El cómic es un medio artístico que da pie para hacer muchas cosas. La intención principal es, obviamente, transmitir una historia, contarle a alguien ajeno una serie de hechos que construyen esa historia. De vez en cuando aparece alguna obra que va más allá. Al igual que pasa en otros medios, aparece un libro que pretende contarnos una historia pero lo intenta hacer de un modo distinto, dejando que sea el propio lector el que construya la propia intencionalidad de la obra. Habrá quien la entienda, habrá quien no, habrá quien vea cosas que están y que ni la propia autora se había dado cuenta, y habrá quien no vea lo que pretendía. Por culpa de una flor es una de esas obras, y os garantizo que, podrá gustaros o podréis no entenderla, pero inevitablemente va a conseguir un efecto que raramente os van a producir otras lecturas. Una obra evocativa como pocas y con un uso del color y del tiempo que hace que la lectura adquiera una dimensión diferente. Editan Blackie Books y Apa Apa Cómics.
Contar la sinopsis de esta obra es complejo. Sí, podemos decir que todo giro en torno a Antonia, una chica que vive en un entorno rural, en una de esas poblaciones vaciadas, que encuentra en una flor una motivación en la vida y que se propone perpetuar su existencia cueste lo que cueste. Pero es que no creo que vaya de eso. Bueno sí, pero no… Os lo avisé, es complejo. La obra tiene puntos recurrentes que conforman una experiencia para el lector: el sol, la naturaleza, los espejos y el paso del tiempo. El conjunto de todas esas cosas y la manera en que se entremezclan aportan una experiencia de sensaciones que, más que un mensaje, transmiten las emociones de la protagonista, nos ponen un poco en la piel de esa chica joven en un mundo casi irreal hoy día.
Y es que, como pueda pasar con algunas obras de Laura Pérez, Por culpa de una flor es pura poesía gráfica. Como hiciera Walt Disney en Fantasía, Medem nos propone una experiencia sinestésica en la que, a través de imágenes vamos a poder percibir sonidos e incluso olores. Con una narrativa basada en transiciones de las que McCloud catalogaba como momento a momento, la autora nos sumerge en la escena y nos aporta detalles insignificantes, pero que nos ayudan a construir la localización y, como digo, a que podamos sentir el aire, el ruido de los insectos o el aroma a hierba y a campo. Además, recurre a numerosas referencias del flamenco, incluyendo algunas letras de canciones populares que le dan aún más volumen a la obra.
Esta manera tan aséptica de contar la historia le proporciona además un aire surrealista a la narración que impulsa a que nos sintamos dentro de una ensoñación, del propio viaje de la protagonista como si esta estuviera bajo el influjo de sustancias lisérgicas, y contribuye aún más a potenciar esas sensaciones paralelas, a percibir la motivación de Antonia y a empatizar con ella, por absurda que pueda ser si la contamos de manera verbal en una sola frase. El conjunto de la experiencia visual, ese tono onírico y la propia motivación dotan a la obra de un aire de cuento al estilo El principito de Saint-Exupéry, primera obra que nos viene a la mente, tanto por la propia motivación floral como por la firmeza de su protagonista en su intención de llevar a cabo su empresa.
Pero si algo entra por los ojos desde que hojeamos el libro por primera vez es la paleta de colores, un caleidoscopio de degradados, a tono con los continuos amaneceres y atardeceres que se intercalan en la historia, y unos tonos cálidos que construyen una sensación en el lector a medida que lo lee y contagia de ese optimismo y buenas intenciones de su protagonista. Esa paleta solo se ve interrumpida por contrastes muy concretos: los de la noche, el rojo vivo de la llama y el azul cristalino del agua. La paleta se combina perfectamente con una simetría y unas formas geométricas que nos transportan página a página e invitan a detenernos en cada detalle.
La edición de Blackie Books y Apa Apa es una verdadera delicia, con un encuadernado en cartoné, un papel offset «de los que huelen» y una manejabilidad que, a pesar de su tamaño y grosor, hacen la lectura agradable y cómoda. El tipo de papel respeta muy bien esos colores, sin hacerlos más satinados de lo que ya lo son, y creo que no hay pega que se le pueda poner.
En definitiva, Por culpa de una flor es una experiencia visual. Si necesitas una historia clara contada de una manera original, tal vez no sea para ti, pero si por el contrario disfrutas de una aventura cargada de sensaciones evocadas por la lectura y de cómo te hablan de identidad, de naturaleza, de respeto por los animales y la vegetación de una manera diferente, esta obra va a ganarse un lugar de privilegio dentro de tu biblioteca. Por culpa de una flor es un viaje, una obra en la que tu interpretación de lo que estás leyendo forma parte de la propia obra, convirtiendo la lectura en una experiencia única. La obra le ha llevado tres años a Medem, pero cada segundo empleado en ella ha merecido la pena. Echadle un ojo, no os vais a arrepentir.
Lo mejor: Demuestra que todavía hay mucho que se puede conseguir en este medio. La construcción de sensaciones a través de color, formas geométricas, composición de página, transición y texto.
Lo peor: Si la experimentación narrativa no te interesa, probablemente no entres para nada en la obra.