Posiblemente una de las obras más conocidas del Universo del Hombre Murciélago sea El Regreso del Señor de la Noche de Frank Miller (publicado en 1986), obra cumbre que consiguió cambiar para siempre la perfección que teníamos todos de Bruce Wayne y su cruzada contra el crimen. Con esa idea de héroe torturado y pendenciero, Miller logró un hito inimaginable, pero se olvidó de una pequeña parcela de la ciudad de Gotham, el Hospital Penitenciario Asilo Arkham, más allá de alguna referencia o viñeta ocasional.
A todo esto, un joven escocés llamado Grant Morrison se estaba haciendo un nombre en tierras inglesas escribiendo historias diferentes e imaginativas para revistas como 2000 AD o Marvel UK. Su desembarco en el mercado americano de mano de Karen Berger, precursora de la línea Vertigo de DC, conllevó que su primera propuesta fuera dedicada a Batman, estrella de la editorial y que curiosamente tenía en estreno una gran superproducción cinematográfica dirigida por Tim Burton. Esa propuesta fue Asilo Arkham.
Obra publicada en 1989, éxito de crítica y de ventas (cuyos royalties fueron el detonante de los muchos cambios que introdujo Morrison en su vida, recorriendo el planeta en busca de experiencias nuevas y conocimientos, muchos de los cuales fueron las semillas de su obra más personal, Los Invisibles), catapultó a un desconocido Grant Morrison entre los aficionados y los críticos.
El 1 de abril, el día de los Inocentes, los famosos huéspedes del Asilo Arkham toman a la fuerza las instalaciones y a sus dirigentes. La única condición para soltar a sus rehenes es la presencia de su captor, el Caballero Oscuro.
Con esta premisa tan sencilla, Morrison emula Lewis Carroll al introducir a Batman cual Alicia a través del Espejo en un lugar repleto de desquiciados asesinos y dementes dirigidos por enamoradizo Joker, asistido por Dos Caras y el Sombrerero Loco. Pero que nadie se engañe, nada más oír la petición, es el propio Batman quién dice que entrar en el Asilo es cómo entrar en casa.
Grant Morrison deconstruye al personaje, alejándolo de las bases que tres años antes había marcado Miller con Año Uno y con El Regreso del Señor de la Noche, marcando un viaje dentro de la complicada psique de Bruce Wayne, o más bien deberíamos decir Batman, ya que Morrison se las ingenia para dejar claro que el disfraz es el millonario y no al revés. Con giros inesperados y trucos de salón (marca de la casa), el lector se enfrenta ante un engaño por parte del Joker, que es la voz de Morrison dentro del Asilo, para dejarnos vislumbrar el interior de Batman, que resulta ser la misma cara de la moneda que sus adversarios, pero con una sutil diferencia, la creencia en su cruzada se justifica con su locura.
Lo que está claro es que Asilo Arkham es un oasis dentro de la vida editorial de Batman, fuera de continuidad, que hasta el propio Morrison obvió cuando se hizo cargo de las aventuras de Batman hace ya unos años. Por que no hay que negar la dificultad que entraña su lectura, con múltiples referencias y guiños, que necesitan más de una lectura para descubrirlos y poder valorar su importancia dentro del juego que plantea Morrison con su guión, a pesar que entre página y página nos introduzca retazos del pasado del fundador del hospicio, cómo si de una historia de terror gótico se tratara. No es una lectura para cualquier aficionado esporádico o para alguien que busque una aventura sin mucha complicación, ya que se trata de estimular la inteligencia del lector, asimilando esas ideas tan típicas de Morrison, que muchas veces son meras fruslerías dentro de un intricado mecanismo.
Pero si su parte escrita puede ser una dificultad palpable, el Arte, por que hay que definirlo con mayúsculas, de Dave McKean es la gota que colma el vaso. Preciosista, imaginativo, retorcido, asombroso, y más calificativos podemos dar a esta obra culme de McKean, pero no es para todos los públicos. Si con Morrison hay que entrar en su juego, con Dave McKean hay que tener la mente muy abierta y formar parte de su estilo único, complejo cuando el guión lo requiere y confuso cuando el artista quiere introducirnos dentro de la mente del protagonista. O dicho de otra manera, es un tebeo de autor, un ejercicio de experimentación artístico de collage narrativo y visual.
A pesar que no es una obra de consumo rápido, Asilo Arkham consigue lo que otras obras más sesudas, o al menos en apariencia, engañar al lector al hacerlo recapacitar sobre las intenciones del supuesto héroe de la función, dentro de la idea de Grant Morrison, y seamos capaces de situarlo al mismo perfil que un Espantapájaros o Killer Croc, monstruos en apariencia y en mente.
La edición de ECC se completa con el guión original de Morrison y sus correcciones, además del storyboard previo de McKean para ese mismo guión, dos curiosidades que nos ayudan a entender los entresijos de la producción de un tebeo tan complejo como fascinante.
No puedo dejaros de recomendar su no-secuela, Asilo Arkham: Purgatorio, cuya reseña podéis leer aquí, y el interesante documental Hablando con Dioses que recorre la vida de Grant Morrison, que podéis visionar aquí.