El pasado domingo pudimos asistir al preestreno de esta película basada en el popular videojuego. He de reconocer que, tratándose de la adaptación de un videojuego, y proveniente de la factoría Disney, algo de mala espina me daba el proyecto, en el sentido de que pintaba demasiado orientada al público infantil. Y lo peor, sabiendo que el personaje del videojuego se caracterizaba principalmente por sus acrobacias, sería testigo de un uso excesivo de cables, argumento infantiloide y acción edulcorada.
Nada más lejos de la realidad. Príncipe de Persia es una muy digna adaptación que, si bien bebe a espuertas de todos los clichés del género, deja un estupendo sabor de boca, y una pregunta al espectador avezado: ¿por qué no se harán así todas las películas de aventuras? La respuesta es bien sencilla: Disney ha contado con la producción de Jerry Bruckheimer, y el resultado se nota.
Bien es cierto que el director, Mike Newell, cuenta con una abundante experiencia tras las cámaras. El gran público le descubrió con su habilidad para la comedia romántica en Cuatro Bodas y un Funeral. Y posteriormente no ha hecho sino cambiar de registro continuamente: bordó el género de mafiosos en Donnie Brasco, la tragicomedia en Fuera de Control y la acción más fantástica en Harry Potter y el Cáliz del Fuego. En Príncipe de Persia nos demuestra que, pese a estar sujeto a los estándares Disney, es capaz de no decepcionar tanto a los fans del videojuego como al público ávido de buen cine de aventuras.
Como hemos dicho, Príncipe de Persia bebe de todos los clichés del cine de aventuras: Dastan, el atractivo protagonista (Jake Gyleenhaal), héroe a su pesar, que vive como un príncipe pese a haberse criado como un mendigo; el villano traidor (no desvelaremos su nombre), que desea librarse del héroe para acceder al trono; la bella princesa Tamina (una estupendísima Gemma Artenton, en un rol muy similar al de Catherine Zeta Jones en La Máscara del Zorro), que se lleva a matar con el héroe, pero que todos sabemos que acabarán juntos; el secundario cómico Sheik Amar (encarnado por un parlanchín Alfred Molina), haciendo comentarios sobre los impuestos que los más pequeños no entenderán, pero que los adultos, a nuestro pesar, sí; el mortífero asesino contratado por el malo de la función; y, por supuesto, la aventura, la acción, los duelos a espada, los saltos, las acrobacias.
El argumento de la película está sacado directamente del videojuego homónimo Prince of Persia, The Sands of Time: el príncipe Dastan y la princesa Tasmina deben unir fuerzas para recuperar una daga mágica capaz de hacer retroceder en el tiempo a su portador, y evitar que caiga en malas manos. Para ello deberán demostrar la inocencia de Dastan, acusado de asesinar a su padre adoptivo el Rey de Persia.
De las acrobacias ya habíamos hablado al principio. No se puede hacer una película sobre el Príncipe de Persia sin hacer que el protagonista corra por los tejados de la ciudad, escale murallas, etc. Al principio me temía que se limitarían a colgar al actor de un cable y lo llevarían de un lado al otro del escenario en volandas como una marioneta. Pero no. Parece que después de Los Ángeles de Charlie han aprendido la lección, y se han dado cuenta de que es mejor contratar a un profesional, y que no hace falta que se le vea la cara al actor mientras desafía la muerte saltando de un edificio a otro (después de todo, sólo hay un Jackie Chan). Para Príncipe de Persia han contado con expertos acróbatas y, al parecer, traceurs (practicantes de parkour) para las escenas de persecuciones sobre los tejados.
Podemos finalizar diciendo, como al principio, que Príncipe de Persia es una entretenidísima película de aventuras para toda la familia, con humor, romance, acción y todo lo que se puede pedir a este género.