Más de cuatro años han tenido que pasar desde que Redneck debutara en los USA bajo el sello Skybound de Image Comics. En aquel entonces, el hoy por hoy guionista estrella de Marvel no había hecho Veneno, Guardianes de la Galaxia o Thor. Ni siquiera existía aún aquella breve etapa en Dr. Extraño que le hizo empezar a brillar tímidamente en la majors e incluso ni siquiera había terminado God Country, la serie con la que su nombre comenzaría a ser mínimamente conocido.
Lisandro Estherren no es que fuera más popular. Este argentino llevaba unos años fogueándose en su país natal y en Europa, e incluso participó en algún número de la revista Cthulhu de Diábolo. Apenas había hecho una par de trabajos menores para los USA cuando se publicó Redneck. Hoy puede no ser tan popular como su compañero de fatigas Cates, pero no hay duda de que ya es un profesional consolidadísimo.
Por eso, aunque algo tarde, cuando apenas quedan un par de meses para que termine la serie en los USA, llega de la mano de ECC por fin la saga de la familia Bowman, una familia de paletos en la Texas profunda, de costumbres nocturnas y hábitos alimenticios extremos… que son vampiros, vamos.
Este primer volumen de Redneck contiene los dos primeros arcos de la serie, el primero de los cuales viene a ser una presentación de los Bowman, sobre todo de Bartlett, que vendría a hacer las veces de protagonista. Asistiremos en forma de flashback a lo que podríamos llamar su historia de origen, a la vez que nos dan a conocer su antigua y enquistada enemistad con la familia Landry. Hablamos de una enemistad entre generaciones, que continúa hoy día y será la chispa que dé comienzo al torbellino de acontecimientos que se desata en Redneck, repleto de fantasmas del pasado, intrigas familiares, rencillas ancestrales, secretos y giros sorprendentes.
Es muy curioso y meritorio lo que hacen en Redneck Cates y Estherren. Si esto fuera cine, sería una de esas películas independientes de bajo presupuesto, con un puñado de decorados y un reparto pequeño, que poniendo énfasis en la caracterización, los diálogos y la dinámica entre personajes consiguen competir con las grandes producciones. Tampoco es que Redneck ande escasa de tiros y peleas, pero el hincapié está en los personajes y en generar la empatía y el suspense como para que el motor para el lector sea el cómo saldrán de ésta.
La estética deliberadamente feísta y caricaturesca de Lisandro Estherren es completamente indisoluble de lo que nos plantea Cates. Por un lado nos sitúa rápidamente en el ambiente tosco, basto, seco y huraño de Sulphur Springs, Texas; pero por el otro caricaturiza y, por tanto, exagera y evidencia los rasgos de un reparto con el que es preciso hacerse en poco tiempo para que la historia funcione. Tal vez pueda ser un tanto irregular en algunos momentos, pero no olvidemos que se trata de un artista en desarrollo, que casi página a página nos deja ver su enorme evolución.
Con esta edición de Redneck, que reunirá toda la serie en tres volúmenes, se rompe la maldición que nos impedía disfrutar de las peripecias de esta familia de vampiros paletos, que descubriría a dos autores marcados para contarse entre los grandes.