Saludos, queridos lectores. Hoy hablaremos de la adaptación al tebeo de una obra de teatro checa de 1920 llamada R.U.R. Puede que os suene ese título por ser la obra de donde viene la palabra robot y poco más. Algo que esta adaptación quiere cambiar.
Pero antes de ponernos con el tebeo, dejadme hablar un poco de la obra original. Creada en un país recién nacido tras la Gran Guerra. En una época llena de revoluciones; proletarias, burguesas y militares. Una obra de crítica social disfrazada de ciencia ficción.
Muy de aquella manera podemos clasificar las obras de ciencia ficción en dos tipos: las que buscan realismo y las que quieren ofrecer diversión. O en este caso, hacer pensar.
Muy así de aquella manera, claro. Don Ángel me metería en un cohete rumbo a la estrella Sol por decir esto en una reunión tortera :-).
Pero la intención del autor no era escribir ciencia ficción. Ni de la seria ni de la pulp. El tema científicoficcionero es una excusa para hablar de los problemas sociales y laborales de su época.
¿Y por qué os estoy contando esto? Porque muchos lectores (incluyendo a un tal Isaac Asimov) consideran esta obra de escasa calidad e importancia, más allá de ser el origen de la palabra robot (hablaremos de esto más abajo). Pero eso es así porque la comparan con otras obras que buscaban otras cosas.
Pasando a la adaptación que Katerina Cupovâ ha hecho del original de Karel Capek (escrita en 1920 pero representada en 1921, lo que da lugar a divertidas diferencias en las fuentes sobre la fecha del centenario), podemos decir que ha captado perfectamente el espíritu original y las intenciones del autor.
En efecto, no hay que rascar mucho en el guión para ver que esas masas de robots esclavos y de vida limitada son el pueblo proletario. Y que esa revolución contra una élite que vive aislada (literalmente) de sus miserias y abusos es la lucha de clases llevada a la guerra.
Porque de eso trata R.U.R., no de robots de ciencia ficción.
Y hablando de la palabra robot, hay un problema con ella en esta obra. Pero no es culpa del autor, sino de los que vinieron detrás. Un robot, para todos nosotros, es algo mecánico, artificial, una cosa al fin y al cabo.
Pero los robots de Capek son humanos. Humanos creados y mutilados como los androides de Blade Runner (obra en la que pensaréis mucho leyendo este tebeo). Por eso hay quien dice que se le hacen raras las conversaciones de los personajes sobre sentimientos de robots. Pensemos en ellos como lo que son, personas, y veremos que todo cobra un nuevo sentido.
Y hablando de todo un poco, la palabra robot viene de robota, que podríamos traducir como siervos de la gleba. ¿Y qué es un siervo de la gleba?
No está tan mal elegida, después de todo.
La historia también nos explica de manera gráfica y magistral la diferencia entre los que viven bien y los que trabajan para hacer eso posible. Nada nuevo bajo el sol. Tristemente, es algo que a los humanos se nos da muy bien: ignorar a aquellos que vemos como inferiores hasta que la violencia estalla.
Podríamos remontar este tema hasta la escena de Baltasar y las letras en la pared de su palacio de Babilonia (Daniel, 5 1-31 para los que busquéis más información sobre eso) pero tampoco tenemos que alejarnos mucho en el tiempo. La Metrópolis de Lang es de 1927 y muestra la misma historia social.
1920. Han pasado 2 años desde que ha terminado la Gran Guerra. Donde el socialismo internacionalista se rompió a manos de los nacionalismos y los obreros lucharon entre sí en nombre de sus paises y naciones. También esto lo encontraremos en esta obra.
Obra creada dentro de su contexto histórico y época. No la veamos con nuestros ojos acostumbrados a Star Wars.
El dibujo de la autora es falsamente sencillo. Le da un aire como de dibujo simplificado e infantil, heredero quizás de la animación centroeuropea. Sin olvidarnos de que hay escenas que recuerdan poderosamente a aquellas películas de dibujos animadas psicodélicas de los años 60 y 70.Podríamos decir que a veces la narrativa es confusa y parecen faltas datos previos. Pero eso es algo heredado de la obra original, buscando sin duda crear un aire de predestinación y camino recto hacia el destino marcado.
Hibris, decían los griegos.
Pero donde la autora se lleva la palma es en el uso del color.
Me ha encantado.
Usando difertentes colores de forma sutil y sin que nos demos casi cuenta, remarca lo que quiere remarcar. Por ejemplo, en la página que tenéis un poco más arriba el recuerdo evocado por la charla de los personajes en el presente aparece en amarillo. Hasta ahí todo normal, un cambio de color para un cambio de época. Pero es que los papeles que se leen durante la creación de los robots de la primera viñeta también están en amarillo.
De todas maneras, el uso más evidente es dar color a la burbuja artificial donde la élite humana vive y decide sobre ellos mismos y los robots. Su aislamiento del mundo real se refuerza por ese cambio de paletas, mientras que el haber reservado las paletas más variadas y ricas en colores para esa élite define su estatus privilegiado.
Mirad la viñeta superior. ¿No vemos de un solo vistazo como Elena y su sirvienta no pertenecen a ese mundo? Son ajenas a él. Y a toda la vida que lo llena. Desde ese mendigo a esos niños que caminan al lado de ¿su madre?¿su robot cuidador?
Ellas están fuera, como los humanos de R.U.R.
Y una viñeta nos lo dice todo.
La traducción es obra de Katerina Valentova. A pesar de haber trabajado con sus manos en esta traducción, pensamos que es humana y no una robot.
De regalo, os dejo unos enlaces (uno y dos) a una representación teatral de la obra original. O si sois más de audiolibros…
¿Por qué leer R.U.R.?
Es uno de esos clásicos olvidados de donde beben muchas más obras de las que creemos. El maravilloso uso del color.
¿Por qué no leer R.U.R.?
Buscas ciencia ficción estilo pulp. Buscas evasión y no historias sobre la lucha de clases.