¡MMM…! ¡MUHH…! ¡…TROP…! ¡…LISS!
¡¡¡MUHTROPLISSS!!!
La concienzuda revisión de Superman a manos de John Byrne tras los hechos acaecidos en Crisis en Tierras Infinitas, supuso un mar de buenas críticas hacia su Superman: Man of Steel, pingües beneficios para la compañía, y un vacío del tamaño de Metropolis cuando Byrne decidió abandonar el barco por problemas con la directiva.
Para contrarrestar la caída en ventas que sucedió a la marcha del autor inglés, los editores de DC comenzaron a tramar un vistoso plan para captar la atención de los lectores de comienzos de los 90: la boda de Lois y Clark; pero había un pequeño inconveniente. Por esas mismas fechas, la serie de acción real Lois & Clark: las nuevas aventuras de Superman tenía idénticos planes, y a la Warner no le hacía ninguna gracia que los tebeos se adelantasen al gran evento. Había que pensar en otra cosa.
Para combatir al fuego con más fuego —y que nunca sabes lo que puede salir de un brainstorming—, alguien lo sugirió. Supongo que luego vinieron unas buenas risas por parte de la gran mayoría, mientras unos pocos empezaron a calcular las consecuencias de que aquella ida de olla se llevase a cabo. Al final, tuvieron claro que no se les iba a ocurrir nada más potente que hacer quebrar lo inquebrantable para captar las miradas del mundo entero.
Superman debía morir.
Lo que vino después fue una oleada publicitaria como pocas veces se ha conocido en este mundillo, una portada inolvidable —incluso para un chiquillo como yo que sólo conocía la S de Superlópez por aquella época— con el símbolo de la esperanza vertiendo sangre por cada una de sus aristas, una capa hecha jirones, y un reto de los gordos para los editores de DC: crear la bestia que iba a perpetrar el crimen superheroico del siglo.
Nacía Juicio Final. Un ser «fabricado» en un laboratorio mediante pruebas de ensayo y error llevadas a cabo a lo largo de muchos años, en las que esta bestia renacía una y otra vez inmune a aquello que la había matado en cada ocasión… hasta conseguir hacerla indestructible. Un ser, que todo sea dicho, parece estar diseñado por una horda de jovencitos tratando de hacer el «bicho» más fuerte y monstruoso que se les podía ocurrir. Con dientes afilados, y huesos puntiagudos en la cara y los brazos y en las rodillas… y muchos músculos y… ¡más huesos afilados en la cara!
En febrero, ECC Ediciones publicaba Pura maldad: Juicio Final, la séptima entrega de la colección dedicada al panteón de malos malosos del Universo DC. Una colección que ha pasado de bimestral a trimestral, y que con este ya son cuatro los volúmenes relacionados directamente con Superman, más de la mitad de la colección. En esta ocasión para tratar un personaje que, pese a tener el honor de ser el más joven, hasta ahora, al que dedican un tomo (Harley Quinn es mayor que Juicio Final por un par de meses más o menos), protagonizó un evento que le catapultó a lo más alto de la lista de amenazas para el último hijo de Krypton, y por ende, de todo el Universo DC. Si bien es cierto, sin el carisma y la popularidad de otros muchos villanos más veteranos. Y es que si sólo sabes balbucear cuatro palabras, es muy difícil hacerse querer.
Venía siendo habitual en la colección empezar el tomo con la primera aparición del personaje, salvo en el Pura maldad dedicado a Harley Quinn debido a que su nacimiento fue en televisión. Hasta ahora, ya que Juicio Final asomó la patita por primera vez en el Superman: Man of Steel #17, y Pura maldad: Juicio Final arranca con el Doomsday Annual Vol. 1. Es más, esa primera aparición no está incluida en el tomo… pero tiene justificación, ya que es un simple cameo de una página al final del número, y esa página se repite en el Superman: Man of Steel #18, el primero de los episodios del arco La muerte de Superman, que sí está aquí.
Este Doomsday Annual Vol. 1 que abre Pura maldad: Juicio Final no me parece una mala elección. Anual en cinco partes publicado en 1995 con guiones y dibujos de artistas de la talla de Jerry Ordway, Dan Jurgens, Louise Simonson, Roger Stern o Gil Kane, es decir, la plana mayor de DC (que entre otras cosas parió La muerte de Superman), y que presentan una serie de relatos situados en diferentes puntos de la galaxia con Juicio Final como nexo de unión. Supervivientes del ataque de Doomsday a Metropolis dándose un poco de amor en una improvisada reunión de terapia, el encuentro del green lantern Zharan Pel con la terrible bestia en un historia con una narración propia de los cuentos de leyenda (me ha encantado esta parte del Annual por cierto), o el primer cara a cara entre Darkseid y Juicio Final donde se pone de manifiesto la magnitud del poder de Doomsday, haciendo retroceder al mismísimo señor de Apokolips.
