samira se siente fascinada por el ambiente de la medina y el mercado de Córdoba, pero no hay nada en el texto que nos lleve a compartir esa fascinación. Tampoco es que pida páginas y páginas detallándonos todos los pormenores de la vida de los mercaderes del siglo X, pero sí al menos un intento más elaborado por transmitirnos algo de ese mundo. Sin esto, el destino del mercado y sus gentes acaba dándote un poco igual, por lo que cuando al avanzar la trama Samira e Hisham deciden arriesgar sus vidas y las de unos chavales por defender ese lugar, uno no termina de empatizar con las motivaciones de los personajes.
Otra cosa que no termina de funcionar desde el punto de vista de la novela histórica es la psicología de los protagonistas. Su visión del mundo, su manera de pensar y actuar resulta excesivamente moderna para mi gusto. Parecen personajes del siglo XX transportados a otra época. Esto es algo que tal vez podría llegar a funcionar si sirvieran como contrapunto a una sociedad medieval bien construida, pero tampoco es el caso. Todo su entorno es totalmente comprensivo con ellos, todos sus familiares y amigos les apoyan y justifican sus acciones.
También se echa en falta un mayor esfuerzo por contarnos algo del momento histórico donde transcurre el relato. Apenas se explica nada de la situación política de al-Ándalus, sus conflictos internos o sobre la figura de Abderramán III. Entiendo que una novela histórica no es un tratado académico, pero dedicar algo de tiempo a estos aspectos siempre se agradece. Además me ha parecido encontrado algunos fallos que muestran cierta falta de documentación. Por ejemplo, se menciona que Toledo y Badajoz son ciudades cristianas, algo que en el siglo X es completamente erróneo. Es cierto que eran ciudades con gran presencia mozárabe y muladí (quizá sea a esto a lo que se refiere el autor cuando las califica como cristianas), y que en la época en la que se ambienta la novela hubo rebeliones importantes en esas ciudades que Abderramán tuvo que sofocar. Pero formaban parte del territorio de al-Ándalus y estaban bajo gobierno musulmán.
Más allá de fallos de este estilo que cualquiera puede cometer, la conspiración que funciona como motor de la trama está fundamentada en un conflicto entre Omeyas y Abásidas un poco desconcertante. El principal impulsor de esta conspiración es un abásida (la familia que controlaba el califato de Bagdad en la época) y su principal motivación es que ve a Abderramán como un traidor al Islam por permitir la presencia de judíos y cristianos en su reino. Dado que esto era una práctica común en todo el Islam (como religiones abrahámicas, la Sharia reconoce a estas dos religiones ciertos derechos), a mí me saca mucho de la historia que se monte tal jaleo por un motivo tan poco fundamentado.
De todos modos, todos estos problemas podrían quedar en un segundo plano si el autor al menos consiguiera ensamblar un relato entretenido e interesante. Pero tampoco lo llega a conseguir del todo. El príncipe de los pícaros no es que resulte una novela aburrida, pero tampoco consigue engancharme en ningún momento. La trama es folletinesca en exceso, tanto que en ocasiones casi parece un culebrón venezolano. La narración está llena de giros, revelaciones de parentescos y resurrecciones imposibles que buscan sorprender al lector, pero que en mi caso solo consiguen alejarme cada vez más de la historia. El empeño de Camacho por relacionar el pasado de todos sus personajes de un modo u otro me resulta exagerado. Además le hace un flaco favor a la novela, pues acaba reducida a un microcosmos de personajes entrelazados que empequeñece el alcance de la historia. Parece que sólo hay diez personas en al-Ándalus y todos son familia. Quizá el autor quiera respaldar este aspecto con la idea del “destino” que continuamente es mencionada durante la novela. Pero tampoco explora el concepto con la suficiente solvencia como para justificar tal cantidad de casualidades, en mi opinión.
El argumento en sí tiene también bastantes agujeros. Como he mencionado, toda la historia gira alrededor de una conspiración entre Yussuf, el jefe de la guardia califal, y varios abásidas que pretenden derrocar a Abderramán y hacerse con el control de Córdoba. Para ello planean secuestrar al primogénito y heredero de Abderramán, aunque no queda muy claro qué van a conseguir con esto. La novela presenta al califa como un déspota sin escrúpulos, con una ambición ilimitada y desconsiderado con el bienestar de los demás. Con una persona así, no acabo de ver qué ventajas ofrece secuestrar a su hijo. Además, el plan para lograr este objetivo consiste en montar una rebelión en dos ciudades, introducir un pequeño ejército en Córdoba, provocar una matanza en el mercado y asaltar el alcázar donde vive la familia real. ¿Realmente hace falta semejante pifostio para secuestrar a un niño? Y más cuando descubrimos que existe un acceso secreto al alcázar. ¿Acaso el jefe de la guardia, encargado de la seguridad del palacio, desconoce este detalle? ¿A ninguno de los conspiradores se le ocurrió investigar un plan alternativo? No sé, la historia creo que tiene los suficientes mimbres para haber logrado, dándole un par de vueltas más, un relato mucho más jugoso.
En definitiva, El príncipe de los pícaros no resulta satisfactoria como novela histórica ni logra contar una historia lo suficientemente convincente. Y es una pena, porque la época elegida resulta interesante y sus personajes protagonistas caen simpáticos. Tal vez a un lector primerizo esta novela le resulte atractiva, pero está muy lejos de las buenas obras que nos puede ofrecer el género. Tengo entendido que existe una segunda parte, El enigma del Talmud, publicada a finales del año pasado. Le deseo mucha suerte a Antonio Camacho con su nuevo libro, pero yo me bajo aquí.