Si Hellboy es un héroe, antihéroe o superhéroe es un asunto que da para debate, pero no hay duda de que en el universo de Mike Mignola hay villanos. Es curioso porque tenemos muchos y variados, pero de algún modo es Rasputín el que se lleva ese carisma del gran villano. Tal vez al inicio lo fuera, pero después de 25 años ni siquiera se lleva el mérito de haber resultado el más trascendente en los devenires del diablo rojo y ni tan siquiera tuvo una trayectoria larga, pero sea su diseño, su aureola de misterio o vaya usted a saber qué, tal vez Rasputín sea el personaje con mayor magnetismo de la franquicia tras el propio Anung un rama.
Tal vez por eso sea el suyo el nombre que luce en la portada y no el del profesor Trevor Bruttenholm, padre adoptivo de Hellboy, que es quien lleva el peso protagonista de la historias. Rasputín. La voz de dragón es una especie de precuela de Hellboy, que nos cuenta el momento en que, años después de su supuesta muerte en Rusia, el monje oscuro se une Karl Ruprecht Kroenen, Ilsa Haupstein y Leopold Kurtz, los tres villanos nazis con los que lo veríamos en Semilla de destrucción. Aprovechan además para relacionarlo todo con conceptos posteriores de la mitología Hellboy como La Hermandad Heliotrópica de Ra o el Culto de la Llama Negra. Un joven Bruttenholm se verá metido en todo este lío por culpa de su curiosidad e incluso lo veremos actuando de espía en los años inmediatamente anteriores a la segunda Guerra Mundial.
Que hay un mínimo de calidad es algo que ya asumimos en cualquier tebeo del mignolaverso. Cómo mínimo nos darán un tebeo entretenido y bien construido. No todos los tebeos pueden brillar y este es el caso de Rasputín. La voz de dragón. Tenemos todos los ingredientes en una historia de la factoría Mignola: Investigación, cultos arcanos ancestrales, monstruos, científicos locos, nazis… y sin embargo, todas las historias de las distintas cabeceras de este universo tienen su propio sello y en este caso podríamos intercambiar a Bruttenholm por cualquier otro personaje y no notariamos apenas diferencia. Curiosamente la pieza no intercambiable en este caso está en el eje del mal y son los villanos, lo único que podría dotar esta historia de una identidad. Sin embargo, no hay un especial uso del punto de su vista ni tienen un papel distinto que en cualquier otra obra de este tipo. Rasputín. La voz de dragón termina por quedarse en una historia genérica del hellboyverso. No termina de jugar al pulp ni tampoco a detectives o aunque fuera a la acción más pura. Parece querer jugar a espías, pero en ningún caso termina de decidirse.
Otra mala costumbre que tiene esta franquicia es la de darnos siempre una serie de dibujantes que pese a no ser estrellas tienen calidad de sobra para serlo. No es el caso de Christopher Mitten, un dibujante cuya personalidad le hace buen candidato para la factoría Hellboy, con un trazo tembloroso que en sus mejores momentos puede dejarnos un recuerdo a Guy Davis, aunque sin su desbordante energía. Mitten se ve aquejado de algunos problemas sobre todo a la hora de transmitirnos la gestualidad de los personajes. En ocasiones los vemos desencajados y lo más curioso es que sería difícil acertar si es por exagerado o por hierático.
En cualquier caso, sea tanto por la falta de brillantez de la historia como por el modo de hacérnosla llegar en lo visual, Rasputín. La voz de dragón, no termina de resplandecer con la grandeza que el villano precisa. Nos queda esa garantía que sabemos que cualquier historia de los Mignola boys nos va a dar y el entretenimiento y la corrección siguen asegurados. En cualquier caso, esta vez nos quedamos un peldaño por debajo la excelente calidad a la que nos tienen tan mal acostumbrados.