Un buen aperitivo cuya última parte, Réquiem, de Jerry Ordway y Dennis Janke, no está emplazada inmediatamente después de En la noche más oscura (el cuarto relato), sino que ha sido separada de las otras partes por motivos que atañen a lo sucedido en Superman/Doomsday: Hunter Prey, y no me parece nada mal. Luego me explico.
Superman/Doomsday: Hunter Prey es una serie limitada publicada en 1994 —un año y algo después de La muerte de Superman— compuesta por tres números, con los guiones de Dan Jurgens y con Bret Breeding a los lápices. Para el que no la conozca, en ella se narra una especie de segundo advenimiento de Juicio Final, y un segundo asalto entre el monstruo de laboratorio y Superman —además de explicar el origen de Juicio Final. Un arco donde el estilo de los 90 es más palpable que nunca: trajes renovados, personajes hablando de evoluciones como si el poder de cada uno se pudiese cuantificar como en Dragon Ball, y unas pelanas, las de Superman, que ya están tardando en volver. Posiblemente lo mejor de todo el tomo, ya que además de estar completo, tiene detalles bastante interesantes. Podemos ver a un Darkseid más derrotado que nunca, renegando —asustado— de batallar con Juicio Final mientras el de Krypton saca fuerzas de flaqueza para superar sus miedos y hacerle frente; y también un pueblo, el de Calaton, que es especialmente gracioso. En Calaton la endogamia entre miembros de la realeza produce seres con poderes psíquicos en vez de descendencia «mongler». Es decir, en Calaton Froilán podría fusionarse con las infantas en pos de generar un súper ser que sería la versión patria de Carrie… y ese súper ser tendría la capacidad de sembrar la tierra con las tripas de los que hacen memes con sus caras. Pensadlo.
Calaton es importante en Superman/Doomsday: Hunter Prey, y también lo es en ese Réquiem del Annual del que os hablaba antes… y ya me sirve para enlazarlos. En Réquiem se narra el fin de Juicio Final a manos de Superman y Waverider desde el punto de vista de los habitantes de ese planeta, poniendo en relieve que muchas veces la historia depende de quién la cuenta (bueno, los «calatonienses» se supone que lo tergiversan todo). Por ello, la decisión por parte de ECC de colocar aquí la conclusión del anual es necesaria para sacar jugo a lo que se narra.
Por cierto, si por casualidad procedes de Calaton, no te tomes muy a pecho mis críticas.
El tomo echa el cierre con el Adventures of Superman #594, de Joe Casey, y el Superman #175, de Joeb Loeb. Dos números que se complementan, que no es que sean nada del otro mundo aunque correctos, y donde lo más curioso son los dibujos de Ed McGuinness. Un estilo con un fuerte ramalazo cartoon en los que los personajes tienen más músculos que cuando los coge por banda Rob Liefeld. Además de estar excesivamente hinchados, junto con el color digital de la época «pareche que loch ha hecho un pachacho con globoch».
Apenas he hablado de La muerte de Superman salvo para mencionarla por motivos ajenos a su contenido pese a que el tomo incluye parte; en concreto, la primera (Superman: Man of Steel #18) y la última (Superman #75). Lo cierto es que este detalle no me ha gustado. Además de que tener un evento cojo empaña algo el tomo, para comprender el juego gráfico de los dibujantes haciendo cada vez páginas con viñetas más grandes a medida que avanza el relato, sólo se puede entender si está completo. De esta manera, un nuevo lector flipará con el hecho de que la conclusión esté compuesta exclusivamente por splash pages, pero no podrá ver más allá. Yo habría quitado los dos últimos números y habría metido toda La muerte de Superman aunque este Pura maldad se hubiese ido a un tamaño mayor. Y esta me parece la única opción posible, ya que suprimirlo por completo sería un delito puesto que Doomsday nació para cargarse a Clark Kent en este arco.
Como con los tomos anteriores de la colección, he disfrutado, aunque si hiciese un ranking con todas las entregas publicadas, estaría lejos de los de Darkseid o Brainiac, en gran parte por esto último que he comentado.
ECC Ediciones ha comentado que expandirá la colección a villanos de otros superhéroes deceítas. Yo ya tengo ganas de escapar un poco de Batman y Superman.
Por cierto, no perdáis la ocasión de escuchar el podcast sobre nuestras historias favoritas de Superman, en el que saltan a la palestra algunos de los relatos que aparecen en Pura maldad: Juicio Final… y muchos otros.
«No importa hacia qué dirección mire, ni lo lejos que observe. Tan solo veo muerte, y todo es obra de Juicio Final».