En un mundo al borde de la guerra mundial, el Doctor Manhattan entra en escena. ¡El capítulo más esperado de la serie limitada de Geoff Johns y Gary Frank! ¿Qué interés tiene el hombre antes conocido como el Dr. Jonathan Osterman en el Universo DC?
Hay una cosa que me reconcome mientras estoy leyendo esta serie. ¿Y si está pasando extrañamente desapercibida entre los lectores? ¿Y si existe una especie de boicot por tratarse de un exploitation de la obra magna del cómic de superhéroes, Watchmen? Porque, tal como se está desarrollando, si desde DC nos la hubieran querido vender como una nueva Crisis (que ya sabemos lo aficionados que son en esta major a una buena crisis de vez en cuando), hubiera pasado por el aro perfectamente, e incluso hubiera tenido sus buenos tie-ins, y ser un macroevento superventas. Y nos la hubiéramos tragado más y mejor. Pero me da la impresión de que la idea original era mantener un perfil bajo. Era algo como: os vamos a enchufar una maxiserie de 12 números, igual que el Watchmen original. Sin alharacas, sin florituras, sin marear la perdiz. Una serie cojonuda, bien planteada, bien escrita y bien dibujada. Y los lectores han hemos entrado en el juego, nos la estamos comiendo con patatas y estamos dando palmas con las orejas. No obstante, lo que aún me mosquea, como esa idea que no deja de rondarle al pobre Rorschach, es por qué una serie cuyo número 1 en España lo tienen, según Whakoom, 2381 personas (que serán más, que no todo el mundo usa esta web), mientras que el número 9 sólo lo han registrado 1358 personas. Es decir, que esta serie ha perdido casi la mitad de sus lectores en menos de un año, y a falta de sólo 3 números para terminar. El motivo lo dejamos a interpretación vuestra. Sólo pretendía plantar una semilla. Aquí vamos a hablar del tercer cuarto de la obra, el que abarca los números 7 al 9.
Cuando dije que esta serie podría pasar por una Crisis no estaba exagerando. Estamos hablando de la llegada al Universo DC que conocemos de un ser casi omnipotente, prácticamente omnisciente, y casi carente de moralidad. El Dr. Manhattan es uno de esos personajes demasiado poderosos para existir en nuestro planeta (mierda, estoy hablando como Lex Luthor). A lo largo de estos tres números se sigue desarrollando la teoría de los metahumanos, con espeluznantes revelaciones que afectan sobre todo a Firestorm. ¿Y alguien sabe qué ha pasado con la JSA? En esta serie hay varias tramas abiertas que involucran a toda la comunidad superheroica: Superman, defendiendo a Firestorm contra el ejército ruso, causa un incidente internacional; Batman se topa de bruces (no pun intended) con el Dr. Manhattan, que por fin ha sido encontrado por Ozymandias, Rorschach, Marioneta, Mimo, Saturn Girl y un anciano Johnny Thunder, que porta la linterna verde de un Alan Scott que nunca la encontró; el resto de la plantilla superheroica al completo se dirige al planeta Marte, siguiendo el rastro del Dr. Manhattan, y se desata la batalla. Mientras, Ozymandias y Lex Luthor saben más de lo que aparentan, y mueven los hilos en la sombra, al tiempo de Lois Lane investiga lo que está ocurriendo.
Tal vez lo más fascinante de esta obra, al margen de la apasionante trama que desarrolla, es cómo utiliza el lenguaje de Alan Moore en Watchmen. Geoff Johns (El día más brillante) se ha empapado de la obra original hasta el punto de mimetizar su estructura narrativa casi a la perfección. Primeras páginas que continúan la imagen de la portada, transiciones de una página a la siguiente usando como patrón la última viñeta (aplicando un recurso que ya era innovador en 1986 y que aun hoy me sigue fascinando) etc. La estructura de las páginas, los monólogos internos del Dr. Manhattan, viviendo simultáneamente el pasado, el presente y el futuro, la ausencia de onomatopeyas… El lenguaje narrativo de Watchmen que cautivó a una generación de jóvenes lectores vuelve a estar presente hoy para tocarnos la patata a los mismos que en aquella época no entendíamos muy bien del todo lo que estaba pasando. Hoy que peinamos canas (o algunos no peinan nada siquiera), ya somos capaces de reconocer y dominar ese lenguaje, de manera que este Reloj del Juicio Final se disfruta muchísimo más.
Del dibujo de Gary Frank (DC Orígenes: Superman) poco podemos agregar que no se haya dicho ya. Hábil artesano más que encumbrado artista, ha sido capaz de sintetizar un estilo único para esta colección combinando el estilo de Dave Gibbons con el suyo propio. Bien es cierto que ambos autores hacen gala habitualmente de un estilo algo hierático, pero aquí Frank se desmelena un poco más y nos regala grandes páginas para el recuerdo, además de un Superman que sigue recordando un poco al desaparecido Christopher Reeve, aunque con unos rasgos algo menos reconocibles. Sus páginas son poderosas, impactantes y emotivas cuando tienen que serlo, convirtiendo a Gary Frank en uno de los dibujantes más confiables que tiene el mercado mainstream norteamericano.
Es difícil hablar de una obra como este El Reloj del Juicio Final cada tres meses sin soltar spoilers, pero creo que lo estoy consiguiendo. De todas formas, por cómo está concebida, es una historia que gana mucho leyéndose de un tirón, puesto que el volumen de tramas abiertas hace que olvidemos gran parte de lo que está pasando, por no hablar de que muchos seguimos varias colecciones mensualmente, y no es fácil seguirles el hilo a todas sin mezclar churras con merinas. También es verdad que este Reloj del Juicio Final no es una lectura para todos los paladares. Requiere de un conocimiento de los universos Watchmen y DC para poder disfrutarla, y aun así seguro que se nos escapa algún detalle oculto (no tantos como en las obras de Moore, claro). A falta de 3 números para terminar la maxiserie, estoy deseando ver cómo se cierran todas las tramas y cómo acaban encajando los personajes de Watchmen en el Universo DC. ¿Qué tal un Team-Up de Rorschach con The Question, o un Ozymandias ingresando en la Liga de la Condena? Las posibilidades son infinitas, pero los taquiones… Ay, los malditos taquiones.