El conocimiento es poder, y el universo no tendrá secretos para mí. Mi tiempo no lo fija la vida, como hace con los insectos.
Hoy en el plató de TV Kandor tenemos el gusto de recibir a otro de los malvados que tan bien endulzan las correrías de los superhéroes deceítas. Producto creado en el transcurrir de la Edad de Plata de la mano del guionista Jack Schiff y el dibujante Al Plastino, cuando Brainiac hizo acto de presencia por primera vez en el Action Comics #242, los cuadros de texto explicativo aún recordaban al lector que Clark Kent era el alter ego de Superman. Hoy, Brainiac es todo un icono del universo DC, y posiblemente uno de los personajes más confusos de cuantos se han unido o plantado cara al último hijo de Krypton, incluso para los más aguerridos lectores del lugar. Las múltiples formas con que se ha presentado hasta ahora, y unos orígenes muy diferentes en sus etapas pre y post crisis, hacen de Brainiac una caja de sorpresas. Eso sí, aunque mude su piel, una cosa no cambia: siempre es pura maldad.
Ya vamos por la quinta entrega de una colección que estoy disfrutando más que Damian Wayne las armas de su padre. Pura maldad: Brainiac, publicado por ECC Ediciones dentro de la colección que da nombre al tebeo, echa la vista atrás para recopilar algunos de los arcos más relevantes cara a conocer un poco mejor la figura de Brainiac, ese ser alienígena —está por ver qué tipo de ser— natal del planeta Colu, obcecado en reducir, literalmente, ciudades de mundos del espacio profundo. Planetas de los que extraer información para más tarde sumir en el caos.
Como comentaba anteriormente, Brainiac comenzó su andadura de la mano de Schiff y Plastino en julio de 1958. Por aquel entonces era un tipo verde, delgaducho, con el típico batín de científico loco y un monete blaco con unas pequeñas antenas llamado Koko, que hacía las veces de gato de Angora. Estereotipo de malvado, producto de su tiempo, cuya principal innovación vino de la mano de su diabólico plan: coleccionar ciudades que él mismo se encargaba de miniaturizar para guardarlas en urnas de cristal, siendo Kandor, antigua capital de Krypton, su más preciado tesoro. Justo el año anterior a este Action Comics #242, se había estrenado El increíble hombre menguante, adaptación de la obra homónima de Richard Matheson, que también jugaba con la idea de manipular y escalar la materia. Y seguro que los lectores más jóvenes habrán gustado del reciente DKIII, donde Kandor y su gente juegan un papel esencial.
La trascendencia de Brainiac en el universo DC no se reduce a un cara a cara con el hijo adoptivo de Kansas. El coluano es también parte importante de la historia de Krypton. Su violenta incursión en el planeta antes de que este se esfumase para siempre, ha dado pie a especulaciones sobre los verdaderos motivos de la catástrofe, y el peso de Brainiac en todo ello. Los supervivientes de Krypton le recuerdan, y entre el Action Comics #489 y el #491, Cary Bates y Curt Swan construyeron un arco de tres números, en los que a Kal-El no le quedaba más remedio que recordar con amargura el fin de la tierra que le había visto nacer, mientras intentaba salvar la tierra que le daba de comer. Un precioso primer número donde los ecos de Krypton resuenan en la Tierra, da pie a una nueva incursión de un Brainiac sin batín, más musculado, y con esas representativas salidas electrónicas circulares de su cabeza, que presumiblemente le sirven para conectarse con todo tipo de máquinas. ¡Krypton muere otra vez! es uno de los mejores números del tomo.
La siguiente parada de Pura maldad: Brainiac rescata los Action Comics #544, #545 y #546, y con ellos, un arco transformador y vital para el personaje. En 1983, Marv Wolfman y Gil Kane desmaterializaron al villano para más tarde devolverle al plano físico en un número, ¡Renacimiento!, que le daba a Brainiac esa esquelética carcasa metálica que portó hasta su final pre-crisis en el famoso número escrito por Alan Moore, ¿Qué fue del hombre del mañana? (aunque bueno, para entonces ya sólo conservaba la cabeza). Tanto en esta trilogía como en el número con el que Moore pone el punto y aparte, veremos una estrecha relación entre Brainiac y Luthor, bastante recurrida. Y precisamente hablando de Alan Moore, este renacimiento de Brainiac, me ha recordado en cierta medida al reboot que el de Northampton le brindó a Swampy… salvando las distancias.
El estado embrionario de Brainiac en estos números, el nuevo envoltorio del personaje, y la «nave-calavera» en la que viaja, forman un combo estéticamente muy potente con una, para mí, clarísima influencia del arte de Hans Rudolf Giger, más conocido por ser el alma mater del aspecto visual de Alien.

El arte de H.R. Giger
No obstante, al margen de Brainiac y su renacimiento, observar cómo el hombre de a pie empieza a plantearse las mismas cuestiones que Luthor sobre el potencial peligro que supone la presencia de Superman, o al mismo Clark inseguro y cuestionándose la imagen que está proyectando al mundo, junto con otros detalles, hacen de este arco uno de los mejores relatos de Superman pre-crisis que haya leído.
Más tarde, tras la Crisis que puso todo el universo DC patas arriba, Brainiac también vio modificado tanto su origen como su aspecto físico. En época pre-crisis nunca quedó del todo claro si el coluano era un retorcido ser orgánico en busca de sabiduría, o una suerte de espía IA con forma humanoide enviado por las inteligencias electrónicas que gobernaban Colu, pero con la terna Fuga de Cerebros, Cuerpo y mente, y Hombre y máquina (Action Comics #647, #648 y #649 respectivamente), incluidos en este Pura maldad: Brainiac, Rogern Stern, George Pérez y Kerry Gammill rediseñaron el relato: la mente de Vril Dox sobrevivió a la separación de los átomos de su cuerpo, y se alojó en el interior de un terrícola con poderes psiónicos llamado Milton Fine, un vidente de circo cuyo nombre artístico era Brainiac. No se hable más.
«Él nunca se presenta de la misma manera, dos veces»
Superman, Action Comics #867
En la Saga de Brainiac de Geoff Johns y Gary Frank —además de ser bastante entretenida— se intenta hacer un ovillo con toda la mitología del personaje para tratar de aunar pasado y presente con coherencia. Más o menos lo consigue, no estoy seguro si es un más o un menos, pero sí que incluye un guiño al Brainiac primigenio; aparece en una gran viñeta junto al resto de encarnaciones del personaje.
El tomo se completa con un par de números sueltos, Action Comics #763 y Superman #23.2, de los que únicamente destacar el segundo por el estupendo dibujo de Pascal Alixe, que tiene un aspecto bastante singular, donde las tintas parecen tener muy poco peso.
Hasta ahora, Brainiac no ha tenido demasiada suerte en los diferentes intentos de cine y tv porque apareciese en pantalla. Parece ser que en 2018 sí que veremos al personaje en la serie televisiva Krypton, del canal Syfy, interpretado por el británico Blake Ritson.
En fin, que ya está bien por hoy de kryptonianos, coluanos, y todo tipo de… marcianos. En breves volveremos con otro villano al que diseccionar. Una suerte que los personajes de ficción no nos puedan hacer lo mismo a nosotros.
«El zumbido de esa mosca me saca de mis casillas, ¡aplástala Koko!»